Enrique Alvarado / @kikin_agz
(5 de abril, 2014).- En medio del escándalo llegó y en el escándalo se va; tras más de 14 años de operaciones con al menos dos dudas de fraude en elecciones presidenciales y una larga estela de opacidad e incompetencia, el Instituto Federal Electoral (IFE) deja de existir para dar paso al Instituto Nacional Electoral (INE).
En 11 de octubre de 1990, el IFE comenzó sus labores como una especie de solución luego de la famosa caída del sistema de 1988, que colocó a Carlos Salinas de Gortari en la presidencia ante los reclamos del opositor Cuauhtémoc Cárdenas, quien arguyó fraude ante la Comisión Federal Electoral.
Génesis turbulenta
Antes de realizar sus primeras elecciones presidenciales, el IFE fue reformado en 1993 en el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales para darle las facultades de establecer tope en los gastos de campaña electorales, otorgar validez a las elecciones de diputados y senadores, y dar constancias de mayoría de votos para los candidatos electos.
Así, en 1994, entre agitación social por el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y el escándalo nacional por el asesinato del candidato priista, Luis Donaldo Colosio, se realizaron los primeros comicios presidenciales el 21 de agosto, en los que el candidato bombero Ernesto Zedillo venció a Cárdenas, nuevamente postulado por la izquierda, y a Diego Fernández de Ceballos del Partido Acción Nacional (PAN), para continuar con el régimen tricolor.
Testigo del régimen tricolor
A pesar de que ese mismo año, la reforma electoral trajo consigo la institución de los “Consejeros Ciudadanos”, elegidos por las fracciones de los partidos en San Lázaro, el cambio que se preveía en beneficio de la población nunca llegó, pues dos años más tarde en los medios se criticaba si éstos realmente representaban a la ciudadanía; la única respuesta del Instituto fue cambiar el nombre por el de “Consejero Electoral”.
En esa misma reforma de 1996, se logró una ya reclamada independencia y autonomía total del Poder Ejecutivo, situación que algunos especialistas señalan como el causante de que en las elecciones intermedias de 1997, el PRI perdiera por primera vez su mayoría en la Cámara de Diputados.
Independencia total: llega la democracia de papel
A ese primer periodo de cambio político, se sumó la llegada de José Woldenberg a la presidencia del Instituto, bajó su mando se realizaron las elecciones presidenciales del año 2000, aquellas del famoso cambio comandado por el panista Vicente Fox Quesada, que terminó con 70 años de la “dictadura perfecta” del PRI. Eran momentos de gloria para México y el IFE, por primera vez la población tenía confianza en que las elecciones habían sido justas, y el país gozaba de los nuevos bríos democráticos, aunque ninguna de las dos sensaciones duraría mucho tiempo.
Para 2003, ante la salida de Woldenberg, Luis Carlos Ugalde tomó su lugar con le enmienda de conservar la confianza del electorado y la población en general, sobre las transparencia con la que se suponía había laborado su predecesor. Sin embargo, llegaron las elecciones de 2006 y sin la representación del Partido Revolucionario Democrático (PRD), por factores políticos, el IFE y Ugalde fueron testigos presenciales, e incluso después acusados de cómplices, del proceso electoral más criticado de la historia.
El fraude de 2006
A 2006 llegaban el candidato favorito de la población Andrés Manuel López Obrador, otrora Jefe de Gobierno del Distrito Federal contra un hasta entonces desconocido, Felipe Calderón, del PAN. Luego de un proceso electoral manchado por la satanización mediática al líder de la izquierda, Calderón fue declarado ganador con un 0.56 por ciento de diferencia.
Obrador señaló fraude electoral, y gran parte de la población reclamaba que se habían robado la presidencia, situación, lo que desembocó en la petición de realizar un conteo voto por voto, y el prolongado bloqueo de Paseo de la Reforma, entre señalamientos como la compra de votos, el robo de urnas, y una campaña de odio contra el opositor, ante la complacencia del IFE.
