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«El torneo de lazo»: La tradición de la violencia

Rosario Herrera Guido

Verdaderamente el hombre es el rey de las bestias,
pues su brutalidad sobrepasa a la de aquellas.
Vivimos por la muerte de otros.
¡Todos somos cementerios!
Leonardo Da Vinci

El llamado “Torneo de Lazo”, también conocido como “Jaripeo Ranchero”, “Jaripeo Bravo”, “Torneo a capa, lazo y jinete”, “Toros Destripa Caballos”, “Toros Buscacaballos” “Toros Matacaballos”, según el estado del país o el bárbaro empresario que lo organiza, es un “espectáculo” originario de Yucatán, donde tiene un gran arraigo a lo largo y ancho del territorio.

Estamos ante una mixtura de la tauromaquia por el evidente uso de ganado bravo y de la charrería, cuya agresividad y violencia es defendida como patrimonio cultural intangible de México, en el que participan jinetes lazadores a caballo. El objetivo, para asombro de propios y ajenos, es concursar para alcanzar el premio al mejor lanzamiento del Toro de Lidia desde el caballo, y una vez lanzado ponerle “pial”, sujetarle con el lazo los miembros posteriores y jalarlo con el caballo para “tumbarlo”, todo este cruento espectáculo acompañado con la espléndida música popular de fondo.

La barbarie es vendida como el principal atractivo en estos “Magnos Espectáculos”, pues el uso de ganado de casta brava “a cuerno limpio”, con toros previamente torturados, para que salgan a trompicones contra los caballos y sus jinetes, a producir invariablemente graves y mortales heridas en los caballos como el destripamiento, y alcanzar el primer lugar para el dueño del toro que mate más caballos (con un record hasta de 100 caballos asesinados por un solo toro). Los caballos mueren de dolor lentamente, y los jinetes y personas que participan en el evento están expuestos al mismo peligro que los caballos. Todo este cruento espectáculo en presencia de menores, para que se eduquen en la crueldad, se hagan “hombrecitos” e inmortalicen “la tradición de la violencia, ¿la violencia de la tradición?”. Para Gloria del Patriarcado de la Violencia.

Aunque el “Torneo de Lazo” es una actividad ilegal, mandatada por las normas federales y estatales, estos “Espectáculos Tradicionales” se realizan sin ninguna restricción y la mayoría promovidos por autoridades municipales y hasta parroquiales (sin la intervención de Francisco, el Papa de la Encíclica Laudato Si, la Carta Ecológica y Animalista dirigida para educar al Mundo Globalizado, basada en las Florecillas de San Francisco y en la Ética Planetaria desde el Gran Sur de Leonardo Boff. Sí, Francisco, que desde de que llegó a la Silla de Pedro, no envía ni señales a los párrocos del mundo católico, para que dejen de ensangrentar los festejos de Vírgenes y Santos con cruentos asesinatos de animales en las ferias piadosas.

Pero, ¿por qué esta íntima relación entre la religión y la matanza de animales? ¿Entre la muerte y la religión? ¿Necesita todavía la cultura actual, en pleno siglo XXI, el asesinato en lo real del padre, que prohíbe a la madre como objeto sexual, para introducir la ley y fundar la cultura? ¿Por qué la muerte del animal, el tótem, sigue representando al padre portador de la ley que prohíbe el incesto, para que una vez muerto ya no sea accesible la madre? Pero si la cultura puede pasar del asesinato real al simbólico, como metáfora (sustitución), como todo mito y acto poético, como en la tradición del Torito de Petate, que es el único que debe ser declarado patrimonio cultural intangible de Michoacán, para ir más allá del padre, pero valiéndose de él (como dice el pensador y psicoanalista francés Jacques Lacan).

