Rosario Herrera Guido
Despedacé los ritmos, las palabras,
el feroz contrapunto del concepto,
y tumultuariamente hice un mitin
en contra de lo bello
Ramón Martínez Ocaranza, “Declaración poética”, Los problemas de Dédalo,
Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza, 2009, p. 290.
Este breve ensayo se suma al Magno Centenario del Natalicio del Poeta Ramón Martínez Ocaranza, al lado de sus herederos Citlali Martínez Cervantes e Hirepan Maya Martínez, hija y nieto del poeta, en el horizonte del proyecto de la Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza, A. C. Mi entrañable maestro de Literatura Mexicana en Colegio de San Nicolás (1969), guía de lecturas, agudo interlocutor, rebelde, frenético orador, ácido crítico del poder, en resistencia permanente al poder, amante de El libro de los muertos de los egipcios y de Primero sueño de Sor Juana, fue alumbrado en Jiquilpan, Michoacán, en los dos sentidos, nacido y puesto a la luz, el 5 de abril de 1915, y como Octavio Paz “se apagó, para alumbrar mejor” el 21 de septiembre de 1982.
Un Magno Centenario de su Natalicio, porque los ángeles y los demonios que lo acompañaban y atormentaban han querido, que lo celebráramos este 5 de abril de 2015, como a él le hubiera gustado festejar, en las plazas de Morelia, con grupos musicales, mezcal de Quitupan y Morisqueta, y en compañía de sus familiares, amigos, exalumnos, y de sus bellos y terribles poemas, que poetizaron los Portales y las plazas de Morelia y otras ciudades de México, conviviendo con sus memorables cátedras, provocadores discursos, luchas sociales, diálogos e ironías, juegos del lenguaje, denuncias y solidarias adhesiones con los desheredados de la tierra, los trahumantes, los peregrinos, los estudiantes sin casa, los animales desamparados y las plantas y las flores: en suma, su poética pasión por el ser.
En compañía de Enrique González Rojo y más allá de él, justo es reconocer que de la extensa obra del Poeta Ramón Martínez Ocaranza, sólo es posible hacer una apretada síntesis de las tres etapas de su creación:
I). Seis logrados poemarios:
1. Al pan pan y al vino vino (1941), como la plaquette leída en presencia de Pablo Neruda: “El rapazuelo y el rico”: “No pidas lo que es tuyo, compañero, / enséñate a ser carabinero / y come panes de coraje puro […] Ya se acercan los frutos del futuro / en que tendrás que ser un marinero / y nunca más un triste pordiosero” (RMO, Torito, 1941 y Poesía reunida, Secretaría de Cultura de Michoacán y Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza, 2009, p. 68).
2. Avido amor (1944): “Derribado frente a las estrellas”: “Ámame. Quiero que me ames. / Esta es la gran verdad por la que lucho / como un soldado loco en la batalla. /Oye mi corazón cómo te grita, / con gritos enormes, / tal los gritos de un náufrago / derribado, frente a las estrellas… (RMO, Iibidem, p. 75).
3. Preludio de la muerte enemiga (1946): “Estoy aquí, / en el mar, / bajo el cielo del mundo /y de la muerte, / golpeando los candados de un destino / que yo nunca pedí para los hombres, / y que me llega como un viento oscuro / tatuado de relámpagos; / de campanas huecas y amarillas.” (RMO, Voces, 1946 Ibídem, p. 85).
4. Muros de soledad (1951): “Grito en las sombras”: “Del llanto en las tinieblas nació el verbo. / El verbo antes del caos y la esperanza. / Antes de todo fueron las tinieblas. / De las tinieblas se engendró la lucha; / la lucha entre la bestia y la paloma, / entre el arcángel y el gusano, entre la luz y las tinieblas.” (La espiga y el laurel, Morelia, 1951. Ibidem, p. 116).
5. De la vida encantada (1952): “Morelia”: “Un destino eficaz / de cielo y rosa / dormido en el silencio / de la salobre magnitud del alma /define los guarismos / de tu arcangelical arquitectura […] Camina por tu ser el agua pura / de un ángel misterioso / que con cinceles de sabiduría / creó, para soñar, / torres de ausencia; / terrestres corredores de nostalgia; / patios; cúpulas; árboles dormidos, / y un acueducto de coral profundo. / Y vista desde allí, desde la pura / magnolia del misterio; / desde la verde soledad del agua, / tu rosa se me queda para siempre / llena de alondras y metales blancos. / Y el tiempo se me va / por el divino / cantar / de los recuerdos. / Y te dejo mi ser / en unos cuantos / teoremas de ternura” (Ibidem, pp. 122-125).
6. Y Río de llanto (1955): “Lamentos a la orilla del río”: “¡Ay, que la vida llora / dentro del agua / soñando caracoles / de mas amarga! / ¡Ay, que la vida llora / dentro del río / soñando caracoles / de verdes gritos! […] ¡Agua de los caballos / enlutados / que llegan a la mar / llenos de llanto! / ¡Agua de los caballos / amarillos / que llegan a la mar / dando de gritos! / ¡ Agua de los caballos / de lo verde / que llegan a la mar / llenos de muerte!” (UMSNH, pp. 173-174). Poemarios en los que la imaginación poética y los desasosiegos del joven poeta que lo instalan en una labor que lo convierte en una inequívoca promesa.
