Adriana Romero Beltrán / Colectivo Emancipaciones
La elección presidencial del 2012 ha sido una de las más polémicas en la historia de México. Fuimos testigos de una telenovela en los programas de revista donde se hacía close up a los ojos llenos de amor de un candidato a la Presidencia de la República; se exhibió el uso de una cantidad incuantificable de dinero en campañas electorales que todavía no explican de dónde salió y se tapizaron paredes con tarjetas pre pagadas de un supermercado, evidenciando el intercambio del hambre por votos.
¿Es esto algo nuevo? No, sólo que esta vez los medios de comunicación masiva se hicieron presentes en cada paso o resbalón de los presidenciables. Las empresas televisoras, periódicos, revistas y medios electrónicos muestran que sus intereses económicos o simpatías hacía algún candidato van más allá de su obligación de presentar a la sociedad información veraz y objetiva. Las publicaciones tendenciosas, las entrevistas, el silencio o la omisión de información son evidentes.
Fue el resultado de las elecciones del 2012 y el uso estratégico y malicioso de la televisión como medio masivo de comunicación por excelencia, lo que colocó en el debate el tema de la democratización de los medios de comunicación. Hoy los medios electrónicos son los nuevos espacios de debate y crítica. Sin embargo, estamos muy lejos de que se presenten a la sociedad las dos caras de la moneda de cada personaje o partido político, lo que haría posible que en lo individual se hiciera un juicio más integral para decidir por nuestra cuenta si queremos o no votar y por quien.
Son más los productos de información en el mercado que se dedican a ensalzar las acciones gubernamentales y a proyectar a muy nuevos o muy viejos actores políticos para puestos en el poder. Los espacios críticos, con cierta libertad para hacer reflexiones y lo que se llama periodismo de investigación están siendo acotados. Y es que hasta estos programas sólo rascan de un lado, lo que causa por lo menos suspicacia en relación con sus propios intereses. Pero bueno, supongamos que hacen balance entre tanto periodismo chayotero.
Preocupa que después de exponer casos de tráfico de influencias y corrupción, se despida a quien los presentó y se saque del aire a un programa del balance que, por lo menos, nos mostraba otro lado de la información y nos permitía realizar confrontaciones. Lo que nos deja menos espacios para el debate y la crítica en radio y televisión, alejándonos cada vez más de la democratización de los medios de comunicación.
Y es que el poder de los medios se hace presente en muchos aspectos de la vida, influye en lo que comemos y pensamos. Para la población hay telenovelas que reproducen roles de machismo, religiosidad, frivolidad. Mientras que los partidos políticos y sus integrantes cuentan con producciones especiales, con el apoyo periodístico, televisivo o de medios electrónicos, que de a poco o de a mucho van presentando al candidato perfecto que el pueblo necesita. En este caso quien tiene más saliva traga más pinole.
¿Cuántas historias, reflexiones e investigaciones se han quedado en el tintero por no convenir a los intereses de quien decide qué se publica? Es decepcionante. En medio de los intereses personales de los que informan nos encontramos como una sociedad en realidad desinformada. En México no leemos lo suficiente y nos creemos revolucionarios por dar like y repostear críticas al gobierno, lo que por supuesto es una muestra de inconformidad que se debe hacer escuchar; pero además, debemos ser críticos, curiosos, informados; analizar quién escribe, desde dónde, para qué y para quién.
La democratización de los medios debe ser eso, democratizar a los medios en los que la sociedad tenga información veraz que le permita realizar juicios personales sobre lo que lee, escucha, ve y no una verdad digerida y presentada con una carga ideológica establecida. Eso implica un debate abierto sobre las diversas posturas partidistas, sociales y culturales entre los distintos actores que las representan; significa una crítica libre a los poderes políticos, económicos y sociales; supone que la sociedad tenga voz y lograr que ésta sea escuchada por ser tan fuerte como la voz de los que tienen recursos para sobornar, pagar los espacios publicitarios o que son amigos íntimos de los poderosos medios de información.
Se trata de no ser una sociedad inmersa en medio de campañas publicitarias donde gane quien tenga más cercanía a la audiencia. La sociedad no debe servir como pieza de ajedrez en los movimientos perversos de las clases políticas que compran y utilizan a los medios de comunicación para lograr simpatías en las elecciones. No es cosa menor, los medios masivos de comunicación han hecho presidentes, han destrozado campañas políticas, han maquillado verdades, han transformado mentiras y han reinventado la historia.
Adriana Romero Beltrán. Maestra en Derecho Procesal Constitucional por la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo. Integrante del Colectivo Emancipaciones.