Sixto Flores
La fabricación de “El Michoacano de La Colina” representó para Francisco Arreola vencer sus miedos y afianzar amistades, aunque tuvo que perder algunas en el camino. Lo que de niño le aterrorizaba más tarde le causó afición, a tal grado, que decidió hacer su propio torito de petate.
“De niño me daban mucho miedo los toros, en la colonia donde yo vivía bajaban los de Charo, venían disfrazados con máscaras que me daban mucho miedo. Ahora yo soy el que los hago”.
Echando mano de su astucia y de tutoriales de YouTube, así como del apoyo de sus amigos y familiares, Don Pancho ha perfeccionado la elaboración del toro con el paso de los años.
Escarcha, papel metálico, papel bond, aluminio, diamantina, terciopelo, madera, cuernos y rabo naturales, además de una estructura de metal que los constructores de toritos de la vieja escuela realizaban en madera, esos son los materiales principales. El peso del toro superó este año los 40 kilos.
Don Pancho no heredó la tradición de hacer toritos de petate de su familia, la idea de sacar un toro surgió de una inquietud entre amigos hace 16 años. Al menos los últimos ocho años él se ha encargado del diseño y elaboración, junto a vecinos que le ayudan, aunque a veces sea sólo con apoyo moral y con una cerveza en la mano. Constantemente los reprende por darle de beber a su papá, que siempre está al pendiente de los avances del torito.
El Negro, El Chespi, El Picallo, El Flores, El Bombón, El Choco, El Maracas, Víctor, Martín y Jairo fueron los amigos y vecinos que este año le ayudaron en la construcción que tuvo lugar en la casa de sus padres.
Cada quien sus orígenes
Sobre cómo surgió la tradición, Don Pancho refiere que tuvo que ver con el proceso de evangelización en tiempos de la Conquista.
“Hay varias versiones de cómo surgieron los toritos, pero la que más creemos es la que dice que durante la conquista de México, Tata Vasco, para hacer bajar a los indígenas de los cerros, creó un torito de petate con tambores. Buscaba evangelizarlos”.
Para la Academia la evangelización sí formó parte de la tradición, pero la versión que más credibilidad tiene entre los estudiosos del tema sobre el origen es la que expone Jorge Amós Martínez en su libro “¡Epa! toro prieto. Los toritos de petate”.
En su libro el historiador demuestra el origen africano de la tradición, la cual se asocia a un rito bantú de la región Congo-Angola, relacionada con esclavos traídos a la Nueva España en el siglo XVII, los cuales en realidad veneraban al búfalo africano, un ancestro tótemico ligado al concepto del ser y al culto a los ancestros. Producto del mestizaje, la tradición terminó por asociársele al toro español, en una danza en la que confluyeron indios, mestizos y negros.
Los personajes que acompañan al torito actualmente son el apache, el caballito, la maringuía, el caporal, el abuelito ya casi no se utiliza, pero se han integrado más apaches.
‘Los toritos no son negocio, es un gusto que nos damos’
Alrededor de diez personas contribuyeron a la elaboración del toro pero son entre 20 y 25 vecinos los que cooperaron para los materiales, cuyo costo oscila entre los cinco y los seis mil pesos. Se utilizaron casi 30 rollos de escarcha de cien metros para la cola del pavo real, y cada rollo cuesta alrededor de 80 pesos.
A veces el éxito de un torito es la banda, refiere Don Pancho, quien subrayó que en el pago de la misma se irá la mayor parte del dinero que obtengan. La elaboración de un toro no es un negocio, por el contrario termina perdiéndose porque no hay en realidad un interés económico sino festivo. Sin embargo hay que recuperar una parte de los gastos, por lo que este año la tarifa por canción será de 40 pesos o tres ‘toros’ por 100 pesos.
“Este año traemos una banda muy buena. Esto no es un negocio, es un gusto que nos damos. Lo que se recauda por los bailes es apenas el 50 por ciento del costo del toro, ya descontando el pago de la banda. Lo anterior sin contar comidas y bebidas de todos los que participan en el toro en los días que se saca a bailar”.
Sobre la violencia en esta tradición, Don Pancho no reconoce que sí han tenido peleas años atrás, aunque aclara que tienen más que ver con rencillas entre personas que andan en diferentes toros, que al calor del alcohol se envalentonan, y no tanto por enemistades entre barrios. “Buscamos llevar una fiesta sin violencia, que los niños puedan seguir disfrutando esta tradición”.
Este sábado a las 10 de la mañana participarán en el desfile organizado por el Ayuntamiento, pero su salida oficial será a las 4 de la tarde en la esquina de avenida Pedregal y Andador Topacio, desde donde saldrá para invitar al jolgorio, a la verdadera verbena popular que escapa de los intentos oficiales de apropiarse de un esfuerzo festivo surgido auténticamente de los barrios populares.
Y es que hasta 1950 los toritos fueron considerados tradición y se eliminó la solicitud de permiso y el pago que debían realizar al Ayuntamiento. El primer registro de toritos de petate en Michoacán data de 1586, cuando Fray Alonso Ponce visita Tarimbaro (antes Istapa) y es recibido por indios enmascarados que corrían retando a un toro, bailando al son de tamboriles y trompetas.