Pablo González Casanova / Rebelión
Al empezar un análisis que en algo sea útil a la investigación para la paz es menester aclarar cómo es la guerra hoy y en qué se distingue de las del pasado inmediato. La lucha internacional por la Paz que prevaleció en la Post-guerra puso especial énfasis en los peligros de la guerra nuclear y de la guerra convencional entre las grandes potencias. En los hechos, durante un largo período se dieron la “guerra fría” entre “la democracia” y “el comunismo”, y también los más variados movimientos armados de liberación nacional, unos directa o indirectamente vinculados a las potencias “comunistas” y otros a un “Tercer Mundo” cuya máxima expresión se dio en Bandung.
A la competencia entre la URSS y Estados Unidos por aumentar el poder nuclear de uno contra otro, en medio de altibajos dramáticos en los descubrimientos de una y otra parte, se añadió una guerra ideológica que puso en el centro de las persuasiones y las persecuciones al comunismo y el anticomunismo, con purgas de un lado, y cacerías de brujas, de otro, que pasaban de exaltar las bondades del socialismo o la democracia a castigar pública y penalmente a los disidentes. Tal vez lo que más distinguió a la guerra fría de la actual fue la lucha entre dos sistemas, el capitalista y el socialista, y tanto su impacto en las luchas de liberación nacional como en la posterior restauración del capitalismo y triunfo del capitalismo y del llamado “mundo libre”.
Durante ese período, en las guerras por mantener su dominio, los antiguos países coloniales e imperialistas siguieron varios tipos de políticas, unas de contrainsurgencia, golpes de estado, intervención militar abierta y encubierta, y otras de descolonización formal y relativa que dio creciente importancia a la categoría de la “dependencia”. En todos los casos se emplearon políticas combinadas de cooptación y represión, y la vieja teoría de “La zanahoria y el garrote” amplió considerablemente sus experiencias.
Al mismo tiempo, varias metrópolis del mundo capitalista impulsaron el Estado Social o “Welfare State”, que en buena parte fue una formidable arma de guerra, al ofrecer a buena parte de los trabajadores obtener por la paz lo que otros querían por la guerra. El keynesianismo se volvió un gran paradigma, apoyado por notables economistas y por socialdemócratas y numerosos líderes progresistas del Tercer Mundo.
La estructuración del “estado social” o “estado providencialista” se basó en políticas de impuestos crecientes al capital con las que éste por otra parte logró que aumentara la capacidad de compra de la población al tiempo, que ganaba el apoyo de buen número de trabajadores, pues éstos veían en la vida diaria cómo aumentaban sus salarios en servicios y derechos con la Salud Pública, la Educación Pública, y la Seguridad Social que los gobiernos les proporcionaban, y con la creciente fuerza de sus organizaciones sindicales y electorales.
En el “estado de bienestar” o “providencialista”, la política constituyó un gran apoyo a la socialdemocracia como forma de lucha pacífica que, entre presiones y negociaciones, parecía asegurar en lo inmediato y en el curso del tiempo importantes triunfos a los ciudadanos y a los trabajadores del “Mundo Libre”. Era, no sólo en palabras, sino “en hechos” un poderoso argumento en la Guerra Fría contra las dictaduras “comunistas”.
Al mismo tiempo, en la periferia mundial, las grandes potencias combinaron sus políticas de “desarrollo económico social” con otras muchas “intervencionistas” y golpistas, que aplicaron alternativa o simultáneamente, mientras, al mismo tiempo acumulaban experiencias y conocimientos técnicos sobre estrategias, tácticas y modelos de guerra contrainsurgente que dominarían cada vez más en América Latina, África, el Medio Oriente y Asía.
Las políticas más sofisticadas de contrainsurgencia no sólo acumularon conocimientos directamente vinculados con la combinación de las políticas sociales y las políticas de guerra. También permitieron a las grandes metrópolis de Occidente cobrar conciencia de la importancia que iba teniendo un hecho largamente conocido. En la mayoría de los movimientos rebeldes, buena parte de sus dirigentes, cuadros y clientelas, tras la toma del poder pasaban a integrar una “nueva burguesía” con variadas tendencias a la “colusión” y la “corrupción”. Así, las potencias imperialistas fueron actualizando una nueva política de la recolonización y la restauración en que se redujeran sus concesiones sociales y al desarrollo.
En los antiguos países coloniales, semi-coloniales o formalmente independientes surgió a su vez una nueva estructuración de burguesías y oligarquías locales cuyo peso fue aumentando conforme se integraban a la misma nuevos contingentes, miembros que venían de las propias filas rebeldes. Semejante tendencia se dio también en los países del socialismo de Estado, aunque en formas más veladas, y entre denuncias de los propios revolucionarios y de autores muy serios, cuyas críticas era difíciles de convalidar, dada la furiosa “Guerra Fría” que libraban los propios medios intelectuales de Occidente, y la identificación que de sus críticos hacían los partidarios del socialismo y el comunismo, acusándolos de agentes y plumíferos del imperialismo, ofensiva por demás exitosa. Más tarde a muchos tomaría de sorpresa la franca restauración del capitalismo en Rusia, China y el inmenso campo socialista, un fenómeno que ocurrió desde la segunda mitad del siglo XX y se hizo patente y público con Gorbachov en Rusia y con la llamada Revolución Cultural en China. En ambos casos –con las necesarias variantes– las grandes potencias aplicaron renovadas políticas de cooptación, colusión y corrupción, así como las de divisionismo y desestabilización, de individualismo, clientelismo o populismo. Pero la indudable responsabilidad recayó en quienes de la dictadura del proletariado en muchos casos hicieron una nueva tiranía.
