De soldaditos, lluvia de balas y otros cuentos de terror

Por: Rosario Herrera

Rosario Herrera Guido

¡Un principio justo,
desde el fondo de una cueva,
puede más que un ejército!
José Martí

Como recientemente se difundió en los múltiples medios, las autoridades federales acusaron a Semeí Verdía de violar la Ley Federal de Armas de Fuego y Explosivos, ya que cuando lo detienen cuenta con dos fusiles, un arma corta y algunos cartuchos. ¡Las mismas armas que le había proporcionado la Secretaría de Seguridad Pública de Michoacán! Pero, ¿a qué estamos jugando con la Seguridad? Para colmo, como una trampa para una bestia, lo citaron funcionarios de la Secretaría de Seguridad Pública, para “regularizar la camioneta blindada”, que también le había dado el gobierno tras el tercer atentado contra su vida (25 de mayo, porque era un obstáculo para la explotación de las minas de la región), para detenerlo a traición, como Guajardo a Zapata en Chinameca, para capturarlo en la Placita y encerrarlo de por vida.

Una detención de un líder natural, de un héroe popular, por el que se levantó su gente, que salió a bloquear los caminos exigiendo su libertad, hasta que el “Heroico Ejército” o los soldaditos de plomo de este cuento de terror, llegara abriendo fuego al poblado en Ixtapilla, sólo para aumentar los números rojos de esta sanguinaria cuenta, cuyo déficit parece no tener solución. ¡Pero si las balas llovieron de cielo!, gritaron inmediatamente los corifeos, los inculpados, jueces y parte, como siempre, de las masacres contra la población, que al cabo se van a resguardar los informes hasta que la polvareda del tiempo borre la memoria histórica de este pueblo abandonado. Ostula, la amada tierra de Semeí Verdía, por la que da la vida, víctima del terror templario desde 2009, que lloras a tus 32 comuneros asesinados y seis desaparecidos ¡memoria a ti, por siempre!

Como la PGR no logra acreditar violaciones a la Ley Federal de Armas de Fuego, termina por anunciar la liberación de Semeí Verdía, comandante general de la policía comunitaria de Ostula, municipio de Aquila, Michoacán, pero sólo mientras inventa de bote pronto de qué acusarlo para ¿mantenerlo encerrado y dejarles las manos libres a otros? (como delitos del fuero común), para quitarse semejante estorbo, pues un ciudadano libre y justo es un verdadero tropiezo para los fines de un Estado en una fase muy avanzada de descomposición. Un Estado que desde 1988, año del tan sonado fraude electoral, no ha logrado instalarse ni siquiera en un supuesto mínimo grado de legalidad, que se requiere para la legitimidad, la gobernabilidad y la seguridad (razón primera y última del nacimiento del Estado Moderno). Un Estado que, como ya no puede garantizar la Seguridad a los ciudadanos, ¿por qué tiene que costarles tanto?

La noticia, luego de tanto escándalo de corrupción imperial, complicidad, progreso de la fábrica de pobres, caída libre del peso y lluvia ignota de balas, no extraña a nadie que esté pendiente del drama mexicano, pues es sabido desde siempre que los ciudadan@s interesad@s en que las cosas marchen bien en la polis y los pueblos no le sirven al poder en su faz de dominación sino que se convierten en una pesadilla que termina en el exterminio, aunque se trate de artistas, intelectuales, informadores o héroes comunitarios.

La veleidad, frivolidad y desvarío de la PGR, podría parecer un asunto de impericia jurídica, de las bolas que se hacen y aparentan hacerse las instituciones ante el derecho constitucional que mandata el artículo 17, en cuanto al derecho ciudadano a la justicia puntual y expedita. Pero no, la liberación y reprehensión inmediata sucede, ¡para otro escándalo mundial!, como si la globalización de la perversidad de nuestro gobierno y sus instituciones no fuera suficiente, justo ante la visita del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. La PGR, sin pudor jurídico, a sabiendas de que en este impúdico país no le va a pasar nada, porque está blindada por “el poder”, se pone a jugar perversamente “al da y quita”, pues mientras un juez federal le concede la libertad a Verdía, porque sus abogados demostraron que las armas que portaba, le fueron otorgadas por el gobierno de Michoacán (¡como si no lo supiera la PGR!, y se pusiera ahora a jugar a las escondidillas). La recaptura de Verdía, tras unos pasos en la calle, para volverlo a poner en el mismo penal, el Centro de Readaptación Social 4 de Nayarit, ahora por delitos del fuero común, abre una obligada pregusta ¿a quién o quienes les urge una readaptación social? Otra vez a la prisión, que por secuestro y homicidio. Pero, ¡por Dios, por lo que sea!, la cosa es retenerlo porque es testigo y defiende con su vida a su gente, su tierra y sus riquezas, por las que les escurren los colmillos a los voraces ególatras incapaces de respetar a Michoacán a la Patria o a sí mismos.

