Orlando Aragón Andrade
“Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y otra vez, como farsa.” Esta vieja y célebre cita con que abre el “Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte” de Karl Marx es elocuente para ilustrar la coyuntura electoral de Michoacán.
Hace apenas unos días fuimos testigos de la derrota electoral del PRI en Michoacán y del triunfo holgado del candidato del PRD a la gubernatura del estado. No obstante, este resultado, que se antojaba casi natural después de la escandalosa gestión del PRI, terminó por materializarse muy a pesar de una movida política que aunque para muchos fue sorpresiva, no tuvo nada de nueva ni de innovadora. En efecto, al evidenciarse los vínculos criminales que mantuvieron los gobiernos encabezados por Fausto Vallejo y Jesús Reyna el gobierno federal, al viejo estilo priísta, intervino en Michoacán para imponer a un comisionado plenipotenciario en contra de la Constitución y también a un gobernador sustituto servil a sus intereses.
Para tratar de enmascarar esta imposición a los michoacanos y michoacanas, el gobierno federal recurrió, de forma increíblemente vulgar, al mismo guión utilizado contra el movimiento cardenista a finales de la década de los ochenta del siglo pasado. Al igual que en aquellos años el prestigio de la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo fue utilizado para tratar de lavarle la cara al régimen corrupto de Michoacán y para disfrazar una intervención autoritaria e ilegal. De tal forma, que los viejos “priístas de temporal” de la UMSNH encabezados por Genovevo Figueroa se reeditaron ahora bajo el liderazgo de Salvador Jara.
No sólo en la aparición y el uso de los “priístas de temporal” de la UMSNH se pueden encontrar paralelismos entre un proceso y otro. También por aquellos años el ex rector de la universidad que tomó las riendas del gobierno firmó un “plan Michoacán” que supuestamente modernizaría a la entidad con todo el apoyo de la federación. De forma análoga, su gestión estuvo intervenida por un delegado enviado por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari. Por si todo esto fuera poco, aquél régimen integrado por “destacados universitarios” colaboró y fue cómplice de los fraudes electorales y los crímenes que sufrieron en ese entonces los cardenistas. ¡Semejanzas increíbles!
A pesar de todas estas coincidencias hay una diferencia significativa entre uno y otro y se le pude encontrar en el resultado de la elección. En el primero de los casos tuvo que pasar casi una década para que el PRI dejara el gobierno estatal, mientras que en el segundo caso la derrota fue estrepitosa. Justamente este resultado actualiza la fórmula de Marx para el caso Michoacano, los neo “priístas de temporal” resultaron ser la versión cómica de su primera formulación.
El resultado electoral, sin embargo, no debe engañarnos sobre el legado de este gobierno que está concluyendo. Para empezar el PRD triunfante no es ni la sombra de lo que fue el movimiento cardenista en 1988-90 en Michoacán. Tampoco conocemos bien a bien la situación en que dejará la actual administración a Michoacán, en buena medida por la opacidad y cerrazón que ha caracterizado a la presente gestión en poco más de un año de trabajo. Además habrá que ver qué espacios de poder ocupa este grupo en política de Michoacán después de su salida del gobierno y las acciones que desde ahí emprendan. Por esta razón no habría que olvidar el complemento que Herbert Marcuse realizó a la vieja fórmula del Dieciocho brumario: “sin duda, la historia se repite como farsa, pero a veces tal farsa es más terrorífica que la tragedia original”. El tiempo pronto lo dirá.