Opinión 3.0


Amnistía, no perdón

Ab Origine

Los políticos andan vueltos locos frente a las posibilidades que Andrés Manuel López Obrador tiene para volver a ganar las elecciones presidenciales, al tiempo que comunicadores como Carlos Monge o Francisco Martínez no ocultan su irritación por la popularidad que dieciocho años después mantiene el líder de Morena, y dan por justo y necesario que hay que “evitar que llegue a Los Pinos” (Monge, en Publimetro, Morelia, 7 de dic., 2017). Para la clase política y sus comunicadores aliados no caben opciones legales contra un enemigo como el “Sr. López”, y eligen echarle montón para deshacerse de él a como dé lugar.

No es para menos; las reacciones de los más altos funcionarios de la seguridad nacional dan la nota ante la incomodidad que les causa la propuesta de otorgar amnistía al crimen organizado, que maneja los hilos del narcotráfico y el gobierno en México. El problema comienza con sus problemas para comprender el español.

​Por eso se dice que la literatura tiene más de un par de aplicaciones prácticas que ayudarían a los políticos a no confundir ‘amnistía’ con ‘perdón’, por ejemplo (no voy a detenerme aquí a facilitarles la consulta de un diccionario), ni a exhibirse como viscerales enemigos de quien así pone en riesgo el hasta ahora eficaz sistema nacional de corrupción e impunidad. Es simple: ¿por qué hay en México una instancia formal para combatir la corrupción en el lugar donde tendría que haber una secretaría de educación que eduque, para evitar en un futuro la corrupción de sus sociedades gobernantes?, porque es más lucrativo disimular la corrupción simulando que se atiende el problema.

En honor a la verdad, no es la propuesta, por lo que en sí representa, lo que incomoda a los altos funcionarios de la inseguridad nacional, sino por la figura pública de quien lo está planteando: el candidato del partido que podría ayudarle a los mexicanos a desenmascarar para siempre a la mafia del poder.

No es que la sociedad no sepa ya que ha sido Televisa quien diseñó un Enrique Peña Nieto que tan mal disimuló su ignorancia en cualquiera de los ámbitos a donde lo ha llevado una función tan importante como gobernar un país, sino que ahora nos encontramos listos ya, todo parece indicarlo, para comprender finalmente que un niño bobo y bonito no llena las aspiraciones de una nación a punto del colapso y que los mexicanos no están dispuestos a repetir el esquema sufrido con Peña Nieto. Eso es lo que les asusta.

No es que se desconozca el complejo proceso que se requiere para parar la violencia promoviendo la paz en lugar de atacarla con la misma furia, sino que los gobiernos fascistas y violentos como el de Felipe Calderón no saben reaccionar de otra manera. Está claro, aunque sólo para unos cuantos, que picarle al avispero y echarse a correr es un acto tan irresponsable como estúpido.

Como quiera que sea, buena parte de la población, sobre todo la más pobre, pero también la más pensante, se mantiene firme en la idea de que Andrés Manuel López Obrador sí puede sacar de Los Pinos a la mafia del poder, a pesar del intento de desafuero, que, ya lo reconoció Vicente Fox, perpetraron en su contra, a pesar del fraude de 2006 consumado por el Supremo Tribunal Electoral a favor de un casi presidente .56, y a pesar del presidente Soriana-Monex.

AMLO representa un retroceso para el sistema de gobiernos corruptos que impera en el país en los últimos sexenios y, claro, para quienes lo consideran un peligro para el México de la mafia del poder.

11 diciembre, 2017
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