Históricamente, es gracias a la resistencia, lucha y dignidad de más de 500 años de los pueblos originarios, que sobreviven las lenguas maternas, no a los Gobiernos Federales, Estatales o Municipales, que poco o nada hacen para el rescate de los idiomas originarios.
El oportunismo político, es la constante durante los programas oficiales de esta conmemoración, baste observar los diversos actos encabezados por presidentes municipales, diputados, secretarios de estado e incluso uno que otro regidor arribista, sin embargo, en el devenir histórico, múltiples ejemplos demuestran que cuando los pueblos originarios se organizan y deciden a defender la tierra y el trabajo comunal, los bosques, el agua y la vida, la libre autodeterminación y el autogobierno, florece también la palabra materna.
Para los pueblos y comunidades originarias, la palabra florece cuantitativa y cualitativamente en la lucha, en la defensa de la madre naturaleza, en la restitución del territorio y en la lucha por la autonomía.
En Michoacán, en la década de los 80´s del siglo pasado, en Santa Fe de la Laguna, en el marco de la lucha por la tierra comunal, al lograr el triunfo y el deslinde de tierras a su favor, también emergió el orgullo por la identidad e idioma p’urhépecha, hablar en lengua materna pasó de ser una ofensa, a un orgullo. De esta lucha nació la bandera p’urhépecha y a su paso, la dignidad del rescate de lo nuestro.
Posteriormente, en la Marcha del Color de la Tierra y del III Congreso Nacional Indígena realizado en Nurío, así como en la conformación de su Consejo de Gobierno Comunal en el 2005, nuevamente afloró el sentimiento de recuperar la historia, cultura, idioma y arte del p´urhé. En la organización y lucha de diversas comunidades indígenas emergió el sentimiento de identidad originaria.
Otro ejemplo más, se manifestó en Cherán en el 2011, mediante la defensa de los bosques, paralelamente fue creciendo el rescate de su cultura, la Ronda Comunitaria utilizó entonces como símbolo de identidad a la bandera p’urhépecha, se crearon murales basados en su historia y cosmovisión, y germinó a continuación la idea impostergable de rescatar el idioma de los antepasados, de los abuelos en el camino.
En numerosos movimientos sociales, en comunidades como Cherán Atzicurín, Zirahuén, Turícuaro, Arantepacua, Caltzontzin, Pamatácuaro, Huecorio, Sevina, Urapicho, San Felipe de los Herreros, Aranza, Quinceo, Zopoco y Carapan, entre muchos otros; al organizarse comunalmente, luchando por su libre autodeterminación y la defensa de sus derechos colectivos, las comunidades utilizaron el idioma p’urhépecha como un arma, en las mesas de trabajo y de negociación, ante los gobiernos mestizos hablaron en su idioma materno, para llegar a acuerdos entre ellos, sin que intervinieran los ajenos a las comunidades y demostrar unidad orgánica y de acción.
En perspectiva, no existen políticas públicas cualitativas que promuevan el rescate efectivo de la lengua materna, ni mucho menos la atención en oficinas públicas en idiomas indígenas, contrario al lenguaje oficial, no existe la atención general multilingüe. El Estado trabaja con un doble discurso, por un lado, manifiesta reconocer los derechos, costumbres y tradiciones de los pueblos originarios, pero en contraparte, no garantiza el derecho innegable de millones de indígenas a recibir atención pública en su idioma materno.
En educación, en diversas comunidades originarias, en cientos de escuelas, no imparten clases en la lengua materna. En justicia, en la práctica la mayoría de los indígenas detenidos no cuentan con funcionarios que hablen y traduzcan los idiomas originarios. En salud, no se garantiza el uso del idioma materno para recibir atención médica, en pocas palabras ‘‘es el mismo gobierno en sus tres órdenes el principal violador de los derechos lingüísticos’’ (Fuente: En cien años se perderá la mitad de 6 mil lenguas indígenas en el mundo / La Jornada 20/Feb/2019).
En síntesis, los gobiernos federales, estatales o municipales, no mantienen un interés legítimo por conservar los idiomas maternos, dado que históricamente han creado políticas públicas tendientes a la desaparición de las comunidades, la castellanización, la incorporación y el integracionismo, estableciendo formas de relación de opresión y dependencia. En este marco, son las propias comunidades originarias qué mediante la resistencia y lucha dialéctica, han rescatado y fortalecido sus idiomas milenarios.
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