Un paso, de lo real a lo simbólico, que no se puede dar sin la prohibición de la violencia a través de la cultura y la educación, para transformar la agresividad en creatividad, en lugar de promover y/o tolerar que el pueblo libere su agresividad en los animales, ¿para que no la descargue en los gobernantes? Pero si en realidad es al revés, como lo descubrieron y mostraron Freud, Lévi-Strauss, Bataille, Lacan, Derrida y Eugenio Trías, sin falta moral, sin caída, sin pecado original, sin crimen ni sacrificio (que promueve la dimensión de lo sagrado), no hay culto, fundamento de la cultura, que se despliega en el arte: la arquitectura, la música, la danza, la escultura y la literatura, pero a través de representaciones simbólicas, no reales y menos terroríficas, que abisman a la humanidad en la incultura y la barbarie.

Como en un barrio de monterrey, en el que niños que no pasaban de 15 años, le prendían fuego a las casas cuando sus dueños estaban ausentes, estando las mascotas dentro, ante lo que vecinos alertaron a las autoridades que malgobiernan y no hicieron caso, y los muchachos después secuestraron al de seis años, lo ataron y acuchillaron y lo enterraron en un riachuelo. Un horrendo crimen ante el que la periodista Beatriz Pagés Llergo dijo que este era un “Drama Nacional” que nos interrogaba: “¿Qué hemos hecho, o qué no hemos hecho?”.

Y nuevamente en Monterrey, donde un niño saca de su mochila una pistola y con puntería de pistolero les dispara en la cabeza a su maestra y sus compañeros.

Un escándalo que ni la policía, ni los criminalistas, ni los periodistas, menos las psicólogas doctoradas en la UNAM, jamás pudieron vincular con el padre cazador, porque la caza es un deporte incuestionable … preparar en armas al niño y llevarlo de cacería a matar animales, conejitos y pajaritos, o borregos cimarrones y venados, por matar, no tiene nada qué ver con que un día, este evidente deseo de matar se dirija hacia la maestra y los compañeros de escuela.

Pero la cacería, como es paralela al gran negocio de las armas es intocable. Tal vez por eso tanta censura para interpretar correctamente la tragedia del niño asesino y suicida de Monterrey.

Todo un Imperio de la Barbarie que no toca nadie, ni la tan cacareada Reforma Educativa, ni las Secretarías de Cultura ni las Cúpulas del Poder, ni el Alto Clero porque suelen ser muy aficionados a estas bárbaras tradiciones. Un desolador horizonte en el que el Estado y sus instituciones educativas y culturales asumen en silencio su derrota, pues no tienen ni la menor idea de cómo derivar la agresividad hacia la creatividad.

Por eso se realizan al año 500 Bárbaros Espectáculos, con la destacada cultura de la violencia de Michoacán, Yucatán, Morelos, Guanajuato, Querétaro y Jalisco, donde el Record Guiness lo tienen Michoacán, Yucatán y Morelos, tierras en las que casi todos los días se realiza un evento de estos. Dando un claro mensaje de morbo, violencia y peligro, contrario a la legalidad, el respeto a los animales y los derechos humanos.

“El torneo de lazo” puede anunciar de 6 a 20 toros, que se sueltan uno a uno estando al mismo tiempo dentro del ruedo cada toro con 8 y hasta 20 caballos con sus jinetes, provocando un alto e inminente potencial de riesgo para los caballos, los jinetes y las personas. El impacto económico de esta ilegal actividad se puede medir en la ganancia de los ganaderos, organizadores y cómplices municipales y estatales.

Contra la barbarie hacia los animales que como un boomerang se nos regresa cual violencia escolar, intrafamiliar, de género, social y crimen organizado, todo nos asiste: la Declaración Universal de los Derechos de los Animales, adoptada por la Liga Internacional de los Derechos del Animal (1977) y aprobada por la Organización de Naciones Unidas (ONU), y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), suscritas por México, de cuyo compromiso surge la Ley General de los Derechos de Humanos de Niñas, Niños y Adolescentes (vigente desde el 4 de noviembre de 2014), cuya columna vertebral en su artículo 6 Fracción XIII, “mandata el derecho a una vida libre de violencia”. ¡Alto al “Torneo de Lazo: la Tradición de la Violencia, la Violencia de la Tradición!

29 marzo, 2017
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