El proceso revolucionario de los movimientos nacionalistas, comunistas, socialistas llegó en un momento dado, a volverse presa fácil de las políticas golpistas –violentas y pacificas- que llevaron al neocolonialismo de la “dependencia”, y a impulsar y lograr la restauración del capitalismo en el “campo socialista”—con excepción de Cuba y su heroica capacidad de resistir un bloqueo y asedio que lleva más de medio siglo—. Tras un período de lógica progresista que impulsó durante varias décadas las políticas de “desarrollo” contra las del nacionalismo revolucionario y el socialismo, la nueva política de las fuerzas triunfantes, en metrópolis y periferias, fue la implantación de la globalización neoliberal, encabezada por Estados Unidos, y por los países de la OTAN, bajo la preeminencia de Alemania y Francia, con Inglaterra como mancuerna entre Norteamérica y Europa Occidental.
El fin del “estado social” correspondió también al fin de la política “desarrollista”, y ésta fue sucedida por la política neoliberal, agudizada en los países dependientes para la des-estructuración y destrucción del precario estado social, que habían logrado, de las empresas extractivas, de las industriales, comerciales y de servicios, de las instituciones educativas, que habían alcanzado grandes progresos no sólo en la alfabetización de los pueblos sino en la educación a todos sus niveles de conocimiento, que en el terreno de la investigación científica y humanística les habían permitido ocupar posiciones de punta en numerosas áreas… Si un desarrollo semejante y en muchos casos superior se había dado en los países dominados por el socialismo de Estado, tras que éstos restauraron el capitalismo de estado, los principales continuaron impulsando muchos de sus antiguos logros, en particular los que son útiles a las corporaciones del desarrollo nacional de Rusia, China y los antiguos países del Este de Europa que dejaron de ser parte de la Unión Soviética. De otro lado en las áreas del mundo periférico y dependiente, codiciadas o ya controladas por las grandes corporaciones metropolitanas serían éstas las beneficiarias y nuevas propietarias de los recursos y empresas de su interés, mientras impulsarían con frecuentes golpes de estado y con la corrupción y represión macropolítica ampliada, de la cooptación, el crecimientos de las empresas multinacionales y transnacionales, unas y otras impulsoras de la sub-rogación con pequeñas empresas en que los trabajadores son explotados sin límite y que darían al traste con los variados avances sociales, económicos, culturales y políticos logrados en varios países durante el período anterior.
Fue así como se inició el período de la guerra y la paz en que vivimos, con algunas características y tendencias de carácter general. La primera de ellas es resultado del comportamiento de las nuevas burguesías surgidas de los propios movimientos emancipadores. Siendo más o menos contradictoria en relación a la globalización neoliberal, en la mayor parte de los casos atrajo a la mayoría de las viejas y nuevas oligarquías, y a los antiguos líderes “revolucionarios” y sus descendientes.
Así se dio un inmenso viraje entre el ideal buscado, y el fenómeno resultante de acumulación original o por despojo, de oportunismo y sumisión –en que incurrieron numerosos dirigentes antes dizque revolucionarios, y sus estirpes o sucesores. —Si en muchos de ellos ya se había dado un comportamiento cada vez más contradictorio –represivo, acumulativo—éste se acrecentó de un modo impresionante. Si muchos de sus gobiernos en los últimos tiempos mostraban un comportamiento cada vez más contradictorio en las políticas del estado social y nacional con más o menos éxito en el logro de niveles de desarrollo sustentable, industrial, cultural, económico y político (no por ello menos desigual) al mismo tiempo su creciente dependencia de préstamos impagables y otras irregularidades se tornaban cada vez más evidentes, con crecientes reacciones y protestas populares y de las clases y sectores medios que en muchos países serían acalladas por las fuerzas militares-.
Las variaciones que se dieron en el largo período de la post-guerra anterior al neoliberalismo llevan también a destacar el hecho de que en muchos de esos países se formaron amplios sectores medios, “clases medias” con niveles educativos y culturales de que sus antepasados carecían. Esos cambios siendo estructurales se volvían cada vez más incosteables, e inaceptables para el empresariado nacional y extranjero, pues al mismo tiempo se hallaban en creciente crisis moral y política muchos de los líderes populistas de sindicatos, uniones campesinas y partidos, –en México llamados “charros” que eran parte de un estilo de gobernar decadente, y cada vez más contradictorio.
