En Tlalpujahua, Michoacán, la navidad se adelantó y se vive con alegría en dos sitios que cada año, atraen a miles de visitantes y compradores de esferas artesanales: La Villa de Santa Claus y el Taller de Santa Claus, dos “callejones” estilo europeo que ofrecen una experiencia única para estas fiestas decembrinas.
En 1960, Joaquín Muñoz y María Elena Ruiz, fueron los pioneros en la elaboración de esferas de vidrio soplado. Ahora, 63 años después, sus hijos son los creadores de este concepto por el que Tlalpujahua se considera como “el pueblo de la eterna navidad”. La conexión que tenían con el mercado de Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Canadá, fue la inspiración para dar vida a estos espacios.
“Como el negocio era un negocio internacional, porque la producción de esferas era internacional, tenías que tener ese intercambio, y entonces yo creo que en la mente general de todo el mundo está entendido que la navidad tiene su origen como la conocemos en Europa, entonces el tener una experiencia tú de una navidad europea es muy importante, es algo muy atractivo. Pero no deja de tener nuestro toque de michoacanos, nuestro toque de mexicanos”, comparte José Luis Muñoz.
Este año, en la Villa de Santa Claus, que también funciona como hotel y restaurante, se inauguró el Museo de la Esfera, que cuenta la historia de la familia Muñoz Ruiz, iniciadora de la industria de la esfera artesanal, actividad de la que ahora se sostiene casi el 100 por ciento de la población de Tlalpujahua.
En este lugar se aprecia la evolución de las esferas navideñas y el empeño que esta familia ha puesto por innovarse y mantener la tradición.
Otro de los atractivos es el Centro de Espectáculos “Mundo Mágico”, donde este año, la novedad es el avión de Rodolfo El Reno, donde chicos y grandes “viajan” directo a la navidad.
“Es una de las épocas del año que más me gusta, lo vi ahí en las redes y dije, pues voy. Está muy bonito, tienen que venir, las esferas son padrísimas y la villa preciosa. Lo que más me ha sorprendido es la dedicación con la que han hecho las cosas, las casitas, la villa es divina, la gente es muy linda, muy agradable”, dijo Carolina Martínez, turista proveniente de Cuernavaca.
Mientras tanto, en el Taller de Santa Claus, por las noches se ofrece un espectáculo nocturno con nieve artificial, pero además, la venta de esferas con infinidad de diseños también es un punto obligado para los turistas. Robert y Azucena llegaron desde Washington; Estados Unidos; recientemente, ella fue diagnosticada con cáncer de hígado, pero a pesar del momento que atraviesa, la pareja se llenó de alegría al conocer el trabajo de los artesanos.
“No tengo palabras, estoy con mucha alegría, con mucha felicidad por toda esta hermosura que nos presenta esta linda ciudad. Cada pieza está hecha con amor, con mucho amor hacia las personas, pero también hacia ellos, siento que Dios está en su corazón, ¡y que viva la navidad!”, señaló la mujer
En Tlalpujahua, además se puede disfrutar de la Feria de la Esfera, la arquitectura colonial y sus vistas a los bosques de pino y oyamel; a escasos 30 o 40 kilómetros, se pueden visitar los santuarios de la Mariposa Monarca “Sierra Chincua” y “El Rosario”, respectivamente, los cuales, al igual que la Villa de Santa Claus, están abiertos al público hasta marzo próximo.
Tlalpujahua, de una tragedia minera a pueblo de artesanías navideñas
Hasta el año de 1937, Tlalpujahua era un pueblo minero con grandes inversiones extranjeras, principalmente de Francia e Inglaterra. Sin embargo, un error técnico provocó un derrumbe que sepultó a la tercera parte de la comunidad y cientos de vidas se perdieron en esa tragedia. A partir de entonces, la mina “Las dos estrellas” cerró de manera definitiva y las familias sobrevivientes quedaron sumidas en la pobreza.
En medio de la crisis económica, Joaquín Muñoz Orta, un padre de familia de Tlalpujahua, emigra a Chicago, donde consigue trabajo en una fábrica de árboles de navidad y esferas de vidrio soplado. Tras un año de labores, regresa a su pueblo, donde junto a su esposa, María Elena Ruiz Villagrán, abre una pequeña fábrica de esferas, donde aplicó los conocimientos y técnicas aprendidas en el país vecino.
Primero vendía sus productos en el Mercado de La Merced, de la Ciudad de México, pero para el año de 1975 y hasta 2005, las esferas de la familia Muñoz se vendieron en Estados Unidos, Canadá, Alaska y algunos países de Europa. Otras familias de Tlalpujahua aprendieron el oficio que se fue expandiendo de manera que, actualmente, hay cerca de 400 artesanos dedicados a la esfera y 4 mil habitantes dependen directa o indirectamente de este artículo decorativo.