(19 de septiembre, 2014).- Una reciente solicitud de información, reveló hace unos días el mapa criminal de México, desde la base de datos con la que cuenta la Procuraduría General de la República (PGR), en el que se incluyen a nueve cárteles de la droga con 43 escisiones, condición que para el sitio especializado en crimen organizado, InSight Crime, es una muestra de la creciente fragmentación que viven los grupos delincuenciales.
Los datos obtenidos gracias al Instituto Federal de Acceso a la Información (IFAI) indican entre otras cosas, las pandillas dependientes de los grandes cárteles, de los que solamente Los Caballeros Templarios y el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) no cuenta con células criminales a su cargo.
A pesar de ello, el cuantioso número de pandillas es también una muestra, de acuerdo a InSight Crime, de cómo las organizaciones criminales más importantes cada vez tienen más dependencia hacia ellas, y en muchas ocasiones fungen como el brazo armado.
Los demás cárteles de la droga enlistados por la Subprocuraduría Jurídica y de Asuntos Internacionales de la PGR –dependencia a la que fue canalizada la solicitud de información— son el Cártel de Sinaloa (Pacífico); Cártel de Juárez (Carillo Fuentes); La Familia Michoacana; Los Zetas; Cártel del Golfo.
De entre estos, es justamente el último con 12 pandillas, el que más depende de terceros grupos menores para ejercer su poder en Tamaulipas, mientras que los Zetas –que en un principio fueron precisamente el brazo armado del Golfo— se colocan en segundo sitio con nueve grupos dependientes.
Para InSight Crime, la información brindada por la PGR fortalece los análisis que diversos especialistas habían emitido, en cuanto a que los grupos del crimen organizado comenzaron a fragmentarse, a raíz de la guerra contra el narco iniciado en 2006 por Felipe Calderón.
No obstante, el caso de la fragmentación de los grupos criminales no es único de México, pues anteriormente en Colombia organizaciones tan poderosas como Los Rastrojos se desmoronaron internamente y dieron pie a la propagación de grupos menores.
Al igual que los cárteles mexicanos, los colombianos desarrollaron una dependencia hacia las pandillas para ejecutar trabajos de menor envergadura. Tal es el caso de los Urabeños, que a pesar de su gran poder narco-paramilitar expandido en todo el país, han recurrido a las llamadas “oficinas de cobro” para realizar asesinatos, almacenar o transportar droga.
Este fenómeno se ha trasladado también a Estados Unidos, aunque también gracias a la participación de los grupos mexicanos. Por ejemplo Barrio Azteca, que nació en una prisión de Texas, y fungió como brazo armado de Juárez, para después convertirse en un grupo mayor con gran influencia territorial.
Con información de InSight Crime.