César Vázquez / @LetraMia
Morelia, Michoacán.-Después de los atentados contra los estudiantes, tanto en Tlatelolco, en 1968, como en Iguala, en 2014, que han sido altos costos que la sociedad mexicana ha pagado, se debe rescatar una consecuencia directa: el fenómeno que surge y donde la sociedad civil arrebata la voz, despierta el deseo de luchar una vez más para exigir su independencia y sus libertades.
Así lo analizó el historiador Víctor Ávila Ramírez, investigador de la Facultad de Historia, de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH), quien refirió que las tragedias ocurridas contra los estudiantes deben también valorarse desde una consecuencia social que marca un antes y un después.
Por ejemplo, expuso, en 1968 la matanza de estudiantes en Tlatelolco logró que se debilitara el partido hegemónico gracias a la sociedad civil que se organizó, esta indignación se plasmó en un sistema de partidos y un sistema electoral de competencia abierta y libre.
“La agresión contra los estudiantes de aquel movimiento también hirió al sistema político mexicano, por eso será un fenómeno en el devenir de la sociedad y como un ejemplo de lo que un Estado no debe hacer en términos de su interacción con actores sociales como lo es el estudiantil”, expresó Ávila Ramírez.
Pero a pesar de la indignación generalizada de aquella agresión, no se ha llegado a la meta completa, en México aún carecemos de una verdadera democracia, por eso hay un desencanto de la sociedad.
Esto, expuso, es porque tal vez la apuesta sea errónea, que la alternancia política no lleve a la verdadera democracia ni resuelva los problemas del pueblo mexicano, la democracia basada en la alternancia política no ha resuelto el problema económico.
“Los únicos que han aprovechado esta alternancia política han sido los factores de poder no institucionalizados y que resultaron más empoderados, como los empresarios, las iglesias, los pseudolíderes o los sindicatos, sobre todo porque son personalidades de las que no se puede conocer su vida interna y no se les puede auditar o exigir transparencia”, reflexionó el investigador.
En este contexto expuso que los únicos que pueden seguir aportando y exigiendo por una democracia, son los movimientos estudiantiles, pero deben ser extremadamente cuidadosos y ser responsables de sus acciones.
“Los estudiantes deben darse cuenta que entre su lucha hay estrategias que tienden al rechazo social”, calificó el historiador.
Las protestas no son las formas que actualmente requiere un movimiento estudiantil organizado, la manifestación como las marchas, se convierten en un asunto de condena de la sociedad, no las aprueba, por eso deben buscar nuevos mecanismos, aconsejó Víctor Ávila.
“El reto que tienen les exige mayor talento, mayor imaginación para diseñar estrategias acordes al momento histórico que estamos viviendo; las medidas de presión, la confrontación y la provocación no llevan a ningún entendimiento con las fuerzas del Estado”.
De lo contrario, exhibió, en términos de trasparencia y en términos de manejo de fenómenos sociales las fallas de Estado se están repitiendo nuevamente, esto se refleja con lo sucedido a los estudiantes normalistas de Ayotzinapa.
“La verdad histórica propagada por el ex procurador Jesús Murillo Karam fue un hecho mentiroso, porque no se dio el debido proceso y puso en evidencia que no se conjugaron esfuerzos con los expertos para atender con un verdadero alcance en un hecho tan condenable en una represión”.
En esta realidad las agresiones contra los estudiantes al menos deben ser tomados como fenómenos que ayudan a discutir problemas y ponerlos en un plano nacional e internacional donde se muestra la crudeza del Estado, ello debe llevar a un mejor entendimiento de lo que estamos viviendo.