Política


“Si eres casada te viola una decena de soldados, si eres virgen muchos más y no puedes hacer más que callarte”: víctima

Revolución TRESPUNTOCERO

“Las de colonias y comunidades sitiadas por soldados somos las más chingadas, si eres casada te viola una decena de soldados, si eres virgen muchos más que esos y no puedes hacer más que callarte, aquí, al norte le pusieron la letra escarlata, dicen que es zona narco, mandaron a  la Marina y al Ejército a violarnos, persiguen más a las adolescentes, pero también a las casadas, nos investigan y nos amenazan de muerte, así somos muchas, las desgraciadas por los militares”, narra a Revolución TRESPUNTOCERO Eli M.

La joven tiene 28 años, originaria de una ciudad norteña, está casada y tiene un hijo, su esposo es conductor de autobuses foráneos, por lo que se encuentra en su hogar pocos días al mes, ella explica que en la zona donde vive se han instalado grupos de Marinos y Soldados, que realizan ‘rondines’ a todas horas, “desde que llegaron en 2011 no se han ido, solamente cambian de elementos, porque cuando duplican el número de los que vemos siempre, es por que han llegado los que se quedarán y los que se van, siempre mantienen sus armas desenfundadas y cuando van en los carros el que va en la góndola va apuntando con ella, ya se al frente o a los lados, lo cual causa mucho temor, tenemos miedo que se le vaya un tiro (a propósito)…

Se sienten dioses y señores de todo lugar donde ponen los pies, para muchos hablar que el norte significa narco es bien fácil, porque no les ha tocado vivir el terror de tener a los soldados y marinos a metros, no negamos que hay narcotraficantes, el problema es que las fuerzas armadas no nos cuidan, ellos amenazan, matan, nos violan y nadie puede hacer nada contra ellos”.

Eli narra la noche de hace poco más de un año… “Era domingo, regresaba de entregar un pedido de zapatos, que es a lo que me dedico, a vender calzado por catálogo, cuando una camioneta de soldados se fue orillando y dos de ellos que iban en la góndola me dijeron ‘oye morra súbete, te vamos a dar unas vueltas’, después me dijeron ‘no te hagas del rogar, te quiero hacer de todo’…

Seguí caminando más rápido, pero cuando se detuvo la camioneta comencé a temblar más y a llorar, porque sabía que no se iban a detener, se bajó uno, quise correr pero no pude, me subieron a la camioneta a la parte de la cabina y me dijeron que me callara o iban a matar a mi mamá y a mi niño…

Uno me preguntó dónde estaba ‘el pendejo de mi marido’, que si ya había llegado, me dieron a entender que sabía todo de mí y mi familia así que no grité, pero seguía llorando, me volvieron a preguntar de mi esposo y les dije que estaba en la casa, pensé que así me iban a soltar y me dijeron que así estaba mejor, que supiera quien mandaba y lo que les hacían a las ‘viejas que se les antojaba’”.

A la joven la retuvieron en la camioneta por más de una hora, poco después llegaron a una bodega, uno de ellos la bajó en forma brusca y le dijo que se callara porque si no la iban a desaparecer, el lugar estaba lleno de tablas y el suelo era de tierra, la aventaron sobre éstas y le exigieron que se bajara los pantalones.

“Llorando les supliqué que no me hicieran nada, yo iba a decirles que me mataran, pero me aguanté por mi hijo; me bajé los pantalones y uno se colocó encima de mí y me violó, después se levantó y me abofeteó, cuando se fue me dijo que no me levantara y me quedara así porque faltaban varios”, describe la chica, quien hace una pausa, porque el llanto no la deja continuar, no logra articular las frases, y cuando lo hace solamente dice “sigo queriéndome morir”, “sigo dándome asco”…

Así de uno en uno pasaron varios soldados, ella perdió el conocimiento en algún momento, porque “fueron tan salvajes, me golpearon estómago, cara y espalda, me violaron de una forma tan horrible que ante toda esa violencia me desmayé, por lo que me reanimaron, ellos decían que si no estaba despierta ‘no era lo mismo’, a mí me pareció una eternidad, después nadie más entró, llegó uno de ellos y me dijo ‘cámbiate que ya nos vamos’”.

En el camino frases como ‘¿te gustó?’, ‘cuando quieras avísanos’, ‘porque eres casada y usada nada más te dimos chance nosotros’, ‘si fueras virgen te hubiera tocado más de una decena y seguro estarías agotada de verdad’, ‘no te quejes, que te desaparecemos al pendejo que tienes de marido’, fueron recurrentes.

A Eli la dejaron a media hora de su casa, a la cual llegó al día siguiente porque su debilidad no le permitía avanzar, ‘yo pensé que me iba a morir, no podía aguantar tanto dolor, pero poco a poco avancé, mi madre supo lo que pasó, pues vive con nosotros cuando mi esposo no está, pero le pedí que no dijera nada, ella es mayor y está enferma, podían llegar a su casa a matarla…

Los dos meses siguientes lloraba mucho y a penas estaba reponiéndome físicamente, porque mentalmente aún me doy asco, mi madre se preocupó y asistimos a una organización civil, yo acepté que me ayudaran con terapias, que es lo que siento me ha ayudado a aceptarme y seguir con mi vida, pero aunque todos los días que voy (dos veces por semana), me insiste la especialista en que denuncie no le veo el caso”.