Un proceso semejante al de los países en desarrollo del “Sur del Mundo” o del “Tercer Mundo”, se dio en los a países del “Socialismo de Estado” dirigidos por los partidos comunistas. Los procesos revolucionarios y contrarrevolucionarios, heroicos unos y autodestructivos otros, se dieron en Rusia, China, y el campo socialista, en sus países o regiones metropolitanos y periféricos. Los obstáculos y tropiezos. unas veces surgieron por haber alcanzado altos niveles de desarrollo y sentir el freno que a sus capacitaciones daba el socialismo de estado encabezado por rusos y chinos, y otras por haberse iniciado desde arriba y por los propios patronos del estado llamado socialista, un proceso contrarrevolucionario que los llevó a la restauración abierta del capitalismo y que a fin de cuentas acabó con la URSS y con la República Popular China-
En los hechos, la restauración del capitalismo correspondió a la mayor “acumulación original” o por desposesión y despojo en a historia de la Humanidad, y abrió una nueva etapa en la lucha por la paz y en las características de una guerra que a nivel mundial hoy ya no se da entre estados capitalistas y estados socialistas, o estados que con la liberación tengan como proyecto implantar un verdadero socialismo.
La tragedia no sólo abarcó a las grandes potencias del Este que emprendieron el camino al socialismo sino también a los países y pueblos del Sur y de la inmensa y creciente periferia. El triunfo del capitalismo corporativo en el mundo entero, desde Rusia hasta China y desde Vietnam hasta Yugoeslavia, con la rara y significativa excepción de Cuba, cambia radicalmente tanto el sentido de la guerra como el de la lucha por la paz.
De hecho, ya desde antes de la caída abierta, los servicios de inteligencia de Estados Unidos habían logrado entre otros acuerdos, uno con China que está relacionado con las nuevas características de la “Larga Guerra” a que se refiere hoy la política del Pentágono. Los encuentros de Kissinger con Mao Tse Tung hacia finales de los sesenta son sin duda origen de las luchas que se dieron entre los comunistas prosoviéticos y los maoístas. En esas luchas se insertaron los provocadores con acciones a menudo sangrientas, y que entre otros triunfos de sus ofensivas desestabilizadoras que lograron la caída de Salvador Allende, y el ascenso de Pinochet, lo que significó, por un lado, la última derrota que el mundo ha vivido del camino pacífico al socialismo y por otro, el inicio a nivel mundial de la nueva guerra contra el Estado Social (el welfare state), contra el nacionalismo revolucionario y sus legados, e incluso contra el desarrollismo, antes auspiciado por las grandes potencias occidentales.
El gobierno del golpista Pinochet fue de hecho el primer ensayo sangriento del neoliberalismo globalizador, de la desnacionalización y la privatización de bienes y servicios públicos, de propiedades y recursos nacionales, sociales y comunales, financieros, económicos, culturales y educativos de los países periféricos. Pocos años después, Margaret Tatcher, más tarde baronesa de Kestevok, en su dignidad de Primer Ministro del gobierno inglés –y haciendo prueba de su elogiada “mano de hierro”—dio inicio al neoliberalismo en los países metropolitanos. El neoliberalismo globalizador era otra guerra o un conjunto de medidas político económicas que partían de la guerra y desataban la guerra.
Todos los hechos confirman que en esos tiempos empezó la nueva guerra-paz en que vivimos, distinta a la que se dio durante la “Guerra Fría”, y en la que obviamente triunfaron los países capitalistas. Si en esta nueva guerra destacan los ataques financieros junto y por encima de los militares, se trata de una guerra integral que ha pasado a la ofensiva y que no sólo dispone del notable desarrollo de los sistemas complejos autorregulados, orientados a fines, adaptables y creadores, inteligentes, de primera y segunda generación, con ésta que corresponde a la conciencia de los errores cometidos por el sistema y que el sistema debe corregir para lograr sus objetivos. No sólo dispone de ellos sino de una economía política de guerra –empíricamente comprobable–– que en la toma de decisiones aplica, con todo el rigor y la fuerza de que disponen los “complejos empresariales-militares—políticos y mediáticos” a los que el propio Eisenhower, en su último discurso como Presidente, consideró como una amenaza para la democracia, y eso, con las limitaciones con qué él entendía la democracia.
El recurso a los sistemas complejos autorregulados e inteligentes permite montar variados teatros de guerra que hacen particularmente difícil a sus víctimas o a sus opositores o enemigos, desentrañar el sentido de lo que ocurre. No saben contra quien luchan ni con quien, como que los enemigos y amigos han sido suplantados por su verdadero enemigo, que juega a la guerra con ellos y que con los suplentes los distrae de la guerra de veras, y los enreda y derrota.
En las luchas de distracción y “guerras a modo” los insumisos no arriesgan su vida por lo que creen o por quien creen, sino contra el falso enemigo que les pone en el frente de batalla su verdadero enemigo. Sus triunfos son en realidad victorias de su verdadero enemigo y –lo que sí son suyos– son sus fracasos.
