Madero, Michoacán.- Cansados de padecer la falta de agua por el huachicoleo, comuneros del municipio de Madero se organizaron para desmantelar tomas de agua ilegales que los huerteros de aguacate y berries han colocado sobre el caudal del Río Poruas, donde nace la cuenca Curucupatzeo, zona de manantiales que surten del líquido a 280 comunidades.
Acompañados por el presidente municipal, Froylan Alcauter Ibarra y la Policía Municipal, los habitantes de 13 comunidades que han formado comités en defensa del ambiente, emprendieron un recorrido a pie de 5 kilómetros en una zona boscosa de difícil acceso, con la finalidad de desactivar bombas conectadas a tuberías y mangueras que desvían el agua hacia las plantaciones de arándano y zarzamora.
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Y es que los habitantes, aseguran que el problema no es la sequía, sino los huerteros, quienes los dejan sin agua para el ganado, sus pequeños cultivos y sus quehaceres domésticos: “sí hay agua, pero está mal administrada, hay gente que la agarra toda y los que estamos más lejos de los caudales, de los nacimientos no nos llega”, denuncia un hombre de la comunidad de Etúcuaro.
No ha transcurrido ni un kilómetro cuando la comitiva encuentra la primer bomba, por lo que procede a solicitar al encargado los permisos otorgados por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), pero no los tiene. “Dice el señor que esto sí está ilegal, fíjate para desconectarla”, instruye uno de los integrantes.
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Luego de asegurarse de que la bomba fue apagada y desconectada, piden al jornalero que dé aviso a su “patrón” de que se llevará a cabo una reunión para dialogar con autoridades, productores y comunidades inconformes, a fin de llegar a un acuerdo respecto a la distribución del agua.
La caminata sigue y de nueva cuenta, una bomba resguardada con candado, es apagada y desconectada de las mangueras. Metros adelante, un pequeño manantial es atravesado por al menos 5 mangueras gruesas, por lo que los pobladores deciden desconectar tres de los conductos.
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El trayecto continúa y los comuneros ubican una tercera bomba, a unos metros de un invernadero de berries. Luego de desconectarla, logran hablar con el dueño del campo agrícola, a quien invitan a la próxima reunión y le advierten que los operativos contra el huachicoleo continuarán.
“También le aviso que, de no hacerlo, toda esta gente viene decidida a quitar ollas, bombas y denunciar”, dijo el alcalde, quien explicó, la reunión agendada para el 26 de abril busca “hacer conciencia del agua, que nos alcance para todos. Yo no estoy de acuerdo en que no agarren el agua, pero que no abusen porque la gente de más abajo que es la gente más humilde es la que está sufriendo”.
A pesar del cansancio y los cerca de tres kilómetros recorridos, la faena continúa sin descanso. Una cuarta bomba, colocada junto al estrecho caudal, es encontrada apagada, por lo que únicamente fue colocado un aviso improvisado escrito en hoja de libreta.
“En este recorrido hemos encontrado una cantidad importante de bombas y una infinidad de mangueras, de hecho el río es un río de mangueras. No es justo que acá en la parte alta se queden con el 95 por ciento del agua para usos de huertas y el 5 por ciento se distribuya para miles de pobladores de la parte baja”, dijo Julio Santoyo, activista ambientalista.
En los bordes del río, los árboles de pino han sido desplazados por grandes lonas blancas que cubren invernaderos de frutillas. Dentro de las propiedades, se localizan pequeñas ollas de agua, pero los trabajadores dicen desconocer si los dueños tramitaron permisos.
Los defensores del bosque y el agua, así como representantes de la Comisión Forestal del Estado de Michoacán (Cofom) toman evidencias de los hallazgos para hacerlos llegar a las autoridades correspondientes.
Visiblemente agotados, los cerca de 25 habitantes y funcionarios son invitados a tomar agua fresca y reposar en el jardín de una vivienda, donde agarran impulso para seguir el camino hasta la parte baja del arroyo, donde el agua y el bosque también son devastados por la siembra de aguacate.