La chica asegura que de interponer una denuncia sería tiempo perdido ya que ese grupo de soldados se fue hace tiempo y conoce casos donde las víctimas identifican a sus agresores y “lo único que ganan es ser amenazadas nuevamente y agredidas, nadie les cree o sino les dicen que van a hacerles juicio adentro del ejército, sin que nadie vea si es cierto o no, mientras tanto una ya quedó exhibida y nuevamente humillada”, afirma Eli.

Ella asegura, “de nada sirve denunciar al culpable con quien lo cubre, no tan lejos de aquí en una colonia rural, un padre vio como a su hija los militares la violaron, primero los detuvieron, agarraron a la muchacha y se la llevaron, al señor lo golpearon y casi lo matan, la violaron muchos porque era virgen, casi se muere porque no aguantaba tanto dolor y sufrimiento, después de hacerle lo que quisieron la aventaron en un camino y casi la atropellan, hubo una denuncia, no había regresado a su casa el familiar cuando los soldados ya habían amenazado a los que se habían quedado en la casa, tirado sus cosas y aventado…

No puedo pedir justicia a un gobierno que de antemano sabiendo (porque una cosa es que no lo acepte y otra que lo niegue) que sus soldados y marinos matan y violan, los sigue liberando para que hagan lo que quieran, además de entregarles todo el poder sabemos que nunca podrán ser castigados, los trámites solamente son para que en el ministerio te digan ‘tú los provocaste’, eso no duele, eso fomenta el odio, luego porque el pueblo se levanta, porque está harto de que maten a su gente, violen a sus hijas y esposas, y disparen a quemarropa a sus jóvenes”.

Las violaciones a Derechos Humanos por parte de Ejército y Marina han sido documentados por organismo nacionales e internacionales que han dado muestras de lo que las fuerzas armadas son capaces de hacer, sin embargo, pocos son los documentos de denuncia que hablen de violaciones sexuales, no porque sean pocos los casos, sino que las víctimas sintiéndose vulnerables y ‘denigradas’, prefieren callar, mantenerse en el anonimato, muchas recurren a centros de ayuda, donde se les proporciona terapia psicológica, pero advierten que de intervenir más allá no volverán.

“Los casos de violencia sexual no son aislados, posiblemente son muchos más que los de tortura, sin embargo las mujeres callan por miedo y vergüenza, pero en algo están en lo cierto, muchas luchas hemos iniciado y dado seguimiento con respecto a hechos de tortura y desaparición forzada, pero nadie ha tenido una victoria, los casos en los que se llega a saber que se ha condenado a algún elemento son escasos y siempre son en un tribunal militar, o lo que es lo mismo, una ‘mínima llamada de atención’, te cambio de sitio o te castigo unos días y ya está, ese tipo de mecanismo para acallar voces, parte del modus operandi de unas fuerzas armadas que salieron a las calles a ‘controlar’ y ‘acallar’ pueblo”, afirma la defensora de Derechos Humanos y colaboradora en Human Right Watch,  Aleyda Unzueta.

Hace énfasis en como la justicia mexicana bloqueó cualquier puerta a la sociedad, pero principalmente a las mujeres que son violadas por militares, “1994 es el año en que supimos el tipo de tragedia ‘cotidiana’ a la que estaban expuestas las mujeres chiapanecas de los altos, y a partir de ahí no dejamos de escuchar las atrocidades del ejército, Coahuila en 2006 volvió a repuntar los hechos conocidos, pero no por eso los únicos, San Salvador Atenco aquel mismo año, Nuevo Laredo también ha sido un foco rojo, donde las mujeres corren peligro de muerte por violaciones sexuales con extrema violencia y otras torturas, todo ello no ha sido castigado, y no conformes, llegan a los hogares, siempre de gente humilde, a amenazar de muerte en caso que quieran denunciar”.

Para la también internacionalista, del fuero militar el principal obstáculo, es la imposición de éste como escudo protector de “delincuentes y violadores, que solamente son los instrumentos de altos poderes que buscan desestabilizar a la sociedad y provocar de forma más intensa la ruptura del tejido social, con la intensión de ‘apaciguar’ al pueblo, para que deje vía libre al poder neoliberal, y como prueba de disidentes están llenas las cárceles, de defensores de derechos humanos, finalmente todos ellos presos políticos”.

HRW ha hecho constantes llamados a Peña Nieto, a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y a los legisladores, en donde se insiste que se reforme el Código de Justicia Militar y que los casos de violaciones de derechos humanos, sin excepción, sean juzgados en los tribunales civiles. Esto bajo el argumento que insiste en que la impunidad caracteriza hasta ahora los delitos cometidos por elementos de las fuerzas armadas, y es necesario que los casos sean investigados fuera de la justicia castrense. Sin embargo desde hace seis años que la organización ha insistido, no ha obtenido respuesta satisfactoria.

Distintos analistas aseveran que el Ejército mexicano es “una vergüenza para la sociedad mexicana y para la humanidad en su conjunto”, esto deviene de la utilización como mecanismo de ataque la violación de mujeres y niñas. “Los actos de los soldados rasos que se creen superiores a cualquier ciudadano, que se supone deberían cuidar, sólo demuestran que, las fuerzas armadas están condenadas a ser odiadas por la sociedad, pero la consiente, la que tiene humanismo, no por los la botas del sistema, que parecen incendiarse cada vez que se habla mínimamente de las verdades atroces del ejército”, sentencia Unzueta.

 

6 agosto, 2015
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