Érika Paz /@Paz3_0
(20 de enero, 2014).- Las adicciones al tabaco y al alcohol son cada vez más frecuentes entre mujeres, y la dependencia suele ser incluso mayor en ellas que en los hombres; sin conocer causa biológica alguna, sí se contemplan factores sociales que pueden contribuir a ello como el estrés laboral o afectivo, o la doble o triple jornada.
El consumo de alcohol o del tabaco entre los jóvenes puede ser una forma de reafirmar su masculinidad y entre las chicas una manera de imitar “el mundo de los hombres”. En otros casos, guarda relación con la necesidad demostrar seguridad. Las industrias culturales, como el cine, por ejemplo, han contribuido a reafirmar esta idea de mujeres decididas (Marlene Dietrich, El Ángel Azul; Audrey Hepburn, Desayuno con diamantes; Uma Thurman, Pulp Fiction; Sharon Stone, Bajos Instintos; o la diva mexicana Andrea Palma en La mujer del Puerto).
Tanto las empresas cigarreras como de bebidas alcohólicas han encontrado un mercado fértil entre las mujeres con trabajos no sólo remunerados sino también con altos niveles de tensión. Pese a la existencia de políticas de salud pública en contra del consumo del alcohol y el tabaco, existe una propensión al alza del número de mujeres con alguna o ambas adicciones.
En México, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud del año pasado, existen 17.7 millones de fumadores, de los cuales el 12.60 por ciento son mujeres. Según estimaciones de la Organización Mundial de la Salud, ellas representan el 20 por ciento del total de fumadores en todo el mundo.
Se habla de las consecuencias del tabaquismo como el envejecimiento prematuro, o el cáncer de pulmón. En el cuerpo de las mujeres, el consumo del tabaco incrementa el riesgo de la osteoporosis. Después de los 30 años, las mujeres fumadoras deben ser mayormente vigiladas por el riesgo de fracturas óseas. En el cuerpo femenino, la nicotina actúa como un ansiolítico que acelera el metabolismo de los estrógenos e imita el efecto que produce la adrenalina, por lo que cada vez se requerirá de dosis mayores para conseguir un efecto igual o mayor.
A causa de la cada vez mayor necesidad de niveles de nicotina, la renuncia al tabaco se presenta con mayores dificultades, las arrugas como consecuencia de la pérdida de estrógenos, como las posibilidades de padecer cáncer cérvico-uterino o bronquitis crónica no parecen ser razones suficientes para dejar de fumar. El paliativo ante las exigencias de la vida diaria está por encima de la salud.
En tanto, el alcoholismo genera el síndrome de dependencia, enfermedades hepáticas, del páncreas, cáncer de esófago, estómago, en vías digestivas, así como hemorragias cerebrales o infecciosas como las gripes o neumonías. En el organismo de las mujeres, el alcohol tiende a sobrecargar la función hepática que altera la metabolización de los estrógenos e incrementa las posibilidades de padecer cáncer de mama.
Dado que la adicción al alcohol es estigmatizada mayormente en las mujeres que en los hombres, regularmente permanece oculta, por lo que las enfermedades relacionadas con su consumo pueden derivar en un inadecuado tratamiento.
Los componentes sociales, culturales y subjetivos regularmente quedan fuera de las campañas de prevención y erradicación de las adicciones, las cuales se enfocan mayormente a la prohibición o a poner especial atención a los problemas de salud físicos.
La ansiedad, la depresión, las condiciones laborales y de vida diaria, el estrés, los mecanismos de construcción de la masculinidad y los estereotipos de género son elementos que han quedado fuera de los programas de prevención y atención.