II) Le siguen dos libros reveladores:
1. Alegoría de México (1959), donde canta a Cuauhtémoc, Morelos Juárez y Zapata: “Cuauhtémoc”: “Fuiste la cosmogónica pregunta / de los destinos, hechos formas vivas / en las pictografías inescrutables / de tus ojos de águila. / Gigantesca parábola de piedra; / tiempo monumental; / águila obscura; / catástrofe de amor; / salmo enterrado; / pirámide rodeada de serpientes; / paloma musical […] Vino después la muerte. Las praderas / de los jaguares y los teponaztles / otra música; / el zempoalxóchitl se vistió de llanto; / loa amarillos se pusieron grises; / Xochiquetzal se desmayó en los brazos de Tláloc […] y la flor del maíz limpió los ojos / rasgados / de Tonantzin […] Porque Huitzilopochtli había perdido […] Porque le habían matado sus poetas” (Ibidem, pp. 186-188). Poemas en los que Ramón tensa la lira de Orfeo y se aventura con sensibilidad y sabiduría a temas complejos como el patriótico, pero donde pone a prueba su Poética y su talla de poeta, como dice Aristóteles: “Poeta es aquel que percibe las relaciones entre todas las cosas”.
2. Y Otoño encarcelado (1968): “Poemas salomónicos” II: “Yo que di por perdido lo ganado, / como di por ganado lo perdido, / ruedo sobre mi círculo de olvido, / como si fuera círculo olvidado. /Lo que yo tuve, todo fue prestado, / y por prestado, ya me lo han pedido. / Yo no debí jamás haber nacido; / porque hasta de nacer me han acusado. / Que ya nadie recuerde mi osadía, / de haber perdido lo que más quería, / como un caracol sobre la arena. / Mi vida se redujo a pocas cosas: / a ver el mar y a cultivar las rosas. / Y por tan pocas cosas, tanta pena” (RMO, Pájaro Cascabel, México, 1968, pp. 379).
III) Y la tercera etapa de su poesía, en la que se pueden escuchar las voces del surrealismo, la poesía maldita, la mitología de Sor Juana, aderezada con la mitología náhuatl y tarasca, acompañadas de una implacable e irónica crítica al poder y el pésimo ejercicio de la política de los amos de la ciudad, donde los monstruos enemigos del amor son Prometeo, Quetzalcóatl y Kurikua-Aueri (dioses del fuego), además de lo que Ramón mismo llamó Antipoesía. Donde encuentra su voz, sus imágenes y el compás de su ser.
1. Vocación de Job (1961): “Por qué me llamo Job”: “Mi nombre es Job, / hijo de las lágrimas; / voz del Predicador y los desiertos; / blasfemador y puro; / barro de Apocalipsis y de Génesis, / desde ahora vive aquí, / rodeado de ceniza, / escuchando la canción de los vientos” (Ibidem, p. 269).
2. Elegía de los triángulos (1974), la gran metáfora del sacrificio de las pirámides y de los espejos triangulares del tiempo que regresan, como “eterno retorno”, en la experiencia poética, a recordarnos, lo que siempre está sucediendo: “Himno a Tláloc”: “No merecemos el licor divino / con que bañabas los senos de Coatlicue. / Profanamos las gracias del teocalli / donde danzaban / los / jaguares / y / las / serpientes. Blasfemamos tu esencia divina. / Empapamos de sangre náhuatl / las escalinatas de tu centro ceremonial. / Nos entregamos a los nuevos dioses del dollar y del whisky. / Ladramos en inglés de servidumbre; / de coyotes podridos. / Le dimos en la madre al Tlamatini / metiéndolo a la cárcel. / Sacrificamos al Cuicatlaliani. / Y en lugar de la danza majestuosa, / bailamos al compás de los cuatreros / asesinos / del mundo. / ASESINOS DEL MUNDO. /ASESINOS DEL MUNDO / ASESINOS DEL MUNDO. / ASESINOS DEL MUNDO” (Elegía de los triángulos, Diógenes, 1974, p. 129).
3. Elegías en la muerte de Pablo Neruda (1977): “Elegía de Shakespeare”: “¡Qué condición de perros! / ¡Qué señales! / Por cada TEMPESTAD hay un silencio / de miedo abandonado. / Vemos la podredumbre de la vida / y no decimos nada. / Recorremos / el corazón / con / puños / oxidados. / y la palabra muere de sí misma […] Porque después de todo, LA QUIJADA. / LA QUIJADA del hijo de los hombres. / Y la última luz será más negra / que la primera noche de la muerte.” (Morelia de Coral Ceniciento, noviembre 2 del año maldito de 1973).