Un año después Luis Carlos Ugalde abandonó la presidencia entre fuertes acusaciones como comparsa del “robo”; el órgano electoral era puesto nuevamente en la palestra y su credibilidad se quebrantaba.
A raíz de ello, y con la duda latente, el semanario Proceso solicitó la apertura de los paquetes electorales ante el Comité de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), la resolución fue dada a conocer en julio del 2013 y acreditó el sistema electoral mexicano para negarse a otorgar información referente a la publicación.
“El pasado 18 de julio (2013), la ONU resolvió a favor del Estado mexicano la queja que presentó la revista Proceso como último recurso para conocer la manera en que se computó aquella elección, resuelta por el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) a favor de Calderón con una diferencia de apenas el 0.58% de los votos”, se leyó en un informe del semanario, lo que dio paso a la destrucción de las boletas usadas en los comicios.
Elecciones televisivas y el caso Monex
La remoción de Ugalde, vino acompañada de una nueva reforma electoral que entre otras formalidades nunca constatadas, estableció que los tiempos de los partidos políticos en los medios serían otorgados por el órgano electoral.
Para las elecciones intermedias de 2009, el clima de desconfianza y el hartazgo entre la población eran evidentes, hasta el punto de convocarse popularmente a ejercer el voto nulo, fenómeno que ni con Leonardo Valdés Zurita a la cabeza se pudo frenar, y en dichos comicios se presentó un alto nivel de abstencionismo. 34 millones de votante por 78 millones inscritos en el padrón electoral fue la cifra contundente que hundía cada vez más a la clase política y al IFE.
En 2012, ante el estallido de la juventud que reclamaba un proceso electoral democrático a nivel político y de medios, se llevaron a cabo las elecciones que enfrentarían al ex gobernador del Estado de México, el priista Enrique Peña Nieto, Josefina Vásquez Mota del PAN y nuevamente a López Obrador, representante de las izquierdas.
El IFE, nuevamente fue acusado pero ya no sólo de incompetencia, sino también de obviar los delitos electorales y colusión. Los motivos: la proyección desmedida de Peña –candidato ganador- en las pantallas de Televisa, un exceso en los gastos de campaña, y nuevamente la cooptación de votos, esto último contenido en el Monexgate, donde el Revolucionario Institucional regaló tarjetas con dinero para usarse en la cadena Soriana, a cambio de dar su voto.
El caso fue llevado por el PRD al Consejo General del IFE, sin mayor éxito, pues fueron los involucrados: la empresa financiera Monex, Soriana, y los integrantes de la Coalición Compromiso por México (PRI-PVEM), fueron exonerados en enero de este año por el mismo organismo tras una supuesta investigación en la que no se pudo comprobar la compra o coacción de votos.
Pedro Vásquez, representante del Partido del Trabajo calificó este hecho como “la más escandalosa compra de votos que se recuerde”, pues había sido articulada con un “turbio esquema financiero”. Para muchos especialistas, ésta era la oportunidad idónea del IFE para recobrar el terreno perdido en 2006, en lugar de ello, sumó un nuevo caso de opacidad.
Con más pena que gloria
En diciembre del año anterior, aún con la resolución pendiente del Monexgate, fue aprobada la reforma político-electoral que dictaminaba las condiciones constitucionales para sustituir al IFE por el Instituto Nacional Electoral; luego de una existencia llena de escándalos e incompetencia, hoy llega a su fin, con la figura de Lorenzo Córdoba como titular del nuevo órgano.
A pesar de haber establecido el uso de la credencial para votar, el sistema de elecciones ciudadanas, un programa de observadores, sus aportaciones terminaron por ser más de forma que de fondo. Luego de casi 24 años de operaciones, se va con cuatro procesos presidenciales a cuestas y la cuenta pendiente de instaurar un verdadero sistema democrático en México.
Fotos: Proceso y Zócalo