Redacción / @Michoacan3_0
En un partido tremendamente emotivo, en un Cilindro repleto, Racing derrotó a River por 1 a 0 y quedó como el único líder del campeonato con 35 puntos. Ramiro Funes Mori, en contra, convirtió el único gol del partido.
Con el nudo en la garganta al borde de estallar, con la ansiedad carcomiendo las venas, Racing hizo lo que la historia le pedía y se abrazó con el alma al resultado que precisaba para continuar construyendo la ilusión de su gente. En un clásico repleto de nervios, con la personalidad suficiente para encarar el desafío que se le presentaba, la Academia venció con jerarquía a River por 1 a 0 y llegó a la punta del torneo. De acá en adelante, solamente depende de sí misma para cumplir el sueño que se le viene postergando desde hace tiempo.
Una tensión asfixiante. Tremendamente asfixiante. Por el marco, por las circunstancias, por la obligación del dueño de casa ante una multitud que no dejó butaca por ocupar. En ese contexto, la emoción arrancó ganándole a la razón y el ritmo del juego lo impuso el corazón. De acá para allá, de allá para acá, la pelota no halló calma casi nunca. Todos metieron, sobre todo el equipo de Diego Cocca, que volvió a apostar desde el inicio a la intensidad como arma preferida para llevar el partido al terreno más cómodo.
En un desarrollo desordenado, la dinámica fue insinuada por Ezequiel Videla, quien nuevamente se desplegó a la largo y a lo ancho para interrumpir el circuito de tenencia de la visita. Con dos líneas de cuatro bien definidas, al momento de la transición en ataque, Adrián Centurión se paró como extremo y Gustavo Bou se recostó sobre la derecha. Diego Milito quedó como referencia entre los centrales adversarios.
Si el plan era sacar ventaja con la pareja de delanteros, fundamental resultó Sebastián Saja para superar los sofocones. Apenas iban cuatro minutos cuando Augusto Solari le ganó la espalda a Leandro Grimi y se encontró de cara al gol. Lo que no sabía el volante millonario es que el arquero le taparía todo el ángulo de remate de manera extraordinaria. No fue lo único.
Un rato más tarde llovió un centro al área local, la defensa no alcanzó a rechazar y Sebastián Driussi se topó con la chance. Su disparo fue desviado y el Cilindro respiró. En ese tramo sin claridad, la categoría individual de Milito fue la clave para que la Academia nivelara la coyuntura. Con un par de maniobras bárbaras, el capitán sembró preocupación y levantó el andar de un conjunto al que no le sobraba elaboración.
En la primera de cambio, adentro. Un cuarto de hora iba. Y otra vez Milito fue protagonista. Gastón Díaz fue por derecha, capturó un rebote y lanzó al área como pudo. El balón pasó sin que nadie lo sacara, Milito no dudó y puso la pierna. Marcelo Barovero achicó pero Ramiro Funes Mori se llevó la pelota por delante.
La suerte ayudó en el rebote y la red se infló para desatar el grito que tanta falta hacía. A partir de ahí, Racing pareció acomodarse. Porque, con más agresividad que nitidez, con mucha presión de los mediocampistas, empujó y empujó para evitar sufrimientos. Y lo consiguió. Golpeado por el gol, River no volvió a inquietar y padeció la capacidad del anfitrión para salir rápido con espacios.
Primó la lógica en la segunda mitad. Ante la certeza de que los de Núñez se iban a adelantar en el campo, la Academia optó por ceder la tenencia para aprovechar el contragolpe. Marcelo Gallardo quiso agregarle recursos a su estructura ofensiva e hizo ingresar a Tomás Martínez y a Fernando Cavenaghi. Cocca no respondió enseguida. El que sí contestó fue Milito, que le sacó jugo a un serie de gambetas de Centurión y remató desde el borde del área por encima del travesaño.
Pero, más allá de esa posibilidad, se le hacía difícil a Racing arrimarse a Barovero. Con la idea de ganar dinámica por las bandas, Marcos Acuña reemplazó a Díaz y se ubicó en la derecha. Era necesario contar con alternativas para el tramo final.
La coyuntura indicaba que había que resistir los embates rivales y, en esa escena, Videla asomó como el gladiador entre los gladiadores. El volante central cortó una y otra vez y, como si fuera poco, entregó bien la mayoría de las veces. Nelson Acevedo pisó el césped por Centurión para colaborar en esa ardua tarea y también se calzó el overol para no dejar hueco por cubrir. Firmes Luciano Lollo y Nicolás Sánchez, los envíos aéreos de River cayeron muy seguido en las cabezas de ellos. Bou, incansable para ir a buscar todas, complicó cada vez que le jugaron pases largos y profundos. Tras una de sus corridas, Acuña probó desde lejos y el remate salió apenas alto.
Quedaron los minutos finales en el tintero y la Academia hizo todo lo que tenía que hacer para garantizarse seguir soñando: reventó cuando la jugada lo pedía, tocó en corto cada vez que pudo y, sobre todo, no se guardó ni un gramo de energía. Así, con las agallas para pisar fuerte cuando no quedaba otra, Racing festejó a lo grande y quedó donde su gente quería que quedara: en la cima de la tabla de posiciones.
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