Cuando el verdadero teatro de la guerra se logra aclarar en los hechos, o con los avisos de compañeros de lucha, allegados o familiares, los instintos coléricos que despiertan, y el frío sentir asesino a que mueven, hacen a los desengañados volver sus armas y explosivos contra quienes los armaron y entrenaron, y contra los sitios y plazas de veraneo y quietud donde, hombres, mujeres, ancianos, niños y jóvenes descansan, deambulan y viven su vida tranquila como, ocurrió en el bello Nilo o recientemente en Niza y en las grandes capitales de ciudades de París o Berlín
La cultura del odio sustituye hoy a la vieja ideología de la liberación. Si las víctimas metropolitanas expresan el dolor de sus heridas con himnos patrios e infaustas ceremonias, éstas adquieren un cierto aire de falsedad al ver cómo se olvidan las víctimas de los “golpes aéreos” que sus lejanas naciones, ciudades y pueblos han sufrido y sufren. Enterados como terroristas de que los hombres solemnes han jugado con ellos y con su religión y raza, tejen grandes redes y contactos criminales en el propio mundo feliz de los países metropolitanos, donde no pocos nacieron, estudiaron y crecieron, y con sus papeles en forma o sin papeles se inscriben en las redes de terroristas rebeldes radicales y con ellas cometen actos de terrorismo que antes u otros de su religión y raza usaban contra su propia familia o patria.
El teatro del terror se cae y se rehace. Los medios denuncian con razón el mismo espanto que en el Oriente abarca ciudades y pueblos enteros, y que atribuyen a los mismos frankensteins que sus gobiernos y corporaciones han formado, armado y aprovisionado, hechos éstos que callan o atribuyen a potencias y fuerzas enemigas. Se organiza así el infierno de las mentiras mundiales y de las guerras.
En la crítica de estas guerras no es posible defender ni al terrorismo de estado ni al terrorismo rebelde, pero sí puede advertirse que en ellas de dan las más sofisticadas formas de organización, ocultamiento de la realidad y horror de las mentes y las manos de numerosos seres humanos alterados, enajenados, bestializados en el hablar, el mirar, actuar, torturar, matar y el sentir que como “desesperados” de su antigua condición humana; un sentir que los lleva a cometer actos suicidas, en que destruyen su propia vida como al salvaje con que buscaron acabar y no acabaron. Mientras tanto desde las alturas, sentados en veloces aviones, los pilotos bombardean casas y calles y destruyen pueblos, ciudades y países enteros, que van de Irak y Afganistán hasta Libia y Siria, entre otros. Y abajo, en la tierra, ente las comunidades y los campesinos pobres se da una guerrita de sicarios, soldados y policías cómplices y compañías que les quita sus tierras, viveros, chozas y animalitos a los habitantes originales. La guerra de abajo y en el campo, se libra en numerosos casos por otros terroristas a menudo calificados dizque fanáticos radicales y por variados contingentes armados y aprovisionados por las grandes potencias de la OTAN y de Estados Unidos, o por sus aliados de los emiratos árabes. En esas guerras y las de barrios marginados y ciudades miseria participan especialistas o personal local adiestrado en el manejo de “drones” asesinos, o en el empleo de niños y niñas bomba que, con los minutos calculados, siembran el terror en las filas enemigas al tiempo que ellos mismos estallan.
Pero baste con esos ejemplos para tener un desagradable e incómodo conocimiento de cómo es hoy la guerra en sus manifestaciones militares y paramilitares, y consideremos el hecho de que la guerra del siglo XXI está articulada al proyecto de globalización neoliberal y unipolar, en el que habiendo ya perdido sus promotores el añorado ideal de dominar los poderes, recursos y mercados del mundo, en asociaciones subalternas con las potencias que dominan en los cinco continentes, han perdido ya –quiera que no el “sueño americano”–, el dominio unipolar del mundo, y están perdiendo el sueño globalizador neoliberal, auspiciado por el complejo empresarial—militar—político y mediático que no pudo ni ganar las últimas elecciones a la presidencia de “América”, mientras han surgido y se han hecho sentir esos dos grandes bloques de países que se le enfrentan cada vez más al “Sueño”, encabezados por otras dos grandes potencias no menos ávidas de poder, riquezas y utilidades.
Así hoy puede afirmarse con suficientes elementos que el bloque original encabezado por Estados Unidos, al que con encontrados intereses se sumó una Unión Europea, en creciente y cada vez más patente desestructuración sobre todo desde el BREXIT y la separación de Inglaterra, ya no tiene más alternativa que encontrar un precario acuerdo de paz con los otros bloques o que desatar una guerra que sería sin duda la última de la especie humana.
Los nuevos bloques que se han formado en torno a Rusia y China y que son 100% capitalistas, resultan tremendos e inevitables competidores en la lucha por los recursos de la tierra, por los mercados de trabajo, por los mercados de consumo, y por los puntos estratégicos necesarios para seguir con el juego de amenazas militares que se combina con el de las amenazas mercantiles.
Así, en la imposibilidad de describir otros desastres humanos que está provocando esta guerra global, y que nos convocan a otra política de paz también distinta, y muy distinta, no podemos sino decir que hay muchos otros daños y sufrimientos que ésta guerra integral provoca, como el mayor éxodo humano en la historia universal, o como las millonarias hambrunas y pandemias genocidas naturales y artificiales, derivadas de las acciones de un sistemático despojo de pueblos, comunidades y naciones así como de la difusión de virus naturales y artificiales que asolan sobre el mundo, y como el comercio a la vez legal y criminal del los transgénicos y la destrucción de los recursos terrestres uno por uno. Detenernos en ellos nos impediría analizar otra guerra más oscura que se da junto con esta doble la guerra y que se está dando en el mundo entero, que es la guerra financiera y económica del neoliberalismo globalizador.
