Revoluciones


La revolución de la mujer por América Latina (Especial)

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En la lucha por la igualdad de oportunidades, al garantizar una participación suficiente de mujeres -30% o más- en la toma de decisión y de dirección a todos los niveles y en todos los lugares de trabajo, los mercados y la comunidad, podremos construir economías fuertes; sociedades más estables y justas y mejorar la calidad de vida de cada ser humano. Garanticemos la inclusión del talento, las aptitudes, la energía y la imaginación de las mujeres.

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Soy privilegiada en mi país y Latinoamérica: tuve y tengo acceso a educación, tengo trabajo, salud y techo. No vivo la realidad de la mayoría de las mujeres en Bolivia, pero soy parte de ella desde mi lugar, que me excluye y me convoca: como ocurre en toda Latinoamérica, aquí las mujeres son centro de la pobreza, la violencia, la ausencia absoluta de respeto a sus derechos en los ámbitos sociales, laborales y políticos.

Creo que por eso, la relación entre poder y mujer en Bolivia, en pleno siglo XXI, es paradójica: el empoderamiento político, innegable e importante, no corresponde con las realidades más cotidianas e íntimas, las de un hogar, una oficina, la calle o el bus de transporte. Tal vez el empoderamiento más efectivo -el que reduciría las muertes y los abusos- sería el que debiera ocurrir en estos espacios del día a día, el que transformaría la familia y las prioridades de una realidad a la que el adjetivo de “machista” le queda completamente chico.

Valdría la pena cambiar el enfoque, dejar de responder a “lo patriarcal” para construir horizontes propios de respeto y oportunidades. No está en manos del poder darnos poder.

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Creo que para empoderarse, la mujer tiene que recuperar la conexión con su matriz, su útero, su fuente de vida, creación, creatividad y fuerza. Tiene que volver a ser quien es. Mujer. Reencontrarse con su energía femenina, valorarla, y reconocer su poder. Conectando con sus ciclos, con su sangre, con su intuición, con su verdadera sexualidad, con el amor innato en cada una.

Creo que la mujer va a empoderarse realmente cuando valore la fuerza, la magia y el poder que tiene dentro de su cuerpo, latiendo en el útero, latiendo. Y cuando todo lo que haga, lo pueda hacer desde ese lugar. Desde el ser mujer. Entendiendo y reconociendo que somos fuente de poder. Y que somos la mitad en la díada hombre-mujer, la mitad que está haciendo falta para recuperar el equilibrio.

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Las mujeres mapuche hemos cumplido un rol fundamental en la historia de nuestro pueblo, símbolo de mongen ka kimun (vida y sabiduría).

La invasión española y el desarrollo de la agricultura provocó que el rol de la mujer mapuche haya mutado a lo largo de la historia. Esa mujer que en sus inicios se dedicaba a la caza y recolección, se le considera hoy como una figura elemental en la transmisión oral de la cultura y del ad mapu.

Pese a lo anterior, esta noble labor se ha visto afectada principalmente por la invasión chilena, pues además del genocidio y del despojo de tierras, ha contribuido a la división de nuestro pueblo con un perverso proceso de asimilación. Sin embargo, lo que nos ha mantenido unidos/as en nuestra resistencia a estos procesos ha sido nuestra identidad, la que constituye un factor protector.

Debemos darnos cuenta que la cultura no es estática, por lo tanto los roles y las formas de relación padecen de diversos cambios. A esto le sumamos los procesos de migración campo-ciudad en una búsqueda de mejores oportunidades económicas y educacionales, y la masificación de medios alternativos que exhiben la realidad de las comunidades allanadas, carabineros infiltrados, aplicación de ley antiterrorista, etc. Producto de estas migraciones forzadas es que los/as mapuche hemos ido asentándonos en territorios urbanos, es así como los/as warriache (persona que vive en la ciudad), también nos hemos organizado reforzando el proceso identitario para no confundirnos en la asimilación. Y es en este preciso escenario que como mujeres hemos podido acceder a diversos espacios dentro de la sociedad, pudiendo aportar desde diversas esferas a los procesos de discusión y construcción colectiva para alcanzar la tan anhelada autonomía de nuestro pueblo-nación mapuche.

Los procesos de empoderamiento de las mujeres mapuche están muy ligados a la capacidad organizativa que han retomado, con lógicas basadas en la reciprocidad, cooperación y asociatividad, como ejes principales de su accionar, que cabe señalar, es inherente a nuestro pueblo. Esta organización y firmeza tiene que ver con una necesidad estratégica de género para hacer frente a las jerarquías establecidas por el sistema estructural capitalista y patriarcal.

El llamado es a ampliar la mirada, a mirarnos como sujetos y sujetas conscientes del poder personal y colectivo que poseemos, a mirarnos como protagonistas de nuestros propios logros como pueblo y como protagonistas en el cambio de las relaciones de poder, para así transformar definitivamente el ejercicio de los derechos colectivos en un bien común.

La participación de la mujer ha avanzado en pasos significativos en América Latina. En nuestro continente las mujeres han logrado la simpatía de sus pueblos, muestra de ello es que existen féminas que fungen el rol de presidenta de una nación tal es el caso de Cristina Kirchner en Argentina y Dilma Roussef en Brasil, demostrando que las mujeres son capaces de ser líderes y tomar decisiones acertadas en la construcción de una realidad de igualdad para todos y todas. Sin embargo la lucha no termina, cada día hay miles de casos de maltrato hacia la mujer, feminicidios, mujeres a las que no se les permite alzar su voz. Por ello cada una de nosotras debe de tener en mente que solo organizadas, apoyándonos unas a otras, haremos valer todos nuestros derechos, aportando a una sociedad más libre, humana y justa.

