Después de una larga noche, pobladores de la isla de Urandén en el Lago de Pátzcuaro, se dieron cita en el panteón de la comunidad.
Desde el pueblo, subieron los altares, arcos, flores y comida para dirigirse a arreglar tumbas y estar todo el día con sus seres queridos.
Las pequeñas canoas van y vienen, algunos tres viajes se avientan. El camino pasa obligadamente por alguno de los manantiales recién restaurados y que ahora son un pretexto para que los visitantes lleguen.
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