El miedo seca la boca,
moja las manos y las mutila.
El miedo de saber nos condena a la ignorancia;
el miedo de hacer, nos reduce a la impotencia.
La dictadura militar, miedo a escuchar,
miedo a decir, nos convirtió en sordomudos
(…) pero no se necesita ser Sigmund Freud
para saber que no hay alfombra que pueda
ocultar la basura de la memoria.
Eduardo Galeano, El libro de los abrazos, 1989.
Quienes exhibieron dudas sobre la sinceridad
de propósito en las audiencias para discutir este tema,
tienen ahora una razón para celebrar:
sus voces fueron escuchadas.
Ricardo Raphael, “¿Guardia Nacional: ¿desmilitarizar militarizando?,
Proceso, 13 de enero de 2019:59.
La mayoría esperaba del PRI la peligrosa y reprobable aprobación de la Ley de Seguridad Interior (una nueva etiqueta para una añeja y errática estrategia), para legalizar la permanencia del Ejército en tareas de Seguridad Pública y la consecuente militarización del país, que afortunadamente fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en un tiempo en que la memoria histórica y la dignidad de Morena y Movimiento Ciudadano votaron en contra.
Después, como saben quienes no sólo oyen sino escuchan, Obrador cambió el discurso de campaña sobre el paulatino regreso de la milicia a sus cuarteles a la propuesta de la Guardia Nacional (que en la Carta Magna es una organización civil y ciudadana). Pero tras la visita del Presidente Electo a la Secretaría de la Defensa Nacional, propuso entregar la organización civil y ciudadana al adiestramiento castrense y al mando de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Recordemos que la Guardia Nacional históricamente surge durante la invasión de Estados Unidos de Norteamérica, para movilizar a la ciudadanía en defensa del territorio. Por ello, es increíble que se le entregue una Guardia Nacional al Ejército, así sea tras la máscara de que sólo va a ser a través de su formación castrense, vaciándola de todos modos de su contenido civil y ciudadano, para justificar su crecimiento en facultades hasta de investigación y más todavía en número (50,000 efectivos, para más detalles, inocentes jóvenes a quienes se les está convocando a defender a la ciudadanía de los recientemente bautizados por el mismo Obrador, en sus conferencias mañaneras, como “traviesos”). ¿Así va a nombrar a los causantes del robo de 65, 000 millones de pesos por año? —preguntó una periodista. Sí —dijo el Presidente— “traviesos”. ¡Ni de broma! Porque si son traviesos sólo se merecen unos coscorrones o unas nalgadas.
La Guardia Nacional surgió para movilizar a la ciudadanía en defensa de su Patria y para enfrentar la dictadura militar de Antonio López de Santana y derrotar al Ejército Virreinal. Santana pretendió someter a la Guardia Nacional pero por fortuna fracasó. Si las mayoritarias de Morena y sus aliados en las cámaras baja y alta de Morena, aprueban el dictamen de la Guardia Nacional, van a cumplir la Pesadilla de Poder de Santana, un poder absoluto militar que no tuvo ni Santana, pues es una institución civil y ciudadana en la Carta Magna, que podría tal vez movilizar a la ciudadanía, profesionalizar a las policías federales, estatales y municipales, además de coadyuvar en las tareas de seguridad y paz de la Nación. Pero si se comete el error histórico de vaciar de su contenido civil y ciudadano a la Guardia Nacional, para entregársela a la Secretaría de la Defensa Nacional, así se reduzca a su formación castrense, México dejará de tener un régimen civil, orgullo de nuestra historia, para instaurar un régimen cívico militar, con su lógico costo en vidas, sangre, derechos humanos y la ya creciente descomposición moral de la sociedad mexicana. Un régimen cívico militar y un Estado de Excepción de facto que de diversas maneras ya hemos tenido durante todos estos 12 y medio años. ¿Para qué darle más potencia y legalidad constitucional a esta errática guerra?
Durante todos estos años, la empresa militar ha llegado a permear todo el tejido social, vistiendo a la nación de verde olivo, no sólo porque la milicia se pasea por todas las carreteras, avenidas y calles, mientras l@s ciudadan@s son extorsionad@s hasta por teléfono, con cobros de piso como pan cotidiano, secuestros, tráfico de estupefacientes, huachicol y hasta órganos, además de feminicidios a la orden del día.
Mientras el presupuesto del Ejército crece exponencialmente hasta con los fondos de las policías estales y municipales, sin tener que darle cuentas a nadie, por sus tareas de apoyo contra el narcotráfico y crimen organizado. Como se difunde por invetigador@s, la milicia ya viene participando en todas las empresas: la marina mercante, el muro perimetral del NAIM, los centros de recreación para que los niños convivan con los soldados y alimenten su vocación militar, los futuros condominios de lujo de Santa Fe y el Aeropuerto de Santa Lucía.
