Revolución 3.0

La escalada de tensión en Oriente Medio vivió un nuevo capítulo este fin de semana, cuando Irán lanzó un ataque de represalia contra la base aérea Al Udeid en Catar, la mayor instalación militar de Estados Unidos en la región, tras los bombardeos estadounidenses sobre las instalaciones nucleares de Natanz, Isfahán y Fordo. A pesar de tratarse de una agresión directa a la soberanía iraní, la respuesta de Teherán fue presentada como un acto medido: una advertencia con nombre propio, “Bendición de la Victoria”.

En un intento de minimizar los hechos y sin mostrar autocrítica alguna sobre los ataques que originaron la reacción iraní, el expresidente Donald Trump calificó la respuesta de Teherán como una “muy débil”. Lo dijo con el cinismo que lo caracteriza, agradeciendo incluso que Irán “avisara con antelación” del ataque. “Lo más importante es que se han desahogado y, con suerte, no habrá más odio”, escribió en sus redes, como si el bombardeo previo a instalaciones estratégicas de una nación soberana fuera un gesto de armonía regional.

El discurso pacifista de Trump contrasta brutalmente con sus acciones: bajo su aprobación, Estados Unidos reanudó ataques contra infraestructura clave de Irán, mientras Israel, amparado por la misma narrativa bélica, bombardeaba posiciones en el oeste del país persa. Pero en Washington, esta agresión no se considera una provocación, sino una medida “defensiva”, aunque signifique arrastrar nuevamente a la región al borde de una guerra de gran escala.

El ataque iraní no dejó víctimas fatales, ni entre los estadounidenses ni entre los cataríes, como confirmó el propio Trump. No obstante, los mercados no tardaron en reaccionar: el precio del petróleo Brent cayó por debajo de los 70 dólares, reflejando la volatilidad que estas acciones militares traen a la economía global.

A nivel diplomático, la respuesta de Rusia fue tajante. Su Ministerio de Asuntos Exteriores condenó la “agresión no provocada” de EE.UU. e Israel, advirtiendo que estos actos violan la Carta de las Naciones Unidas y empujan a la región hacia un “deterioro radical”.

Mientras tanto, el líder supremo iraní, el ayatolá Alí Jameneí, reiteró que su nación no busca iniciar guerras, pero no se someterá a ningún tipo de acoso o amenaza. “No atacamos a nadie, no aceptamos el ataque de nadie y no nos someteremos al acoso de nadie. Esta es la lógica de la nación iraní”, escribió.

Detrás de las frases triunfalistas y supuestamente conciliadoras de Trump se oculta la estrategia de siempre: generar caos para luego venderse como el artífice de la paz. El mismo alto funcionario de la Casa Blanca citado por Axios aseguró que el presidente quiere poner fin a la guerra en Oriente Medio, justo después de contribuir a su intensificación.

La narrativa de paz no puede construirse sobre los escombros de instalaciones bombardeadas ni con la arrogancia de un imperio que exige sumisión. Si realmente se busca el fin de la guerra, el primer paso no es pedir moderación al agredido, sino detener la maquinaria de agresión permanente que representa la política exterior estadounidense en la región. Mientras eso no ocurra, toda promesa de paz será apenas una fachada, y cada “respuesta débil” será, en realidad, la voz de los pueblos que resisten.

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Irán responde a ataque de EE.UU. bombardeando su mayor base en Oriente Medio; Trump minimiza la ofensiva: ¿se avecina la Tercera Guerra Mundial?

Por: Redacción