Carlos Puig / Milenio
El aferre al hueso, al puesto, al sueldo pagado por el erario es una de las más tristes características del sistema político mexicano. Aquí nadie renuncia nunca sin importar el tamaño del escándalo en el que se vean involucrados.
No importa lo comprometedora que sea una grabación, lo bochornoso de un documento, lo indigno de una foto, lo atroz de un resultado, aquí nadie se mueve, nadie se va. Algunos piden una “investigación judicial” de la que, saben, saldrán exonerados, pero hasta ahí.
Nuestros políticos desconocen el significado del concepto “responsabilidad política”.
Debo confesar, sin embargo, que después de muchos años de andar en esto nunca había visto un caso como el de Fausto Vallejo.
Veamos: después de ser elegido gobernador de su estado, que ciertamente ya estaba mal, Michoacán vivió una espiral de violencia que desató un fenómeno nuevo que hoy conocemos como las autodefensas. Su incapacidad para lidiar con el problema y una crisis muy seria de gobernabilidad y delincuencia resultaron en la toma de la entidad por parte de la Federación. El secretario de Seguridad Pública y el procurador del estado no dependen de él ni le obedecen; responden a lo que manda el comisionado federal. Se sabe que la hacienda estatal está también controlada por el gobierno federal.
Para que quede claro: no controla ni las herramientas de coerción, ni de justicia ni el dinero. Nada pues.
Por si todo esto fuera poco, su secretario de Gobierno, quien fuera su coordinador de su campaña… Déjenme repetirlo: su coordinador de campaña y ex secretario de Gobierno (es decir su cercanísimo) está arrestado y se ha dado a conocer un video en el que aparece dialogando con el delincuente michoacano más buscado.
Por mucho menos, algún ministro japonés se ha hecho el haraquiri público.
El miércoles, Ciro Gómez Leyva escribió que Vallejo debía pedir disculpas y marcharse. El mismo miércoles, el PRI de Michoacán circuló un boletín de prensa que intentaba desmentir a Ciro haciendo una lógica matemática electoral para lavarse las manos del desastre.
No es que no entiendan. Es que Vallejo y su gente alcanzan grados de cinismo que yo no había visto.
Ayer, el señor Vallejo tuiteó una felicitación a Elena Poniatowska y se sacó algunas fotos.
Pobre Michoacán.