Cobrar conciencia de la misma, nos permite ver hasta qué punto la guerra y la paz del siglo XXI también por la inmensa fuerza de este otro tipo de guerra son distintas de las anteriores y nos plantean de una manera que no se presta a dudas, el reto de que luchar por la paz implica necesariamente –y téngase la ideología que se tenga– luchar por otra organización de la vida y el trabajo.
El neoliberalismo viene de Friedrich August von Hayeck y de Milton Friedman, con éste como tutor de los Chicago Boys, y con ellos, el principal asesor del tirano Pinochet. Ambos economistas dieron por muerta la ley del valor de Ricardo y otros clásicos, y preconizaron la reducción al mínimo de los impuestos a los ricos y de los servicios a los pobres. Friedman, escribió un artículo puritano titulado: “El deber de los negociantes es hacer negocios”, y en él quiso confirmar que no tienen ningún otro deber. Esa era su moral. Su pensamiento –como el de Hayeck— fue recibido con clamoroso entusiasmo por corporaciones y multimillonarios, que de sus tesis derivaron las nuevas políticas de “adelgazamiento del Estado” y del “Mercado Libre”.
Las fórmulas matemáticas que emplearon y de cuyo rigor se enorgullecían, tenían efectos secundarios directos e indirectos, centrales y laterales, buscados y no buscados, que necesariamente llevaban al enriquecimiento colosal de los super-ricos y super-poderosos. Ambos teóricos de “los ricos y los poderosos” obtuvieron “resultados” monetaristas y matemáticos descosificados, pensando y afirmando que correspondían a los conocimientos científicos más avanzados, y que de aplicarlos bien se iba de seguro a implantar “el milenio americano” y de paso a resolver los problemas del mundo.
Los principales actores de la globalización neoliberal reforzaron la unión estrecha de todos sus promotores y dispusieron que el “Complejo empresarial-militar-político y mediático” fuera el núcleo simbiótico para la toma de decisiones y la puesta en marcha del proyecto que “haría grande a América” y la colocaría por encima de todos con un poder Mundial unipolar. Las más variadas empresas e instituciones financieras, bancarias, políticas, militares, mediáticas de los países que participaran activamente en él proyecto serían los nodos de un entramado global, que abriría sus puertas al mercado libre, y aprovecharía las “inversiones libres de impuestos” y “los préstamos de intereses impagables”, para crear un inmenso entramado global con gobiernos que harían de los tratados de libre comercio su “nueva y verdadera Constitución” tendiente a legitimar y legalizar todo tipo de acumulaciones del gran capital, dejando por supuesto, que a los gobiernos neoliberales y a los negocios organizados se agregara por arriba el “poder en la sombra” de “los ricos entre los ricos”, y por abajo “el acicate del crimen organizado” en el que muchos de sus vástagos de sangre, egresados de Harvard y otras universidades ya eran de “la familia”, todo mientras en el mundo de la luz trabajarían con la mayor eficiencia y eficacia los empresarios, administradores, ingenieros y técnicos de élite, y los gobernantes, diplomáticos y políticos carismáticos, defendidos por un excelente comando militar del mayor ejército del mundo, y por servicios de seguridad superiores a los muy afamados ingleses, todos ellos auxiliados por funcionarios y empleados de alto nivel, y por las élites políticas del poder democrático y neoliberal, con sus enlaces en las distintas regiones y actividades de la nación y del mundo, bajo el “poder en la sombra” y en la luz. Para la realización eficiente y eficaz de sus objetivos muchos de sus ayudantes estarían altamente capacitados para manejar las técnicas de comunicación, de información, de mensajes y de organización, y otros estarían adiestrados en las luchas electrónicas, en la realidad virtual, en la publicidad de la democracia al estilo americano, aplicada como modelo global entre las variantes que se requirieran, pero que en todo caso contribuyeran a que la gente pensara que la solución a sus problemas es luchar por ese tipo de democracia y con ella y sus “representaciones”.
El doble manejo tecno-científico del poder en la sombra y del poder en la luz con el complejo empresarial-militar-político y mediático y sus múltiples agencias, permitiría dominar tanto “la realidad” como “el teatro”, tanto la verdad como la ilusión en sus rasgos clásicos y contemporáneos. Al mando del proyecto institucional –abierto o “reservado” por razones de seguridad— se encontraría desde luego el complejo empresarial—militar-político—y—mediático.
El llamado “Poder en la Sombra” no sólo se integraría por quienes efectivamente dominan, y lo encabezan que son los grandes billonarios de antigua sepa y los de nuevo ingreso en la especulación o la tecnología, sino se contrataría e invitaría a asesores y expertos del más alto nivel, así como a los potenciales candidatos a ocupar los más altos puestos públicos, del Presidente de la República para un poco abajo.
