Carlos Portillo / @portillo_carlos
(5 de enero, 2014).- El Instituto de Investigaciones Biomédicas (IIBm) de la UNAM, lleva ya varios años estudiando el proceso de reorganización cerebral y corporal que sucede en el ser humano al perder la vista. La investigación está a cargo de Gabriel Gutiérrez Ospina y un grupo de científicos, quienes han observado el fenómeno en ratas de laboratorio, con el fin de encontrar una forma de restaurar este sentido.
Luego de perder la vista, el cerebro es informado por el sistema visual, acerca de un problema en las retinas, lo que da inicio a ciertos cambios en él, alterando las estructuras encargadas de procesar la información visual, y las que están relacionadas con el tratamiento de la información auditiva y táctil.
Gutiérrez Ospina señaló que “con el paso del tiempo también se reorganizan las cortezas asociativas, frontal y pre frontal, así como la motora. Luego, el sistema sensorio-motor envía, a través de los nervios correspondientes, información de esos cambios hacia la periferia y el cuerpo comienza a modificarse.”
De esta manera, los cambios que se desatan en el sistema nervioso, tardan unas horas en los sitios más cercanos a los ojos, unas semanas en los que están más alejados, y un mes y medio en el resto del cuerpo.
Es decir que en el tálamo, la reorganización comienza después de unas horas; en la corteza cerebral, luego del primer o segundo día; y en las cortezas asociativas y pre frontal, tarda dos semanas, aproximadamente. Ya establecido este primer proceso a lo largo de un mes o un poco más, el sistema sensorio-motor introduce las modificaciones sensoriales en el cuerpo.
La reorganización a nivel del tálamo y de las cortezas asociativas y motora en el cerebro, es bastante similar. Estas estructuras reciben directa o indirectamente información sensorial, y al perder la visión, las neuronas que antes se dedicaban a recibir y procesar la información visual, ahora “capturan” la auditiva y táctil, y la procesan; “de neuronas visuales se transforman en auditivas y táctiles”, según los estudios.
Asimismo, en la corteza pre frontal, al dejar de recibir el influjo de la información relacionada con la vista, usa la información auditiva y táctil para integrar una suerte de “espacio visual”, que es estructurado a razón de esas dos modalidades sensoriales.
El director de la investigación explicó que en el cuerpo existen dos grupos de nervios periféricos: los somático-sensoriales y los somático-motores; el primero recopila, el segundo expresa, la información que tenemos bajo control consciente. El otro grupo es el de los sensoriales autonómicos y los motores autonómicos, que recopilan y expresan, respectivamente, la información que no tenemos bajo control consciente (por ejemplo, la sensación de “piel de gallina”, cuyo término médico es piloerección).
Al perder la vista, la densidad de estos dos grupos de nervios aumenta en músculos y piel, incrementando así la capacidad de discriminación para cierto tipo de estímulos táctiles, mientras que disminuye para otro tipo de estímulos.
“La modificación no implica que todo se haga mejor en términos de discriminación táctil, sino que hay cosas que se optimizan y otras que pueden verse afectadas”, indicó Gutiérrez Ospina.
En cuanto al ámbito de la audición, los resultados aún son algo inciertos para los investigadores universitarios. No obstante, datos publicados por otros grupos de indagación, apuntan que las propiedades fisiológicas del órgano de Corti, el cual transforma la energía mecánica de las ondas sonoras en energía nerviosa, se ven modificadas.
Uno de los principales obstáculos para el estudio, es que las neuronas visuales no pueden renunciar del todo a la información auditiva y táctil que ya aprendieran a capturar y procesar, luego de que el individuo perdiera la vista y éstas se abocarán a diferentes funciones perceptivas.
El científico de la UNAM, consideró que la clave para la recuperación de la vista es modular la respuesta de la reorganización cerebral. “Debemos tratar de prolongar el periodo en que la corteza visual es reclutada para que ‘capture’ la información auditiva y táctil, y a continuación aprovechar esa ventana de oportunidad para reintroducir el sistema visual”, declaró.
Entre los avances de su equipo, destaca el desarrollo de métodos farmacológicos y nutricionales para evitar que se presente el fenómeno de plasticidad en el cerebro, por lo menos en la corteza somato-sensorial. Lo siguiente es buscar la forma de volver a introducir la vía visual en la zona que corresponde.
Gutiérrez Ospina considera que si combinan la modulación de la reorganización cerebral con un trasplante de retinas, es más probable que puedan lograr un éxito más contundente.
“Si lo hacemos sin tardanza, no les permitiríamos a las neuronas del sistema visual que incorporen otro tipo de funciones que las distraigan de su función central. Estoy convencido de que hacia allá apunta el futuro en materia de recuperación de la vista”, concluyó.