Opinión 3.0


¿Qué sucede en Grecia? Los griegos y ese absurdo invento suyo de la democracia

Antonio Aguilera / @Vice_VersaMx

Egospótamos es una pequeña desembocadura del río Quersoneso, al noreste de la moderna ciudad turca de Sütlüce. Actualmente es un sitio de interés turístico en la rivera del Helesponto en la península de Turquía, en donde sobreviven algunas ruinas de una antigua ciudad, que fue testigo en el año 405 a.C., de la forma en que el general el espartano Lisandro derrotaba al imperio marítimo de Atenas en la batalla naval que puso fin a la guerra del Peloponeso.

Esta guerra, que enfrentó a Atenas con Esparta a lo largo de casi 30 años, representó en buena parte el fin de un modelo político vigente que parecía inquebrantable: las ciudades-estado. La guerra del Peloponeso cambió el mapa de la Antigua Grecia. A nivel internacional, Atenas, la principal ciudad antes de la guerra, fue reducida prácticamente a un estado de sometimiento, mientras Esparta se establecía como el mayor poder de Grecia y al resto del mundo nos legó un concepto que hasta la actualidad se siguen viviendo sus avatares: la democracia

Mientras Esparta se transformó en una oligarquía cuyas glorias se rompieron ante el gran muro imperial de Persia, en Atenas se fue gestando el poder ciudadano, en un estado inmerso en la pobreza. Tras dos años de un gobierno tiránico, En 403 a. C., el general Trasíbulo derribó a los oligarcas y restauró la democracia.

En Grecia saben que la lucha por la democracia implica siempre grandes costos sociales. Las guerras por el control de la península se han extendido a lo largo de los siglos. Para no ir más lejos, la última guerra civil se desembocó al finalizar la segunda guerra mundial, representando la caída de la monarquía, implementando una disputa que se mantiene a la fecha entre conservadores y liberales.

El avatar quiso que la democracia ateniense naciera de una crisis, la derrota en la batalla del Peloponeso. Ahora, la verdadera democracia, eso que otro pensador griego contemporáneo, Cornelius Castoriadis, definió en clave libertaria como la institución de la sociedad por la sociedad misma, puede tener otra vez una cita en su topografía.

La actual crisis económica que se vive en Grecia, que hace temblar a los mercados europeos y que tiene al euro en capilla, resurge de un enfrentamiento una vez más de la democracia frente a la oligarquía. De la lucha de un país desesperado por mantener lo que le queda de la soberanía, y  la encrucijada de aceptar las recetas más ortodoxas del liberalismo económico y del orden mundial.

Al comienzo de la crisis, en el 2010, fueron los jóvenes estudiantes griegos, víctimas del despiadado ajuste económico-financiero, y los únicos que se rebelaron contra el sistema responsable del infortunio social. Se definieron así mismos como “el movimiento de los demócratas”. Y empujó a todo el pueblo griego a exigir que mantenerse en la zona euro no se tradujera en el adelgazamiento de sus bolsillos y hasta de su masa calórica. En estos días, el pueblo griego está en la calle, el ágora donde se defiende la auténtica soberanía popular.

El primer ministro, Alexis Tsipras, recurre a la vieja fórmula que los griego le heredaron al planeta, una medida de participación democrática: el referéndum, convocado para el próximo domingo 5 de julio a fin de que los griegos acepten o rechacen las recetas de austeridad, y que la la quiebra de las empresas capitalistas implosionen sobre ciudadanos y trabajadores.

Tsipras arrastra los ojos del mundo, sobre todo de los órdenes económicos internacionales, quienes no han dudado en despreciar la figura democrática para mantener vigente un modelo económico de coerción social. Por ello, en las últimas horas, el Ejecutivo heleno decidió imponer medidas de control de capitales y el cierre de los bancos para impedir la huida de fondos.

En la memoria de Tsipras están los hechos de España y de Argentina y el gran costo social que implica formar parte de la zona Euro, con las ventajas y desventajas que ello implica.

Las naciones poderosas de Europa y occidente tienen en la mira al primer ministro, y a la pequeña república del mediterráneo, ya que el colapso financiero de la patria de Aristóteles, Pericles y Platón, puede ser la fisura que derrumbe el imperio económico occidental.

Pero la democracia también inventó sus propios anticuerpos, que le han servido para darse legitimidad. Uno de estos es la demagogia:   el demagogo es un animal nativo de las democracias modernas. El demagogo y la democracia son, por cuanto, como uña y carne. En efecto, ambas palabras poseen una misma raíz etimológica; demo, significa, “pueblo” en griego; por lo que, por una parte democracia significa, “gobierno del pueblo” y demagogo, “líder o cabecilla del pueblo o, más bien, del populacho”.

En la crisis actual de Grecia alguien juega a la democracia y alguien a la demagogia, y viceversa: Aristóteles definía tres tipos de gobiernos: el de una sola persona, llamado monarquía, el de los pocos, llamado aristocracia, y el de la mayoría, a la cual llama politéia o democracia.

Como buen asesor maquiavélico de grandes reyes (edulcoraba el oído del emperador Filipo II, padre de Alejando Magno), el estagirita definía la democracia como la tiranía de la mayoría o de la muchedumbre, por ello señalaba que éste último tipo de gobierno es el peor de todos, pues desgraciadamente la muchedumbre ignorante y acrítica es fácilmente manipulada por el demagogo quien teniendo las riendas de la política de dicha sociedad se abroga el poder de interpretar los deseos e intereses del pueblo y de hablar en su nombre.

El efecto de Grecia repercute en todo el mundo, desde la caída de la mayoría de las bolsas internacionales, hasta el incremento del dólar frente al peso mexicano. Son los efectos de tener un modelo económico univocista, en donde se desprecia la diferencia para fortalecer la moneda y el valor económico único.

Grecia inventó la democracia, producto de una guerra oligárquica, ahora, su potencial colapso como nación capitalista, empuja al mundo a varios escenarios impredecibles, en donde a lo lejos –si se pone atención- se puede estar escuchando la risa de dos dictadores, Adolf y Iosif, que también hicieron de Grecia un laboratorio político y económico.

30 junio, 2015
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