Según Sigmund Freud, el ejército es una masa particular (Freud, Psicología de las masas y análisis del yo, 1920, Amorrortu, 1979). Las masas son de diversas clases: efímeras o duraderas, homogéneas o heterogéneas, primitivas o altamente organizadas, naturales o artificiales. Donde Freud da mayor valor a las multitudes con líder. Por lo que escoge las masas con más alto grado de organización, cuyos ejemplos más significativos son la Iglesia y el Ejército, que son masas artificiales, pues necesitan de cierta obligación externa para poder impedir su disolución y evitar alteraciones en su composición. En estas masas de alto grado de organización, protegidas contra su desintegración, existen lazos amorosos que se encuentran muy velados con respecto a otras masas. Son masas que están hechas a imagen y semejanza de la familia: lazos que se exigen como indisolubles, símbolos sagrados, secretos, complicidades, pactos y rituales, fraternidades y ferocidades.

Tanto en la iglesia como en el ejército gobierna una ilusión o espejismo común: un Jefe, Cristo o el General, que ama a todos los miembros de la masa por igual. De esta ilusión depende su indisoluble unidad. Para cada individuo de la masa creyente, Cristo o el General son un bondadoso hermano mayor y hasta el sustituto del padre. Y todos los deberes deben responder a la altura de este amor y lealtad.

En la iglesia, incluso como dogma, priva la democracia: todos son iguales a los ojos de Cristo. Algo similar pasa en el ejército, pero con una relación jerárquica entre la masa: cada capitán es el general en jefe y el padre de la compañía, como cada suboficial es el jefe y el padre de la suya; pero con una paternidad que no es tierna ni comprensiva, pues aplica una ley severa que cree encarnar. En la práctica, una jerarquía parecida priva en la iglesia, donde los altos prelados pueden llegar a asumir el papel de un padre que empuña una ley terrorífica, con la que no hacen más que repartir castigos, según una lectura perversa que hacen del credo cristiano. A la objeción de que la composición amorosa de las masas no es suficiente para mantener la unidad de estas masas, Freud responde que el lazo social suele complicarse al punto de que al jefe, que permite el lazo social, lo puede sustituir una idea rectora: patria o gloria nacional.

En estas dos masas artificiales cada uno de sus miembros tiene una doble relación: con el líder y con el resto de los miembros de la masa. Este doble vínculo es el que le permite a Freud afirmar la falta de libertad de cada uno de sus miembros y de la masa en su conjunto. Una sujeción que favorece la servidumbre, el dogmatismo, el fanatismo y la renuncia al pensamiento racional y crítico, que favorece las más cruentas atrocidades.

Pero una religión, aunque sea la religión del amor, no puede evitar ser dura con quienes no pertenecen a ella, que explica que también esté preparada para la crueldad y la intolerancia hacia los otros: los diferentes. Lo que explica, a propósito de la despenalización del aborto, los recientes llamados de altos prelados de la Iglesia católica a “la cruzada contra la cultura de la muerte”; en nombre del “Dios de los Ejércitos”, con el peligro siempre latente del estallido de una guerra religiosa.

Una barbarie de la que el ejército no es ajeno, pues como vive de la ilusión de su indisoluble unidad y de que su jefe encarna la ley, no puede más que obedecerla sin pensar y de manera terrorífica hacia los civiles. Tal vez por ello, la sabia Atenas de América, Costa Rica, decidió no tener ejército y dedicar todo esa enorme fortuna a la educación, que al cabo ante la guerra nuclear ningún país tercermundista ni primer mundista puede sobrevivir, por lo que el ejército sólo se reduce al lastimoso papel de custodiar al Gobierno, principalmente cuando es débil, lo que reduce la tarea de la milicia a la triste y cobarde contención de la disidencia, hasta los límites de la masacre de su propio pueblo.

30 julio, 2015

Tags: aquila, LEY FEDERAL DE ARMAS, Michoacán, OSTULA, Semeí Verdía

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