En una muestra de poder absoluto, el presidente ruso, Vladímir Putin, dejó claro que la vida de los soldados ucranianos atrapados en Kursk depende enteramente de su rendición. “Si depongan las armas, se les garantizará la vida y un trato digno”, sentenció el líder del Kremlin, dejando en el aire una amenaza implícita sobre el destino de aquellos que resistan.
La declaración de Putin llega luego de que el expresidente de EE.UU., Donald Trump, hiciera un desesperado llamado a la clemencia. Desde su red social Truth Social, el magnate advirtió que “miles de tropas ucranianas están completamente rodeadas y en una situación terrible y vulnerable”, por lo que solicitó a Putin que les perdonara la vida.
Sin embargo, el Kremlin no tardó en recordar al mundo que considera a esos mismos soldados como terroristas. Putin enfatizó que las fuerzas ucranianas han cometido “numerosos crímenes contra la población civil” y que la Fiscalía rusa los ha clasificado como tales. A pesar del “llamado humanitario” de Trump, el líder ruso recalcó que la única forma en que sus tropas muestren piedad es si el gobierno de Ucrania ordena explícitamente la rendición de sus soldados.
El asesor presidencial ruso Yuri Ushakov confirmó que la súplica de Trump fue escuchada, pero con la fría lógica que caracteriza a Moscú: “El presidente Putin ha respondido positivamente… en los términos que ha considerado adecuados”, dejando en claro que la misericordia rusa no es gratuita.
Mientras tanto, Putin sigue reforzando su postura implacable. Durante una reunión con mandos militares en Kursk, el mandatario insistió en que todos los soldados ucranianos capturados serán tratados como terroristas y que los mercenarios extranjeros no tienen derecho a la protección del Convenio de Ginebra.
El mensaje es claro: Rusia tiene el control total en Kursk, y la vida de los soldados ucranianos está en sus manos. La pregunta ahora es si el gobierno de Kiev aceptará la rendición o si los combatientes atrapados se enfrentarán a un destino aún más oscuro.