En la sombra de arriba a abajo, “el crimen organizado” se encargaría –con destacados banqueros —entre otras actividades— del “lavado de dinero” del comercio clandestino y de la administración de los “paraísos fiscales” que se ubicarían principalmente en Londres y Nueva York, pero también en Suiza, las Islas Bahamas, Panamá y varios países más. Sus contribuciones serían de la mayor importancia para el enlace de actividades que estarían a la luz de todos, y de otras que deberían permanecer en la oscuridad. Por su conducto no sólo se manejarían gigantescas sumas para la evasión de impuestos de los de arriba que de por sí se reducirían al máximo con las reformas neoliberales a las leyes fiscales; sino también circularían las fabulosas sumas que se emplean para armar y aprovisionar a los terroristas “moderados” que están destruyendo las infraestructuras y estructuras del Medio Oriente y el Sur de Asia, desde Afganistán hasta Siria pasando por Irak y Libia, lo que se hace no sólo por razones económicas como la posesión de recursos petroleros; o por la multimillonaria venta de armas y municiones que la industria militar produce, y que son motor de toda la economía, sino por razones estratégicas como las que se dan con el necesario control del Medio Oriente entre Europa y Rusia, o al otro extremo del mundo con el Mar de China, o que desde antes ya se dieron con el control de Europa del Este y los desprendimientos de la exURSS y de los países invadidos por ella como Polonia y Checoeslovaquia, o enfrentados a ella como Yugoslavia.
En la sombra también, pero con los de más abajo —impresentables—, el “crimen organizado”, al estilo de las corporaciones extendería sus redes, y dispondría de los recursos necesarios para organizar guerras como la de “los luchadores por la libertad” en Yugoeslavia, o como “La Primavera árabe” en el Norte de África, en las que destacan las de Egipto y Libia. “El crimen organizado” también tendría como actividades permanentes –con o sin el auxilio de las fuerzas civiles y militares- el hacerse cargo de las guerras de los terroristas y del narcotráfico, así como de la expulsión de comunidades, pequeños y medianos campesinos y propietarios de los sitios, terrenos, territorios, bosques y fuentes de agua de cuyos suelos y subsuelos se adueñan las corporaciones en su política de “acumulación primitiva”, “desposesión”, o despojo que con los “tratados de libre comercio” se han legitimado, tolerado o auxiliado, tanto en el terreno legal como en el legal-y-criminal, en que se juntan a escondidas gobierno y crimen organizado.
A este respecto es necesario darse cuenta que las anteriores actividades de la guerra neoliberal globalizadora se complementan con otras dos de la mayor importancia; una, que podríamos llamar la guerra blanda, y otra, que es la tradicional de los golpes de estado y las intervenciones militares, que cuando es necesario los acompañan o suplantan. La guerra blanda hegemónica se da en un proceso histórico de desestructuración del Estado-Nación metropolitano o dependiente en lo que concierne a sus instituciones, organizaciones y empresas públicas, centralizadas, descentralizadas y autónomas. Las armas y municiones de la guerra blanda que se emplea cada vez con mayor frecuencia son fundamentalmente financieras, con variadas combinaciones de las políticas de colusión, cooptación y corrupción, y de las acciones legales e ilegales, así como de aquellas de que se encargan destacamentos del crimen organizado y hasta grupos de gobernantes y sicarios que implantan las reformas estructurales con todo tipo de violencias contra los bienes y personas de los pobres a despojar.
En los estados del Sur o de la periferia del mundo –como México- e incluso en algunos estados desarrollados, el proceso de des-estructuración del Estado tiende a seguir los siguientes pasos: 1º. Una reforma fiscal que disminuye la carga impositiva de los sectores de altos ingresos y que se complementa con `procedimientos varios para la exención o la evasión legal o ilegal de impuestos, 3º. Un tratado de libre comercio con distintos compromisos que tienden a favorecer a las corporaciones frente a los medianos y pequeños productores nacionales, 4º La desaparición del Banco Central y la pérdida de control de la política monetaria y crediticia que deja de estimular a los empresarios nacionales, y de controlar entre otros el valor de las divisas, nuevo objeto de saqueo por las corporaciones que devalúan la moneda a la hora de las compras y la revalúan a la hora de los pagos entre otras especulaciones que llevan a crisis espectaculares de los precios como la de recia en Europa y la de Venezuela en América Latina, 5º. La lenta o abrupta desaparición de la banca gubernamental de fomento industrial, 6º. La disminución o cancelación de estímulos a cooperativas y empresas económico-sociales, 7º.La privatización y desnacionalización de los servicios de salud, educación y seguridad social, 8. La privatización y desnacionalización de las fuentes e industrias energéticas del petróleo y la electricidad, así como de empresas mineras y portuarias, 9º.El creciente desequilibrio en el gasto público y el consiguiente endeudamiento externo del gobierno federal y de los gobiernos de estados, municipios y ciudades hasta un punto en que intereses y principal son impagables 10º. En ese punto o un poco antes los prestamistas adquieren el derecho a supervisar la disposición y el uso del presupuesto nacional, y de los presupuestos de los distintos niveles de gobierno. 11º. La disposición de los créditos para adquirir bienes de consumo con exclusión de los de producción, en una política de doble negocio en que los prestamistas venden sus productos con lo que prestaron, 12º. La creciente entrega de recursos naturales del suelo y el subsuelo, de los mantos acuíferos y las playas, y de los sitios turísticos que pasan a manos de las corporaciones extranjeras mineras, agrícolas, industriales, comerciales y a sus cadenas con sucursales y empresas subrogadas, 13º. La solicitud de préstamos “buitre” para pagar intereses devengados e impagos, 14º. Las sucesivas y crecientes crisis financieras y monetarias que provocan fugas de capitales nacionales que superan el monto total del endeudamiento externo con los países prestamistas. 