Alejandro Baltazar / @Doncaracol3_0
Morelia, Michoacán.-El abandono del campo, la migración, la segregación en la toma de decisiones, son algunos de los factores que han repercutido en la desigualdad de las mujeres en el ámbito rural, a pesar que en los últimos años se han posicionado en el roll de jefas de familia.
En las últimas décadas el porcentaje de personas que habitan en comunidades rurales ha disminuido. En 1950, se contabilizaba que poco más del 57 por ciento del total de la población radicaban en campo; para 1990 era el 29 por ciento y para el año 2010, disminuyó hasta ubicarse en 22 por ciento de la población nacional.
De ese porcentaje se tiene conocimiento que trece millones de mujeres pertenecen al medio rural y más de un millón 200 mil madres campesinas son cabeza de familia.
Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), señala que una mujer que vive en zona rural trabaja 53 por ciento más que los hombres y cuatro horas más que las mujeres que viven en zonas urbanas.
El Censo de Población y Vivienda 2010 corrobora que el 20.6 por ciento de los hogares de localidades rurales con menos de quince mil habitantes tienen a una mujer como jefa de familia, lo que significaría dos millones de hogares.
Se tiene conocimiento que las mujeres rurales desempeñan jornadas semanales de 89 horas, lo que implicaría 31 horas más que los hombres rurales, situación de desigualdad de género que se percibe crítica, si se toma en cuenta que el 22.2 por ciento de la población total del país es rural.
De ese porcentaje el 50.4 por ciento son mujeres, el cual es un grupo social notablemente vulnerable ante las crisis alimentarias, la falta de inversión para la modernización del campo, la pobreza y la ausencia de los programas y políticas públicas que resuelvan el rezago del campo mexicano.
Es visible, entonces, que la población rural viva en condiciones de pobreza superiores a la población urbana, situación que se agudiza puesto que las comunidades con mayor índice de marginación coinciden con las de mayor porcentaje de población rural, y que sin duda, repercute en la calidad de vida de las mujeres campesinas y en particular de las mujeres indígenas.
De esos, 18.2 por ciento estaba en situación de pobreza alimentaria; 25.3 por ciento en pobreza de capacidades y 48.9 por ciento en pobreza patrimonial, puesto que de los trece millones de mujeres que viven en comunidades rurales tan sólo a 610 mil se les reconoce legalmente como propietarias de la tierra, esto a pesar de que el 30 por ciento de la producción de esas tierras se encuentran a cargo de una mujer.
Cómo plantear el concepto de “mujer moderna” en condiciones económicas y sociales propias del siglo ante pasado, cómo hablar de un México mundializado en temas de igualdad cuando existe una urgencia de políticas públicas, de programas sociales, de justicia y equidad de género que reviertan la indignante situación en la que viven las mujeres rurales e indígenas en México.