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París.– ¿Velocidad? Sí. ¿Paciencia? No. ¿Redes sociales? Sí. ¿Libros? No. ¿Ambición? Sí. ¿Obediencia? No. ¿Videojuegos? Sí. ¿Deportes? No. Ojo con la “generación Z”, con prisas, pragmática, autónoma y testaruda. Esos 2 mil millones de jóvenes nacidos después de 1995, con Internet, están decididos a construirse una vida alejada de los códigos y de las aspiraciones de sus mayores.
Son “mutantes”, como los llaman algunos investigadores fascinados por su fusión con el mundo digital.
Su día a día
Navegan en varias pantallas y están acostumbrados al “todo, ahora mismo, en todas partes”. Les resulta normal pagar mucho dinero por el último teléfono inteligente, pero también conseguir gratuitamente películas y música en Internet. Los códigos de los adultos les parecen desfasados, les gustan las marcas “rebeldes” y se informan, sobre todo, a través de las redes sociales, comprueban estudios realizados en Europa y Estados Unidos por grandes compañías, como BNP y Ford, que quieren entender a sus futuros clientes. Esos jóvenes, de entre 13 y 20 años, se consideran abiertos de mente e innovadores, pero reconocen que son impacientes y testarudos.
Adoptan las modas que se propagan por Internet en todo el planeta, desde los taquillazos estadunidenses como Los juegos del hambre o Divergente hasta el K-Pop coreano. Su vocabulario está lleno de acrónimos y de anglicismos.
Sus ídolos son estrellas de Internet, como el sueco PewDiePie, comentarista de videojuegos que tiene más de 30 millones de seguidores en YouTube.
Sus amigos
Sus amigos de las redes sociales son tan importantes como los de la vida real y a veces acaban conociéndose en persona. Desde los 16 años, incluso antes, frecuentan las páginas de contactos. Más de la mitad de los Z considera que la auténtica vida social transcurre en las redes sociales, donde el 84% tiene una cuenta registrada, según una encuesta de la agencia estadunidense JWT. Para ellos es más sencillo chatear que hablar.
Sus conocimientos
Sus padres no les podían ayudar con las nuevas tecnologías, así que se acostumbraron a los tutoriales en YouTube, a ser autodidactas. Integraron “el autoaprendizaje permanente”. Han visto caducar varias tecnologías como los viejos reproductores de video, relegados al mundo de las reliquias junto a las radios, los CD o DVD. Ahora todo se hace en la red donde ven cualquier cosa, incluidas la violencia y la pornografía.
Sus pantallas
Pasan más de tres horas diarias ante sus pantallas, según el gabinete estadunidense de estudios Sparks and Honey. Padecen “FOMO” (“Fear of Missing Out”), el miedo a perderse algo, y odian la idea de no estar conectados. No les basta con consumir series y películas, quieren participar, crear su canal en YouTube o sus blogs de video. Algunos adolescentes se volvieron famosos de esta manera, como el joven humorista estadunidense “Fred” (Lucas Cruikshan). Están en varias redes sociales, como Facebook, Instagram, Snapchat, Twitter o Tumblr. La mayoría navega por Internet mientras ve la televisión y piensa que la tecnología lo hace todo posible. Su atención es breve, más que leer, escanean, lo que a veces provoca respuestas superficiales a las preguntas de sus profesores.
Los Z frente al mundo laboral
Entre el 50 y el 72% de estos jóvenes quieren crear su start-up, según distintos sondeos. La palabra “empresa” evoca nociones muy negativas: “complicada”, “despiadada”, “una jungla”. Para triunfar, confían en su “red” de contactos antes que en los diplomas, y prefieren una organización horizontal antes que una jerarquía. En esta generación que quiere realizarse, al 76% le gustaría convertir su hobby en su trabajo.
Los Z frente al futuro
Hijos de la crisis, tienen criterios muy definidos respecto a sus elecciones profesionales. En Francia, a salario igual, el 25% elegiría la empresa más divertida, el 22%, la más innovadora y el 21%, la más ética. Deseosos de tener un impacto en el mundo, les gusta el voluntariado, que practica una cuarta parte de los jóvenes entre 16 y 19 años en Estados Unidos. La mayoría de los Z se consideran “estresados” por el futuro, que se les antoja sombrío, sobre todo para el medioambiente y la economía.