15º. La congelación y reducción de salarios directos e indirectos, mediante la privatización de servicios antes públicos, mediante la fijación de salarios mínimos de calculada depauperación, mediante procesos inflacionarios incontrolados, con lo que todas las medidas señaladas hacen víctima de las políticas neoliberales y localizadoras a la inmensa mayoría de la población, a unos por el despojo de sus tierras y recursos naturales, y otros por la reducción o anulación de salarios. 16º. El crecimiento derivado y sostenido de la población que se halla por debajo de la línea de la miseria, el aumento de la morbilidad y la baja de la esperanza de vida l7o. El consecuente crecimiento de la represión y el auge la corrupción así como de las desigualdades entre los ricos que se vuelven más ricos y los pobres que se vuelven más pobres, hechos que se señalan una y otra vez en la academia y los medios y a los que no se presta la menor atención por los gobernantes nativos, con la idea de que “así es la vida”, o que “así es el capitalismo ”, y con la explicación de que semejante situación se da por “exceso de población”, o como efecto de la crisis mundial que limpia de culpa al gobierno nacional, o porque hay quienes nacieron para ganar y otros para perder; o porque los que sólo ven lo malo es porque son fracasados o se quedaron fuera del presupuesto y no ven lo bueno de la vida 18º La política neoliberal globalizadora da lugar a derogación de facto o mediante actos ilegales que parecen legales de los derechos constitucionales, de los derechos sociales y de los proclamados derechos humanos individuales que excluyen el derecho a no morirse de hambre y otros parecidos 19º. La creciente vinculación de gobierno organizado (o desorganizado) y crimen organizado o mafioso, se denuncia y comprueba por jueces nacionales e internacionales sin el menor efecto de sanciones, frenos o cambios de política 20º. El creciente predominio de la acumulación por desposesión y despojo de las tierras comunales y los pequeños propietarios del campo junto con la ausencia de créditos para el campo y el libre ingreso sostenido de semillas transgénicas, un crimen legal global permitido por el derecho nacional e internacional, que obliga a los campesinos a ser clientes permanentes de las corporaciones, pues las semillas que venden no se reproducen y el campesino pierde el control de la agri-cultura y sólo puede entrar en contacto con la tierra si se vuelve cliente de la corporación, 21º..El deterioro y la extinción de servicios públicos de salud, educación, seguridad social, etc. 22º. El desempleo creciente de personal no calificado, calificado y especializado y el surgimiento de la generación “nini” que no tiene ni educación, ni trabajo, ni futuro, 23ª.La proliferación del narcotráfico y otros delitos contra la propiedad y la persona, junto con la impunidad abierta y ostensible, e incluso ostentosa de los altos funcionarios que delinquen abiertamente, 24º. La destrucción o debilitamiento de las antiguas organizaciones populistas y la criminalización de las que genuinamente representan a los ciudadanos, empleados, trabajadores y campesinos. 25º. La mutilación política, moral, social, cultural, económica de los partidos políticos que pasan de ser instituciones de luchas programáticas e ideológicas, a convertirse en meros recursos para obtener empleos de elección popular; y que como partidos políticos se enfrentan a la alternativa de prometer la solución de problemas sociales y nacionales y no cumplir o bien de no ofrecer nada que no estén autorizados a pedir, con lo que abiertamente pierden incluso el papel que originalmente les tenía asignado el estado de ser mediadores de las demandas de la ciudadanía, y de colaborar en las políticas de conflicto y consenso. Ni eso tienen y en su interior la des-estructuración intelectual, política y moral es el mayor estrago que la guerra financiera del neoliberalismo globalizador causa en sus integrantes y en una inmensa parte de la población, cuyas protestas y enojos, más que impulsados por una ideología político-social y orientados por un programa de acción pública nacional e internacional, viven y luchan pensando cuáles son las luchas que debe dar y las que no debe dar, cuándo, donde con quienes darlas y no darlas con tal de obtener puestos en el partido o en el gobierno, y reconocimientos y subsidios para el partido. Los estragos afectan a la oposición de izquierda y derecha y dan pie a que para obtener posiciones o puestos se junten aquí y allá una y otra con lo que se extiende la des-estructuración ideológica, programática y ética, por más que algunos de sus miembros den amplias muestras de valentía, de no robarse ni haberse robado nada, y de ser fieles a sus antiguas ideologías. El fenómeno da origen a lo que alguien llamó “inmediación violenta” y es como una derrota de países, partidos y ciudadanos, de campesinos sin tierra ni uniones, de obreros sin qué comer ni sindicatos que los defienden, de jóvenes sin juventud ni vida, que son los que más resisten y entre los que surgen los nuevos movimientos emancipadores con varios de ellos – como los de l968, o como los del 26 de julio en Cuba , o como los de los indios mayas zapatistas en el Sureste mexicano, que aportan nuevos valores y metas a la emancipación revolucionaria o radical que hace suyas las banderas de la Libertad, de la democracia con pueblos soberanos, de la justicia personal y social, de la autonomía de las regiones insertas en los estados nacionales, del respeto a todas las razas y religiones o creencias laicas, y a la democracia con el poder soberano de los pueblos y los trabajadores, metas y valores que en Occidente vienen de los profetas y cristianos de Israel, y que más recientemente con la teología de la liberación hacen suyas las metas socialistas y del comunismo no estatal sino del que se emparienta con sus clásicos marxistas con la solidaridad de comunidades y comunas que luchan en una sociedad considerablemente distinta en sus medos y relaciones de producción y de emancipación.
