Y finalmente, luego de más de una semana de vacacionar, el alcalde Alfonso Martínez Alcázar regresó de Whistler, Canadá, a donde se fue junto con su amigo Agustín Arriaga Diéz, hijo del ex gobernador priista Arriaga Rivera.
A su regreso, encontró una ciudad incendiada -literal y metafóricamente-, pues, durante su ausencia, grupos criminales aprovecharon para iniciar una recomposición profunda de las plazas en el municipio.
Mientras el alcalde panista se encontraba disfrutando de sus vacaciones, en Morelia se registraron por lo menos un incidente violento diario, el más reciente, el asesinato de dos personas en una marisquería, una de las víctimas era un reconocido empresario moreliano. Apodado como Pepin Ayala, era socio del bar Babylon, Cocktail, Jardín Ego, Grand Hotel, entre otros establecimientos famosos en la ciudad.
Pese al baño de sangre, el alcalde de Morelia, Alfonso Martínez permanece inmóvil, sin intención de integrarse a la estrategia de seguridad implementada entre la Guardia Civil, Guardia Nacional y Sedena.
Incluso, Alfonso fue más allá, pues asegura, el Gobierno de Michoacán no les ha hecho ningún ofrecimiento para coordinarse en la estrategia de seguridad, esto, pese a que de hecho, el gobierno estatal le ha entregado por diversas vías, al menos tres propuestas de dicha estrategia, ninguna de estas ha sido respondida por el municipio.
Lo cierto es que, mientras los grupos criminales se reacomodan en Morelia, Alfonso Martínez se niega a actuar, pues está más preocupado por el tema electoral del 2024, por cuidar sus negocios y los de sus amigos, así como por ponerse a la estrategia nacional de seguridad que ha reducido la incidencia delictiva hasta en un 42% en los territorios que sí se han sumado.
¿Quién paga los platos rotos de la indolencia del alcalde? Por supuesto, las morelianas y morelianos.
Ante este panorama, quedará por ver si Alfonso Martínez deja de lado el orgullo, acepta que la inseguridad lo ha rebasado y se integra a la estrategia de coordinación de seguridad o, si por el contrario, permanece observando, con una mirada cómplice, como los grupos de la delincuencia organizada se apoderan de Morelia.