(UMSNH, 1977, pp. 30 y 33). Elegías que cantan y rugen, como todo gran poema, de lo que siempre está sucediendo, en un tiempo circular, mítico, trágico y poético; por ello su deslumbrante actualidad.
4. Patología del ser (1981), el poemario ontológico de Ramón, cuya lectura pide que el lector se libre de telarañas estilísticas y conceptuales, pues se anuncia como poesía barroca, patológica y antipoética del ser y la existencia del hombre. Ramón mismo, es el Edipo de la metáforas de mil ojos: “Muy ciego. Ciego. Ciego. / Sin música de llagas en mis ojos. / Pero con muchos ojos en mis llagas. / Soy Edipo: Señores del jurado. / Soy el crimen. / ¿Cómo me llama el Código del Viento? / ¿Qué tumba para mí? ¿Qué dialogada conciencia de / tortura? […] Dime Delfos: Por qué me traicionaste? / Por qué la frustración engendradora de tinieblas? / ¿Quién engendró los vientres de la maldición de las tinieblas? / ¡Ayúdame a morir! O dime como la maldición me dio toda mi muerte” (Patología del ser, Diógenes, 1981, 67 y 76-77). Una patología que nos enseña, a diferencia de la medicina y la psiquiatría, que los hombres y las mujeres no tenemos nada de qué curarnos, pues nuestra enfermedad es el lenguaje, que nos hace (mal)decir el mundo. Y donde Ramón alcanza, como me dijo por ese tiempo: “su propia forma y su singular ritmo, para decir lo que era imperioso decir sobre el ser”.
5. El libro de José (2014), como Ramón mismo advierte, es la primera conciencia de sus signos, que manifiestan las trágicas preguntas al signo de los signos: el ser y su condición mortal. Como en el “Elogio del hombre”, del coro de Antígona de Sófocles, no hay nada más siniestro que el hombre (en griego, Deinotaton: tremendo, lo que hace temblar), porque aunque es capaz de domeñar las fieras montaraces, surcar los mares, arar la tierra y no hay nada a lo que no se pueda enfrentar, sólo de la muerte no puede escapar, y como el trágico cantar de Yago en el Otelo de Giuseppe Verdi: “Viene, después de tanta irrisión, la muerte”. Y que recuerda que la tragedia, a diferencia de la comedia, jamás se resuelve, como sostuvo un gran filósofo de la tragedia, Eugenio Trías, a diferencia de la comedia, que siempre se resuelve.
Por lo que el poeta Ramón Martínez Ocaranza, al preguntarse ante la muerte de José Revueltas canta: “¿Es tu última cárcel, / camarada, / la cárcel de la muerte? / ¿Entras ahora al reino de la pura / serenidad?”. Y se responde: “Es muy probable que los terribles güevos de la Historia / tengan más potestad / bajo / la / tierra […] Los hombres como tú / caminan solos / adentro de sus tumbas […] Todos los hombres mueren con su muerte […] Sólo la muerte ya no tiene muerte / cuando nace la Luz […] Entonces todos / los materiales / son / de / la / conciencia […] Los signos de la luz son la conciencia” (Martínez Ocaranza, El libro de José, pp. 9-12). Versos en los que además de poner en el centro de tu labor poética a la soledad, profetiza la inmortalidad simbólica e histórica de José Revueltas. Como en Muros de soledad: “Morir o no morir; / pero ser héroes / de nuestra propia soledad” (Martínez Ocaranza, Muros de soledad, La Espiga y el Laurel, 1951, p. 31).
En el “El viento de la noche en Lecumberri”, verso a verso, denuncia que en prisión le pusieron cicuta de víboras en su vino. Que las ratas de la “Ley”, desde su madriguera, “licenciados de papel podrido”, en contubernio con “la cabrona de su señoría”, con “Tinta de paquidermos” se dedican a matar a los héroes de México, hasta que después de muchos años de polvo y “con lágrimas de sapo, / van a lamer los güevos de la Historia”. Porque Revueltas tenía que pagar todas las deudas de sus testimonios en las cárceles. Y como nadie le creyó que era el Profeta, le quemaron los pies como a Cuauhtémoc. Para ir más tarde “a buscar sus huesos. / Cuando había que buscar tus güevos de oro.” (Martínez Ocaranza, El libro de José, Fundación Cultural Ramón Martínez Ocaranza y Red Utopía, 2014, p. 21). Por ello le pregunta a la tinterilla de barandilla “Señora Licenciada: / ¿Cuánto le dieron para condenarlo? / ¿Le dieron la misión de los burdeles? / ¿O la condecoraron con el premio / de la puta mayor del Doctorado?” (Martínez Ocaranza, El libro de José, p. 22).
De Maquiavelo a Camus, pasando por Nietzsche, Marx, Freud, Lacan, Derrida, Foucault, Trías y Agamben, entre otros, la filosofía política es un compendio de desmitificación del poder. José Revueltas y Ramón Martínez Ocaranza son herederos de esa tradición de la ruptura, como la llamó Octavio Paz (Los hijos del limo, Seix Barral, 1974), de una izquierda crítica y moderna, que caracterizó al siglo XX.