Mientras tanto en el sistema de dominación y acumulación actual se da una situación de desarrollo cero, de democracia cero, y algo muy semejante a la situación de los países que antes perdían la guerra en los campos de batalla y ahora también pierden las batallas en el campo financiero y sus enramados de corrupción y represión, con consecuencias muy graves en la moral pública que anda muy baja, y como destrozada por la corrupción y la represión estructural que acompaña a este modelo de variada guerra, que en el corto plazo sólo genera como respuesta , entre pequeños movimientos y grupos insumisos de crecimiento exponencial, una nueva moral de lucha, cooperación, compartición, libertad y democracia.
El hecho es que mientras eso ocurre en la inmensa mayoría de los países de la Tierrra se esbozan dos mundos emergentes, uno en que aparece la crisis de globalización misma y en que por todo el mundo surge una nueva extrema derecha que combina el autoritarismo de los líderes musolinescos que con la organización de bases de apoyo y algo parecido y distinto de las camisas negras. Que surge de buena parte de las clases trabajadores depauperadas y en los propios países metropolitanos. El fenómeno se da cada vez más en Europa y a últimas fechas en los propios Estados Unidos. Con su aparición vienen viejas amenazas de declarar a los países dependientes como Estados Fallidos o como Estados Canallas, y a ellas se añade la derogación de los Tratados de Libre comercio y la emigración de los capitales industriales a su lugar de origen dizque para dar empleo a sus trabajadores, y si se van las empresas industriales con ese supuesto fin ni por asomo se piensa en que se vayan las corporaciones petroleras, mineras y muchas otras que explotan los recursos naturales renovables y no renovables.
Trazar el perfil de las tendencias —en estas condiciones— es particularmente difícil, aunque por lo pronto se advierte que tanto el capitalismo neoliberal como el capitalismo de Estado están en crisis o tienden inevitablemente a la crisis. Para analizar esta crisis y pensar en términos de alternativas que sean útiles a una nueva lucha por la paz en el siglo XXI será necesario tomar en cuenta varios hechos que no son agradables, que incluso son incómodos y que tendemos a descalificar o negar consciente o inconscientemente.
Enuncio algunos de los principales, cuyo conocimiento “en activo” pienso que debe ser la tarea de la comunidad científica internacional organizada y no organizada, en su lucha por la paz.
Hoy la lucha por la paz debe estar vinculada a la lucha por el conocimiento de la grave crisis por la que atraviesa un sistema cuyo atractor principal es la maximización de poder, de riquezas y de utilidades. Al análisis profundo de las soluciones necesarias y posibles tendrá que preceder un reconocimiento y denuncia de los graves problemas de ecocidio que nos amenazan y en los cuales destacan 1º. El peligro de una guerra nuclear en una situación, que en estos días se encuentra en condiciones parecidas a las de la Guerra Fría con la movilización militar promovida los Estados Unidos y la OTAN en las fronteras de Polonia con Rusia, y con el desconocimiento por el presidente electo de Estados Unidos de la unidad territorial de China, políticas ambas que debería detener cuanto antes la nueva administración norteamericana, a reserva de acordar medidas más duraderas con las potencias nucleares para que saquen del tablero la “Guerra de destrucción mutua asegurada”, hoy varias veces más peligrosa que cuando fue definida así desde la segunda mitad del siglo pasado
En 2º lugar es necesario destacar que los peligros del cambio climático, y otros fenómenos de destrucción de la tierra y de la biósfera, lejos de ser una “creencia” con fieles y descreídos son consecuencia de un fenómeno que no puede ser resuelto por un sistema cuyo atractor principal es la maximización de utilidades, riquezas y poder.
En 3er. Lugar es ineludible plantear como problema científico central la organización de un mundo en que prevalezca, con la democracia y el respeto a las diferencias de religión, sexo, edad o raza, -en que prevalezca la soberanía de los pueblos, de los trabajadores, las comunidades y los ciudadanos, objetivo que en Occidente surgió desde la revolución francesas, y para el que no sólo tenemos la praxis o práctica de la creación histórica en Cuba y en La lacandona de los indios
La lucha por la paz hoy implica no dar por terminada la gran batalla liberadora que en el mito inició Prometeo. Implica recordar al mismo tiempo aquel otro mito en que al abrir Pandora la caja que contenía todos los males del mundo quedó sin embargo la esperanza, esa virtud teologal que mueve montañas.
Y al llamado de las emociones será necesario añadir en nuestra lucha la necesidad de investigar histórica y empíricamente, con la teoría crítica de las ciencias de los sistemas complejos, autorregulados y creadores, con ambos, el mundo moral organizado como fuerza emancipadora en la lucha, la cooperación y la compartición.