El hecho que la problemática ambiental, que se centra a nivel de gobernanza en la crítica al estado “inoperante”, coincida en tiempo con la implantación del neoliberalismo y sea en los países líderes de esta nueva etapa del capitalismo donde ambos movimientos coincidan y no se excluyan o se critiquen sin hacer una crítica a fondo, no es una casualidad.
Ambos se ubican en la parte más avanzada de este largo proceso de modernidad y tienen en común un paradigma emergente nuevo, que en aras de un equilibrio, intenta transformar un mundo antropocentrista en biocentrista, dejando a un costado los problemas de pobreza, marginación y demás temas que el neoliberalismo y el propio ecologismo coinciden que se dan en la población menos capacitada para competir y, que por ello, sólo la tecnología es capaz de poder sacar al mundo de la actual situación.
Por esto, hoy las ciudades del futuro son las denominadas ciudades inteligentes, aquellas ciudades nuevas, construidas en países ricos, no hace falta que sean democráticos, que no tendrán pobres porque son para los elegidos para habitarla y que son sustentables para los privilegiados que vivirán o viven en la misma, como en una isla en medio del mar de la miseria y la contaminación ambiental.
Los gobiernos inteligentes reducen la burocracia, generan un mayor desempleo pero sin plantear alternativas; las ciudades inteligentes toman esta premisa y plantean una sociedad donde la naturaleza es como un animal cautivo, está amansada y controlada, ambos son dos extremos de una misma verdad.
Es la ciudad artificial por excelencia, entre tecnológica y verde, entre artificial y natural, transformada en semiartificial; son nuevos proyectos, que se construyen para ordenar el caos urbano en las grandes capitales o crear nuevas ciudades para grupos privilegiados.
La Smart City, en inglés, es la ciudad inteligente en castellano, es un término relativamente nuevo y que también se utiliza como un concepto de marketing en el sector privado en relación a políticas de desarrollo, y en lo referente a diversas especialidades y temáticas.
Así la ciudad inteligente o eficiente es un tipo de desarrollo urbano basado en la sostenibilidad y, por ello, es capaz de responder adecuadamente a las necesidades básicas de instituciones, empresas y de los propios habitantes, tanto en el plano económico, como en los aspectos operativos, sociales y ambientales, pero a un costo elevado, por ende, para un sector social determinado.
Para llegar a este nivel de ciudad inteligente se deben realizar grandes transformaciones, en sociedades ricas con baja incidencia en áreas de pobreza, difíciles de integrar a este modelo, y las inversiones se deben realizar en capital humano (educación permanente, enseñanza inicial, enseñanza media y superior, educación de la tercera edad), así como invertir para mejorar los aspectos sociales y los servicios básicos con su infraestructura de energía, tecnologías de comunicación (electrónica, Internet) y de transporte, transformaciones que terminen promoviendo una calidad de vida elevada respaldada por un desarrollo económico sostenible.
La revolución urbana que comienza con el capitalismo en el siglo XIX ha sido el epicentro de grandes oportunidades para el desarrollo económico, el empleo y la creación de riqueza, pero su crecimiento “descontrolado” tiene también aspectos negativos como son los impactos económicos, grandes cinturones de pobreza en las mega metrópolis de los países emergentes, inseguridad asociada al primer tema y los grandes impactos al medio ambiente y los ecosistemas que la rodean.
Hoy tres cuartas partes de la población mundial vive en ciudades pero éstas sólo ocupan el 2% de la superficie terrestre, sin embargo, tienen un muy elevado consumo energético el cual es del 75% de la energía mundial que es la fuente de generación del 80% de los gases de efecto invernadero.
El concepto Smart City es el de la ciudad que mejora la calidad de vida de los ciudadanos y la economía local, avanzando hacia un futuro bajo en emisiones de CO2, en síntesis, una ciudad sustentable, una meta utópica para la gran mayoría y una realidad posible para las nuevas ciudades construidas en base a estos criterios para generar una nueva sociedad “ de iguales” como es el caso de Masdar.
Masdar, la ciudad “sustentable del futuro”, está situada a 17 km al sur de Abu Dabi, está siendo construida para albergar a 40,000 residentes y otras 50,000 personas entrarán cada día a trabajar a la ciudad, unos son los que viven y otros los que están a su servicio, sin compartir la ciudad.
Ésta será la primera ciudad 100% con energía sostenible del mundo y está siendo construida en una superficie de 6 km2 y su costo final será de 19,000 millones de dólares, siendo el proyecto diseñado por el equipo de arquitectos de Norman Foster y por varias compañías británicas de ingenieros.
Esto no es casual ya que está junto a Dubái, donde también se construyen los edificios de la moderna “mil y una noches”, mientras miles de trabajadores todos extranjeros, viven en la miseria en la periferia y cuando terminen las construcciones muy pocos quedarán en la ciudad.
Estas nuevas ciudades inteligentes tienen como principales áreas de actuación, los edificios, el transporte, la salud, la educación, la gobernanza, los servicios públicos, la administración, la energía y el medio ambiente. Planteado en cuatro aspectos principales: servicios inteligentes, transporte inteligente, edificios inteligentes y gobierno inteligente.
Ello está soportado por una infraestructura que sirve de base al resto de elementos del sistema, la sensorización, que se puede definir como la captura de información elemental de una realidad que se quiere observar con detalle, mediante dispositivos que registran eventos físicos que a continuación son procesados para poder ser manejados como datos.
Estos datos son convertidos, mediante autómatas, sistemas de información o la combinación de ambos, en información sencilla y al alcance del usuario. Utilizando como materia prima esa información se pueden proponer soluciones y servicios inteligentes para el ámbito de la ciudad, donde se concentran las necesidades de sus integrantes, con una marcada orientación a mejorar la sostenibilidad del ecosistema.
Un estudio llevado a cabo por Markess International en el año 2012, en Francia, sobre 130 colectividades locales, permitió generar las principales características de las ciudades y territorios inteligentes, que son tres. Primero una relación interactiva y móvil entre usuarios, que son consumidores de información y generadores de la misma, por medio de redes sociales, weblog y servicios móviles con diferentes sistemas.
Segundo, hay una supervisión optimizada del espacio con un centro o plataforma con capacidad de intercomunicar al conjunto de objetos y de actores que la componen, gracias a redes de telecomunicaciones que son muy rápidas y con buen ancho de banda, y a la existencia de un conjunto diversificado de captores y de nodos de servicio. Esta eficiente colecta y distribución de datos son necesarios y útiles para la gobernanza del espacio inteligente.
Tercero, hay un desarrollo y promoción de nuevas formas de cooperación con capacidad de conducir proyectos transversales que vayan más allá de la lógica, del modus operandi de las colectividades y de las diferentes competencias por ellas manejadas. Esto permite asociaciones y articulaciones diversas entre actores públicos o intergubernamentales con actores privados de donde deberían emerger nuevas formas de cooperación y nuevas fuentes de eficiencia, como es la mutualización.
Estas tres características implican una sociedad con un alto nivel educativo, con buenos ingresos y con capacidad para aspirar a nuevas formas de gobernanza y alianzas de trabajo, lo cual sería imposible en las tradicionales megalópolis del amplio mundo de las economías emergentes, lo cual ratifica que este planteamiento es un nuevo modelo de urbanismo pero donde la segregación ya está confirmada, los cotos cerrados del pasado se trasladan a nuevas ciudades o barrios emergentes en la periferia de las grandes urbes.