Záyin Dáleth Villavicencio/ @ZayinDaleth3_0
“Cómo cansa ser todo el tiempo uno mismo”, reza una de las más magnificas frases de “Rayuela”, del autor argentino Julio Cortázar, cuya genialidad cumple hoy 30 años de haberse extinguido.
Cortázar se fue, pero hoy sus restos descansan rodeados de célebres colegas como Simone de Beauvier, Charles Baudelaire, Jean Paul Sartre, César Vallejo y el mexicano Carlos Fuentes, en el cementerio francés de Montparnasse.
Surrealista, poético e inigualable, lo mejor de Julio Cortázar es el legado de sus palabras, sus obras y su literatura cuyo territorio se debate entre lo real y lo fantástico.
O como lo describiría bien Juan Villoro; Cortázar es quien “convirtió a esa experiencia sobrenatural en algo íntimo, entrañable, compartible y muchas veces enternecedor”.
Julio Cortázar, quien tras su muerte fue considerado uno de las más grandes plumas de habla hispana del siglo XX, nació bajo el nombre de Jules Florencio Cortázar, el 26 de agosto de 1914 en Bélgica.
A los cuatro años, Cortázar junto con su familia, se trasladó a Argentina, donde se crió y escribió buena parte de su obra en su edad adulta. Sin embargo, en la década del cincuenta se trasladó a París, ciudad donde vivió y en la que murió el 12 de febrero de 1984.
Por la trascendencia de su obra y su aportación a la lengua y a la cultura, Argentina declaró este 2014 como el año de Cortázar, toda vez que se cumplen 30 años de su muerte y 100 de su nacimiento.
En este contexto, se prevén diversas celebraciones editoriales, académicas y de lectura en su país, pero también en España, Francia y México, por citar algunas naciones sumadas a la efeméride.
En 1948, el autor publicó “Bestiario”, su primer libro de cuentos, y comenzó a trabajar como traductor en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).
Su obra “Rayuela” apareció en 1963 y vendió cinco mil ejemplares en su primer año; en esa misma época participó como jurado en el Premio Casa de las Américas, en La Habana, Cuba.
En 1981, el gobierno socialista de François Miterrand le otorgó a Cortázar la nacionalidad francesa y más adelante el 12 de febrero de 1984 falleció a consecuencia de una leucemia o un posible contagio de VIH, a causa de una transfusión sanguínea.