Estamos votando en Colombia y en Francia. Tendremos que decidirnos entre nuestro lado y el de ellos. El de ellos es el del poder, el de la inercia del pasado, mientras que el nuestro es el de la revuelta, el de un porvenir posible, el que aspira a otro mundo.
Nuestro lado es el de la izquierda, el de los de abajo, el de quienes reclaman derechos e igualdad. El de ellos es el de la derecha, el de los de arriba, el de quienes defienden sus privilegios y la desigualdad. El de ellos, detrás de sus innumerables máscaras, no deja de ser blanco, masculino y adinerado, mientras que el nuestro es también pobre y de otros géneros y de otros colores.
Nuestro lado es tan diverso, tan complejo y tan contradictorio como la vida misma, como la humanidad, como la cultura y la naturaleza. El de ellos es tan simple, tan monolítico y tan redundante como lo muerto, como el dinero y la finanza, como el capitalismo neoliberal que está devastando el planeta y que amenaza con aniquilar también a la humanidad. Optar por ellos es elegir el camino de la pulsión de muerte, el más corto hacia lo inanimado, mientras que votar por nuestro lado es decidirse por la vida con su exuberancia, con sus rodeos, enredos y extravíos.
Nuestro lado es el de las mujeres indígenas que ahora mismo han tomado las ciudades ecuatorianas. El otro lado, el de ellos, es el de los poderes económicos, mediáticos, gubernamentales y policiales que no dejan de imponerse al comprarnos, engañarnos, manipularnos o atemorizarnos. Ellos ganan así una y otra vez aunque no debieran ganar, aunque sean los menos, aunque no sean realmente nadie, sino sólo algo, el vampiro del capital que encarnan y que devora sus vidas igual que las del resto del mundo humano y no humano.