La militarización del país implica la crisis de derechos humanos más grande que viene enfrentando este país. Y durante toda esta tragedia nacional, la oposición más férrea fue Morena; pero al llegar al poder le dio la espalda a sus electores. ¡Mucho cuidado con el mensaje a la ciudadanía de que como la Carta Magna estorba hay que reformarla hasta pulverizarla! Tanto poder al Ejército puede llevar a un golpe de Estado o a la Presidencia de México, en un futuro no muy lejano, a un militar, como en Brasil. ¡Entonces sí que Morena “va a hacer historia”!
México se diferencia de los demás países de América Latina por no haber tenido un régimen militar después de la Revolución Mexicana, durante todo el siglo XX, mientras toda Latinoamérica se militarizó y su población sufrió el terror militar más sociopático de toda su historia.
Si se reforman la Carta Magna, según se argumenta, por un lapso de tiempo (¡5 años!), el crecimiento del ejército y la asignación de tareas de seguridad pública y de investigación como lo propone la iniciativa que está por aprobarse, se va a militarizar al país como no se hizo durante todo un Siglo.
Los datos acumulados durante doce años de militarización de la Patria, confirman que la militarización no trae consigo seguridad ni paz, y sí violación de los derechos humanos. Una etiqueta nueva para lo mismo o algo peor: que se va a policializar al ejército; que es policía militar pero más civil que militar; que la milicia sólo va a dar capacitación castrense y dos civiles la van a dirigir: el Presidente y el Secretario de Seguridad.
A la Guardia Nacional, ¡para la historia también!, hasta Ricardo Raphael se suma, sólo porque este 11 de enero el Presidente de la Esperanza y la Felicidad, escuchó las voces expertas y académicas de las audiencias y la protesta social, y ofreció quitarle el mando al Secretario de la Defensa Nacional, para que la nueva institución dependa desde su nacimiento del poder civil (Ricardo Raphael, “Guardia Nacional: ¿desmilitarizar militarizando?, Proceso, 13 de enero de 2019, pp. 58-59). Entonces, ¿si va a tener mando civil y ciudadano, para qué la reforma a la Carta Magna, instrucción castrense y presupuesto militar?
Más todavía, ¿si Presidente de la Cuarta Transformación está más que convencido de que es posible moralizar a México, con su Constitución Moral y sus prédicas matutinas en las que le dice a todas y todos l@s mexican@s que debemos portarnos bien, como suele decir, “porque me canso ganso”, para qué necesita una Guardia Nacional que no tuvo ni Santana?
Son tantas políticas públicas las que hasta el momento deja fuera la Cuarta Transformación por esta obsesión militar, aunque “el fuego no se combate con el fuego”, que no terminaría en este breve artículo de enumerar, a propósito de construir de manera transversal una Cultura de Paz, que se resumen todas en una tarea ante la que el Estado Mexicano, sus políticos y dirigentes no sólo han sido impotentes sino ajenos, por ignorancia o por inconsciencia, o porque se sienten como peces en el agua en esta cultura de la violencia: formar desde la cultura y la educación en la transformación de la agresividad en creatividad. Como dijo Freud: “He aquí, a mi entender, la cuestión decisiva para el destino de la especie humana: si su desarrollo cultural logrará, y en caso afirmativo en qué medida, dominar la perturbación de la convivencia que proviene de la humana pulsión de agresión y de autoaniquilamiento” (Freud, El malestar en la cultura (1930), Amorrortu, Buenos Aires, 1979:140).
Apenas se puede creer que el diputado Mario Delgado, falazmente diga que quienes no están por la Guardia Nacional es porque no proponen nada a cambio o porque quieren que la violencia del país siga como viene estando. ¿Acaso no ha leído algunos de los cientos de artículos y argumentos en contra, escritos y argumentados por inteligencias y culturas a todas luces más agudas e informadas que él? Ni modo, cuando alguien por fin encuentra un amo, es más que imposible convencerlo de que podría estar al menos un poco equivocado.
Como le comentaba a John Ackerman un twitter, donde defendía (para sorpresa de la intelectualidad nacional), la creación de la Guardia Nacional, diciendo que no eran militares sino “policías militares” los que la iban a conformar y capacitar a 50,000 jóvenes para que se sumaran: “Perdón doctor, pero “policía militar” es un oxímoron, desde la Retórica de Aristóteles (siglo IV a.e.), donde un término excluye al otro. Entonces, de todos modos, ¡Juan te llamas!”.