Pedro Miguel / @Navegaciones
con el zumbido de los medios,
con las destilaciones del fraude,
con el encanto de sus jilgueros,
con estadísticas compradas,
con la guerra sucia del dinero,
con el narco y los halcones,
con los garrotes de la policía.Ellos son ahora los más ricos del mundo,
los líderes más poderosos,
los comentócratas cebados
a punta de canonjías,
los atractivos, las del rostro hermoso
cincelado por cirujanos plásticos,
los distinguidos magistrados,
los laureados y encumbrados.
Nosotros somos la chusma, la prole,
la reencarnación de los pelados del porfiriato,
las sediciosas, los frustrados, los conflictivos.
Nuestra misión en la vida, dicen ellos,
es ponernos a trabajar y no quejarnos;
quién sabe, con el tiempo
algunos elegidos podrán dejar de ser lo que son
y volverse gerentes de algo
y disfrutar de un condominio horizontal
y de una camioneta del año.
Ni cómo rebelarnos:
ellos tienen, hoy, el poder del Estado.
la mayoría del Congreso,
todo nuestro dinero,
más las escuelas que nosotros construimos,
más los caminos que nosotros trazamos,
más las instituciones que nos dimos,
más los amigos nuestros que compraron,
más el respaldo de Occidente
para dar el país y su petróleo
a las corporaciones extranjeras
Nosotros, en cambio, tenemos muchas deudas:
estamos endeudados con los bancos,
estamos endeudados con el fisco.
Unos, afortunados, sólo deben la casa y el coche;
otros, menos felices, ya deben hasta el sueldo
que ganarán el año entrante;
todo eso, sin contar con que debemos
a los acreedores extranjeros
la ropa, los muebles, la comida
de nuestros nietos y bisnietos.
O sea que tenemos mucho menos que nada.
Mas, si se mira bien,
la bancarrota que nos han causado
es un gran inventario
y un arsenal no despreciable
porque al no tener nada
–bueno, menos que nada, ya dijimos–
sólo nos quedan
el deber de construirnos,
el imperativo de hacer algo
y la obligación de amanecer.