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Pensaba hoy en las mujeres, en mí, de las que estoy hecha. En mi abuela, una india campesina que a sus 80 años carga su mercado al hombro, en mi madre, una sobreviviente de guerra que como buena María, posee “la extraña manía de creer en la vida”. Yo soy arqueóloga y quisiera ser escritora; mi abuela siembra papas y teje cobijas; y mi madre trae la comida a la casa y además la cocina exquisito. Yo adquirí conocimiento académico pero perdí el de hacer ruanas, tampoco puedo cosechar ni un chícharo. Y ojo con eso: la sazón también tiene su ciencia, pero además su historia, su tradición y su cariño.

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En el caso de República Dominicana se dan dos formas típicas de agresión machista: 1) La violencia callejera: que se caracteriza por discursos obscenos, violentos e intimidatorios que nos reduce a “una masa de carne” que queda a disposición del hombre. En nuestras calles es común escuchar expresiones como “Diablo mami y to´eso e´tuyo” (haciendo referencia a la vagina), “Préstame esa alcancía pa’meter este ripio e´peso”, “Cuanta carne y yo comiendo vacío”, “Tremenda marquesina pa´ yo estacionar esta camioneta” entre otras. Éstas expresiones se dan por dos razones: a) La normalización cultural que tenemos de la violencia callejera b) Porque la cultura machista entiende que la ratificación de la belleza femenina depende de la mirada del hombre.

2) A pesar de que más del 85% de la población dominicana es mulata y posee fuertes raíces africanas, los cánones de bellezas occidentales obligan a que muchas mujeres dominicanas renuncien a su pelo afro y se sometan a procedimientos costosos y dolorosos de “alaciado” para cumplir con el estándar de belleza blanca, ya que de esto depende el acceso a algunos puestos de trabajo (en bancos, hospitales, medios de comunicación, etc.) o el reconocimiento social atribuible a la mujer “cuidada y bonita”. Cuando una chica se atreve a lucir su pelo rizado se expone a expresiones como: “pareces una bruja”, “Escoba con patas” o “hazle un favor a la patria y péinate”.

Con relación a la violencia callejera expreso mi malestar al agresor (con gestos, palabras y acciones) para no quedarme con la sensación de indefensión y buscar respaldo en personas que me quedan cerca. (Diciéndoles que me sentí violentada y solicitándole soporte y protección).

En cuanto al alaciado para cumplir con los estándares de belleza blanco, he decidido reivindicar mis raíces afro dejándome el pelo rizado y desde allí defender las siguientes posturas políticas-feministas. 1) Lo afro/negro no es feo, ni inferior, por lo tanto no debe ocultarse ni transformarse. 2) Las mujeres debemos rebelarnos ante cualquier práctica de sumisión y poder que no nos deje ser libres y naturales.

La actitud ante tales situaciones:

1) Violencia callejera: denunciarla como cualquier práctica violenta que atenta contra nuestra integridad y salud emocional.
2) Imposición del alaciado: Dejar nacer, crecer y reproducir el pelo afro y con ello, la liberación política y visibilidad social de las mujeres afrodescendientes.
Qué correspondería hacer, frente a ello.
1) Violencia callejera: un marco jurídico y social que nos protejan frente a esas prácticas abusivas y de poder
2) Imposición del alaciado: Campañas para frenar la discriminación y promover la igualdad e inclusión social.

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En la última década nuestro país conoció dos grandes movilizaciones sociales, una en el 2000 que fue una movilización nacional para impedir la aprobación de un proyecto de ley que permitía la apertura del campo de las telecomunicaciones […] y en el 2007 vivimos seis o siete meses de una campaña muy intensa preparándonos para lo que fue un referéndum para decidir si suscribíamos un Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos.

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En Nicaragua las mujeres participan en los diferentes rincones, comunidades y departamentos del país, desde cada trinchera. Las mujeres revolucionarias han demostrado al mundo que son la esencia de la revolución. La mujer como guerrillera, como alfabetizadora, mujeres comprometidas con la sociedad deben ser parte de la revolución, que se vuelvan protagonistas.

Las mujeres deben tomar las riendas de su propio destino, de su vida, del control de su cuerpo y se empoderen. En el momento en que las mujeres se empoderen va a cambiar mucho su situación.

Hace falta un trabajo de más organización, de base de ir a las comunidades y concientizar. Un problema de fondo es que se está naturalizando la violencia, muchas mujeres sobre todo de ciertos sectores ven como natural su situación de violencia y eso debe de parar.

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Asegurar la disponibilidad de y acceso a recursos económicos y sociales para las mujeres, facilitan la defensa y el ejercicio de sus derechos. Cada vez somos más mujeres las que participamos en actividades económicas (43.3% de las mujeres en México). Nos estamos incorporando con mayor frecuencia en la planeación y programación de las políticas públicas en los tres niveles de gobierno, trabajamos intensamente por la defensa de nuestros derechos, hemos ido ocupando puestos de toma de decisiones y de elección popular. Lo anterior, es tan sólo una muestra de lo que las mujeres hemos logrado con este proceso, llevándonos a tomar decisiones informadas, desafiando a la ideología patriarcal y por ende a la discriminación por género y a las distintas formas y ámbitos de la violencia.

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Yo creo que con decisión, ya que es un proceso muy difícil. Pero debemos confiar en nuestras capacidades todas las mujeres de culturas, nivel socioeconómico y condiciones sociales, porque sólo juntas lo podemos lograr. El camino es tener confianza en nosotras mismas y creer con seguridad que podemos vencer los obstáculos. Debemos caminar juntas más allá del límite de las expectativas y pensar en el bien común, porque sin duda es algo que beneficia a toda la sociedad.

Infografía La Mujer latina (2)

8 marzo, 2014
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