Valentina Pérez Botero/@vpbotero3_0
(11 de enero, 2013).- Los separan sólo unos centímetros de distancia y los homologa el tipo de entrada al cuerpo femenino. El primer hueco, el que da paso a la vagina, lo custodian dos capas de labios; y al ano, el segundo ojo al interior, lo resguardan las nalgas.
La última encuesta realizada en Estados Unidos sobre comportamiento sexual entre parejas heterosexuales de 18 a 56 años, revela un dato interesante sobre el sexo anal: su rápido incremento como práctica durante el coito.
En 1992, la prevalencia de la práctica era de 16 por ciento. Menos de 20 años después llega a 46 por ciento. La pregunta es por qué las mujeres han cedido ante lo que inicialmente se consideró como una fantasía únicamente masculina y asociada con el dolor. El planteamiento era: si existe un hueco hermano –la vagina-, naturalmente lubricado y más propenso a dilatarse ¿para qué recorrerse unos centímetros más abajo?
La respuesta está en el orgasmo: el 65 por ciento de las mujeres que dijo haber tenido penetración vaginal durante su última relación sexual experimentó uno, el porcentaje subió a 81 cuando su pareja les hizo sexo oral, y llegó a 94 por ciento cuando tuvieron penetración anal.
Pero la respuesta no está sólo en la estimulación anal sino en todos los actos sexuales que lo acompañan, pues es su número –masturbación mutua, sexo oral, penetración vaginal y finalmente anal-, todas combinadas, lo que aumenta las posibilidades de que una mujer llegue al orgasmo.
La encuesta muestra que sólo el 6 por ciento de las mujeres que dijo haber tenido penetración anal hizo exclusivamente eso, 86 por ciento tuvo también penetración vaginal y 72 por ciento dijo haber recibido sexo oral.