Rogelio Sosa / @Michoacan3_0
A la mayoría de la población mexicana le pasó por alto la victoria de este domingo del Partido de Izquierda Radical -abreviado en griego Syriza-. Sin embargo se trata de una votación que cambió el rumbo de Grecia y que impactará a toda Europa. Estamos ante la derrota del miedo, el chantaje y la mentira que se usaron los neoliberales allá, como en México en 2006 y 2012 para declarar a los opositores verdaderos como “un peligro” para el país.
Se decía que si ganaba Syriza, vendría la salida de Grecia de la Unión Europea, la debacle económica y el caos social y es que ese partido aglutina a miles de militantes de la izquierda marxista en sus diversas corrientes: maoístas, trotskistas, eurocomunistas, ecologistas y libertarios. Existe en ese partido una experiencia histórica de teoría y práctica política que ahora encabeza la lucha del pueblo griego por sacudirse el asfixiante yugo de las políticas impuestas por el Banco Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional, -la llamada troika- que llevó a miles de griegos a la miseria y a tener que buscar comida en los basureros.
El golpe político a la ínfima minoría de dueños del capital que dominan la economía mundial viene de abajo, de las entrañas del pueblo y contagia a las mayorías en varios países. España, Irlanda, Italia y Francia están en la lista. La sacudida en Grecia se suma a la primavera árabe que liquidó regímenes aparentemente inamovibles y a la secuela de revoluciones pacíficas que en América Latina ha cambiado por la vía electoral en pocos años el panorama económico y político de la mayoría de los países de la región.
¿Pero, qué significa todo ello para México?. Aquí pareciera cerrado el camino de las elecciones, dados los candados de la inmensa corrupción que compra votos sin límite; el control desde Los Pinos de los órganos encargados de organizar y dirimir los litigios electorales: el Instituto Nacional Electoral y el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, dados también la intromisión ilegal de las autoridades de todos los niveles en las elecciones y en los últimos tiempos, del crimen organizado articulado al aparato del Estado Mexicano.
Destaca en todo ello, el alto grado de enajenación de la conciencia política y cívica de millones de votantes que son acarreados con relativa facilidad a las urnas mediante el reparto de dádivas pasajeras y el control corporativo que aun ejercen las estructuras del viejo régimen. Finalmente, este factor es clave para comprender las grandes dificultades que deberá superar la sociedad mexicana a fin de romper la inercia y continuidad de un régimen claramente fracasado e incapaz de resolver la crisis actual y mucho menos de ofrecer el mínimo de seguridad, justicia y democracia que hacen viable a cualquier nación.
La clave está entonces en el papel de la izquierda mexicana –no los chuchos, por cierto- cuya razón de ser es precisamente la generación de conciencia y organización social para realizar, con la energía movilizada de millones, los cambios de fondo que permitan a todos y todas alcanzar una vida digna con respeto a los derechos básicos y recobrar para la nación la soberanía perdida. ¿Se puede?.
Claro que se puede. Precisamente la Europa mediterránea que despierta, el norte de África que sacudió regímenes anquilosados y América Latina demuestran que se puede. Es la razón –por cierto- que así se haya denominado: PODEMOS, la izquierda que emergió en España como alternativa a los políticos neoliberales.
No cabe duda, la evidente crisis del sistema social mexicano, abre todas las posibilidades de engendrar nuevos reacomodos que no dejen piedra sobre piedra de este vetusto y decadente régimen. No hay razón para no lograr pacíficamente el país que queremos. El último ejemplo de Grecia nos dice: manos a la obra. Hay que llamar a filas a todos y todas quienes coinciden en derrotar definitivamente a los corruptos, a quienes violentan los más elementales derechos humanos de millones, fraguan crímenes como los de Tlatlaya e Iguala y han hecho un cementerio de este país, a la ínfima minoría que sigue despojando y liquidando el patrimonio nacional y no ven otro modelo que el rapaz neoliberalismo impuesto por los saqueadores nacionales y extranjeros.
Sí. El pueblo de México tiene la opción de ir a las urnas no a validar la continuación del desastre sino a encaminar a la nación hacia otro destino. La natural desesperación que genera la situación actual no debe impedir ver el estado de ánimo de la población, su nivel de conciencia y su decisión y la posibilidad real de cambiar las cosas en el corto plazo. Ello, sin ignorar los claros motivos por los que no puede haber elecciones en el Estado de Guerrero.
Pero, a nivel nacional, el peor resultado será el que se genere por la división entre votantes y abstencionistas, entre partidos y organizaciones sociales, entre los miles de militantes de base de Morena y los miles de militantes de base del PRD y de las otras formaciones de la izquierda mexicana.
Si no hay condiciones subjetivas para enfrentar al grupo neoliberal dominante en las urnas el 7 de junio próximo, es posible que tampoco haya las millones de voluntades que se requieren para imponer un nuevo constituyente. ¿Es posible articular ambas opciones?. ¿Después del 7 de junio con resultados favorables no es posible convocar con inteligencia, decisión y unidad de los más a refundar a México con un nuevo Constituyente?. ¿Tiene que ser antes o en lugar de la fecha electoral? Es ahora o nunca?. Según se responda a ello, será el escenario que construyamos. Esa responsabilidad es de la izquierda y de los amplios sectores decididos al cambio.