Revoluciones


Un idealista llamado Salvador Allende; a 41 años de su muerte

/@lopezperiodista

(11 de septiembre, 2014).- Una llamada despertó al presidente ese martes a las 6:15 horas en su residencia personal, “¿qué pasa?”, preguntó el mandatario. Le informan que la Marina se ha sublevado. Una hora después, enfundado en un traje negro y recién bañado, sube al auto y ordena al chofer dirigirse al Palacio. Durante el trayecto recibe la información de que el Ejército, respalda al gobierno.

A las 7:55 horas en los radios su voz retumba “Les habla el presidente de la República…informaciones confirmadas señalan que un sector de la marinería habría aislado, una ciudad y estaría ocupada, lo cual significa un levantamiento en contra del gobierno, del gobierno legítimamente constituido, del gobierno que está amparado por la ley y la voluntad de los ciudadanos”.

“Como primera etapa tenemos que ver la respuesta, que espero sea positivo de los soldados de la patria que han jurado defender el régimen establecido, en todo caso yo estoy aquí, en el palacio de gobierno y me quedaré aquí, defendiendo el gobierno que represento por la voluntad del pueblo”. A las 8:03 horas hace la que será su última aparición pública en un balcón presidencial.

Ya para las 8:42 horas, las fuerzas armadas declaraban por radio “que el señor presidente de la República, debe proceder a la inmediata entrega de su alto cargo a las fuerzas armadas”. Tan sólo ocho minutos más tarde, la respuesta a la solicitud llegaba por el mismo canal de comunicación: “Se insta a renunciar al presidente de la República, no lo haré”.

Entonces le hablaba a la historia: “siempre estaré con ustedes, tengo fe, superarán otros hombres este momento gris y amargo donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pasa el hombre libre para construir una sociedad mejor”.

“Estas fueron mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que por lo menos será una lección moral que castigará las felonías, la cobardía y la traición”.

En las inmediaciones del Palacio, tanques se aglutinan. Las botas negras de los soldados empiezan a rodear las calles. El miedo y la tensión invaden la atmósfera. Y entonces se escucha el canto de las ametralladoras. El aliento a muerte comienza a llegar.

Minutos después del mediodía, el viento se rompía por el sonido de dos aviones. El piso retumbó, el bombardeo aéreo había llegado. El polvo se levantaba, los muros caían, lo vidrios de las ventanas explotaban. Cinco veces se había atacado el recinto.

El fuego se hacía presente en las ruinas de la sede del poder. Los militares entran al primer piso del inmueble, buscaban a las 26 personas que se encontraban ahí. Todo había terminado.

“¡Presidente!, ¡el primer piso está tomado por los militares! ¡Dicen que deben bajar y rendirse!”. Él contesta “¡Bajen todos! ¡Dejen las armas y bajen! Yo lo haré al último”.

Como lo prometió, bajó. Pero cubierto por una manta y en una camilla militar custodiada por soldados. Había muerto, en el lugar donde residía el poder presidencial. Se suicidó antes de caer en las garras del enemigo.

Han pasado 41 años de aquel fatídico miércoles 11 de septiembre de 1973, donde murió Salvador Allende en el Palacio de la Moneda en Chile, cuando el sueño socialista llegaba a su fin, había emprendido un programa de reformas sociales que se toparon la férrea oposición de los sectores reaccionarios de la sociedad, pero sobre todo con la negativa de los EE.UU.

Cuando Allende ganó las elecciones presidenciales en 1970 dijo “hemos triunfado para derrocar definitivamente la explotación imperialista, para terminar con los monopolios… para hacer factible el progreso de Chile”, ese ideal le costó la vida, tan sólo quería un país desarrollado y libre.

11 septiembre, 2014
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