Investigadores han observado por primera vez la respuesta de los volcanes japoneses a las ondas sísmicas producidas por el gran terremoto de 2011.
Los hallazgos de un equipo de investigación franco-japonés publicados en la revista Science revelan cómo los terremotos pueden impactar en los volcanes y ayudar a la determinar el riesgo de erupciones volcánicas masivas en todo el mundo, informa el Centro Nacional de Investigación Científica de Francia (CNRS).
Ecografía a escala mundial
Hasta principios de la década de 2000, el ruido sísmico se eliminaba sistemáticamente de los análisis sismológicos. Este ruido de fondo está en realidad asociado con las ondas sísmicas causadas por el oleaje del océano. Estas ondas, que se pueden comparar con continuos microsismos permanentes, pueden ser utilizadas por los sismólogos en lugar de los terremotos para tener una imagen del interior de la Tierra y su evolución en el tiempo, algo así como una ecografía a escala mundial.
Ahora, el ruido sísmico ha sido utilizado para la medición continua de las perturbaciones de las propiedades mecánicas de la corteza terrestre. Los investigadores han aplicado este nuevo método de trabajo, mientras que en colaboración con colegas japoneses utilizaron la red Hi-net, la más densa red sísmica mundial con más de 800 detectores sísmicos en todo Japón.
Después del terremoto gigante de Tohoku-Oki de 2011, los investigadores analizaron más de 70 terabytes de datos sísmicos de la red. Por primera vez, demostraron que las regiones con las mayores alteraciones de la corteza terrestre no coincidían con las que los temblores fueron más fuertes. En realidad, estaban localizados bajo las regiones volcánicas, especialmente bajo el monte Fuji.
El monte Fuji
El nuevo método permitió a los científicos observar las anomalías causadas por el terremoto en las regiones volcánicas bajo presión. El Monte Fuji, que presenta la mayor anomalía, está probablemente bajo una gran presión, aunque no se ha registrado ninguna erupción tras el terremoto.
El sismo de 6.4 grados de magnitud que se produjo días después del terremoto de 2011 confirma el estado crítico del volcán en términos de presión. Estos hallazgos dan respaldo a las teorías de que la última erupción del Monte Fuji en 1707 fue probablemente provocada por un terremoto 8.7 grados de magnitud que tuvo lugar 49 días antes de la erupción.
De manera más general, los resultados muestran que las regiones afectadas por los fluidos volcánicos de alta presión pueden caracterizarse a partir de datos sísmicos de redes densas de detección. Esto debería ayudar a anticipar el riesgo de grandes erupciones volcánicas en todo el mundo.