Waldemar Aguado / @Walo3_0
En un experimento social independiente se entrevistó a adultos e hijos, por separado. A los adultos se les preguntó si creían que podría haber un mundo mejor en un futuro, y a los hijos cuáles eran sus sueños a realizar.
El objetivo del experimento es hacer que la gente se de cuenta de una cosa: que para lograr un cambio en el mundo, primero es necesario creer que es posible.
Las respuestas de los adultos no fueron muy motivadoras, muestran escepticismo ante un mundo mejor: “creo que las cosas sólo se pondrán peor…” mencionó una de las entrevistadas. Otro comentario, advierte que ya no hay regreso, que lo que le hemos hecho al planeta ya no se puede deshacer.
“Habrá más guerras, con certeza…”
Después de dar estas respuestas, muestran a los adultos videos en los que sus hijos comparten sus sueños, sueños de ser artistas, doctores, gimnastas, maestros, veterinarios.
“De grande quiero ser diseñadora de modas… porque quiero hacer ropa brillante”; “quiero andar en patineta”; ”quiero cuidar de los niños, ver si están bien”.
¿Cómo se harán realidad los sueños de nuestros hijos si no existe un mundo mejor?
La descripción del video dice “El mundo nos pertenece a todos y necesita de nuestro optimismo, para que nuestras ganas de cambiarlo, se conviertan en un cambio verdadero… Cambiando nuestra forma de pensar, cambiamos nuestra forma de actuar y actuando podemos cambiar el mundo.”
“Todavía hay tiempo de cambiar.”