En las redes sociales, el término japonés tsundoku se ha convertido en un fenómeno viral que expone una realidad incómoda: la tendencia a comprar libros que nunca llegamos a leer. Esta palabra, que combina tsunde (apilar cosas) y oku (dejar algo para después), refleja una práctica cada vez más común en la era digital, donde la compra de libros físicos sigue siendo un placer, aunque su lectura quede relegada a un segundo plano.
El placer de acumular historias que no se leen
Si bien el amor por los libros sigue intacto, muchos lectores han reconocido en redes sociales que su colección crece más rápido de lo que pueden leer. TikTok e Instagram han sido las principales plataformas donde se ha popularizado el término, con usuarios compartiendo imágenes de sus estanterías repletas de títulos pendientes, acompañadas de hashtags como #tsundoku y #bookhoarder.
Para algunos, la compra de libros se ha convertido en un acto impulsivo que genera satisfacción instantánea, similar a una compra por placer. Sin embargo, psicólogos sugieren que este comportamiento puede estar vinculado con el efecto Diderot, una teoría que explica cómo la adquisición de un nuevo objeto genera la necesidad de seguir comprando más.
Entre el consumismo y el amor por la lectura
Aunque el tsundoku podría interpretarse como un simple exceso de consumismo, muchos lo ven como un reflejo del deseo de aprender y mejorar. Según un estudio de la Universidad de Yale, las personas que leen regularmente viven en promedio dos años más que aquellas que no lo hacen, lo que refuerza la importancia de convertir esta acumulación en un hábito de lectura real.
Por otro lado, algunos lectores defienden el tsundoku como una forma de biblioterapia: la sola presencia de los libros en casa les proporciona consuelo y motivación para, en algún momento, abrirlos y sumergirse en sus páginas.
De la acumulación a la acción
Para quienes buscan transformar su tsundoku en una lista de lecturas completadas, algunos consejos incluyen establecer objetivos realistas, limitar la compra de nuevos títulos hasta terminar los pendientes y crear una rutina de lectura. Además, aplicaciones como Goodreads o StoryGraph pueden ayudar a organizar las lecturas y hacer seguimiento del progreso.
Al final, el tsundoku no es necesariamente un mal hábito, sino un recordatorio de que el conocimiento y la curiosidad nunca se agotan. Y si bien la acumulación de libros sin leer puede generar culpa, también es una muestra de que siempre habrá historias esperando ser descubiertas.