Rosario Herrera Guido
No hay futuro sin esperanza
Johann Wolfgang von Goethe
En el marco de la primera visita del Papa Francisco a México, no cabe duda que el abanico de temas, escenarios y mensajes de la agenda del “peregrino de la misericordia” va a dar mucho que decir, celebrar, lamentar, interpretar, comentar, criticar y polemizar.
Tanto si tiene que cargar recién llegado con el Incómodo Cardenal Norberto Rivera Carrera, el multicitado encubridor de pederastas. Que no hizo más que hacerle un flaco favor. Pues hasta el Dios de los Ejércitos maldijo a Caín y condenó a Judas.
Lo mismo si le dice en su cara al Presidente, su gabinete e invitados especiales, en pleno Palacio Nacional, que cuando unos pocos se aprovechan de las riquezas de todos, es inevitable que se desborde la corrupción, la impunidad, el narcotráfico, el crimen organizado, el secuestro, la trata de personas y la descomposición moral del pueblo. En suma, que sin legalidad no hay autoridad, legitimidad y gobernabilidad (ausencias presentes en los gobiernos pasados y actuales de México).
Que si reprende a los Jerarcas de la Iglesia Católica que dejen de deslumbrarse con los carros y los caballos del Faraón, pues la única fuerza está en el rayo de fuego que abre el Mar Rojo para liberar al pueblo de la esclavitud.
Y que en Ecatepec, en medio de su Homilía, denuncie que quien se aprovecha de los bienes de todos para sí y los suyos, lo que en realidad hace es llevarles a sus hijos pan envenenado por el dolor y la muerte de los demás, y que tras todas estas truculencias siempre está el diablo, con las mismas tentaciones que le puso a Jesús en su ayuno de cuarenta días en el desierto: Riqueza, Vanidad y Orgullo.
Que en su visita a Chiapas, en San Cristóbal de las Casas les pida perdón a los indígenas por el ancestral despojo de sus tierras, familias, bienes, naturaleza y animales. Pero que no pueda dejar de cargar, como si fuera con su cruz, en Tuxtla Gutiérrez, con una multitudinaria reunión de familias entre fanáticas, panistas, yunqueras o providas, a tono con el más rancio conservadurismo, que es la principal causa de la retirada de tant@s fieles católic@s de la Iglesia de Pedro, porque tiene que seguir sosteniendo el dogma del bienestar de la Sagrada Familia, a la que hasta José Saramago se atreve, en su novela El Evangelio según Jesuscristo, a develar que ni la Sagrada Familia se salva de la disfuncionalidad, pues pronto desaparece José, el Padre, de la escena familiar. Una defensa de la familia cuyo telón de fondo es la represión de la homosexualidad (tan frecuente, manifiesta, velada, consciente o inconsciente en todos los pasillos y rincones de la vida consagrada.
Pues qué es la tan citada pederastia, si no la seducción del padre hacia el hijo, que es llevada al plano de la repetición, debido a la indiferenciación con el padre, con su innegable deseo homosexual.
Y ante la visita del Papa a Morelia, no puedo más que confesar el pasmo que me provocó saber que Francisco, quien desde la elección de su nombre como Papa no ha dejado de recurrir a la humildad, citando y recitando Las Florecillas de San Francisco y los textos del teólogo brasileño y franciscano Leonardo Boff, en lugar de reunirse con el pueblo de Dios, como en todos los lugares que un Papa visita, aunque protegido y retocado como un escenario teatral, un barrio humilde, una familia pobre, una cárcel, o encontrarse con tanta gente que clama justicia, indígenas, campesinos, pueblo hambriento de pan y justicia, o familiares de tantos autodefensas presos injustamente o deudos de desaparecidos o asesinados, sólo se detiene en tres lugares: 1) el Estadio Venustiano Carranza, donde lo esperan seminaristas, monjas, jerarcas, políticos, iniciativa privada y prensa del país y el mundo; 2) la Catedral, con niños y 3) el Estadio Morelos, con jóvenes de todo el país.
Un tríptico que sin duda se antoja para que el pueblo de Dios sólo agite banderitas y grite tras las vallas a su paso, como cuando Jesús de Nazaret llega a Betania, donde una multitud enferma y pobre lo espera dando gritos “¡Hijo de David, sálvanos!”. Pero Jesús, como se da cuenta de que no tienen fe, sólo cura a un sordomudo, que no puede gritar, pues es el único al que considera con la fe suficiente para sanarlo en nombre de su Padre; y se retira de Betania dejando aquella multitud descreída ahogándose en su bullicio y desesperación. Una visita del Papa Francisco a un pueblo impío, pues como dijo Octavio Paz, después de tanto líder asesinado y encarcelado, además de las traiciones, el pueblo de México ya no cree más que en la Virgen de Guadalupe y en la Lotería Nacional (y últimamente ya ni en la Lotería Nacional).
En cuanto al estado actual de Michoacán y la Morelia que visita el Papa Francisco, la agenda pendiente es tan grande que requeriría redactar otro artículo. Pero sólo por enumerar lo más urgente:
1) que las autoridades competentes, si existen, escuchen el clamor popular de liberar a los autodefensas, cuyo único delito fue ejercer el derecho constitucional de defender a sus familias, ante la falta de seguridad, el motivo fundamental del nacimiento del Estado moderno;
2) que la seguridad no está en el desfile policíaco y militar por todas las calles y carreteras de Michoacán, sino en las casas, donde la ciudadanía es estafada y secuestrada hasta por teléfono; la seguridad debe estar en las familias, los caminos y las calles, además de la escuela y el trabajo;
3) que frente al quebranto financiero del Estado, provocado por los gobiernos y autoridades anteriores, en lugar de que lo pague el pueblo de Michoacán, lo sufraguen los causantes del perjuicio y
4) que no se puede seguir “gobernando” Michoacán sin escuchar a la ciudadanía, pues el Ejecutivo, el Gabinete y las Autoridades no deben olvidar que administran recursos públicos de un Estado republicano, democrático, representativo, participativo y que pretende ser moderno.
Por ello, en este escenario moreliano, el más maquillado en la historia de una Visita Papal, l@s deseperad@s, que sospecho somos la mayoría, no podemos más que, en compañía de Goethe … esperar otro futuro por venir…