Benjamin Malik / Avantsex
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(11 de diciembre, 2013).- La construcción de la masculinidad en la sociedad moderna asigna ciertos roles y prácticas propias de los hombres, y otros que serían impensables; en su libro “The Ultimate Guide to Prostate Pleasure: Erotic Exploration for Men and Their Partners”, Charlie Glickman y Aisinn Emirzian proponen que la exploración anal en hombres heterosexuales puede ayudar a mejorar la seguridad en la propia masculinidad, así como a derribar tabúes y construir una relación más próxima con sus parejas femeninas/masculinas.
En las sociedades patriarcales y machistas, llamarle a un hombre “niñita” o “maricón” es un insulto porque simbólicamente la masculinidad se pone en cuestión. En inglés, palabras como “pussy” o “cunt” hacen igualmente visible esta concepción de lo masculino como algo que debe demostrarse e incluso presumirse. Por otro lado, el insulto en inglés “asshole” (ano) no es tan efectivo cuando se utiliza contra las mujeres, pues hombres y mujeres tienen anos, pero los hombres heterosexuales lo reciben con una carga homofóbica a través del temor a verse a sí mismos feminizados y privados de su masculinidad al ser el “receptáculo” del otro.
“La idea de que la penetración es un acto de dominación está casi con seguridad unida al sexismo y a la noción de que el papel de la mujer es inferior. Muchos hombres han absorbido estas ideas a nivel inconsciente. Incluso si un hombre no piensa en la dominación cuando penetra a su pareja (hombre o mujer), aún puede tener dudas cuando se trata de cambiar roles, porque teme que esto signifique perder su masculinidad si le toca ‘recibir’ en vez de ‘dar’”, afirman Glickman y Emirzian.
Estas ideas homofóbicas no existen solamente en el inconsciente de los hombres, sino también en el de las mujeres en una relación heterosexual: ¿qué pensarías si tu “macho” te pide que le metas un dildo por el trasero? ¿Lo haría más atractivo frente a ti o pensarías que efectivamente está perdiendo sus atributos masculinos asociados con la dominación? ¿Te haría sentir más poderosa, te haría creer que él es gay en secreto?
Aunque todas estas dudas estén sobre la mesa, los investigadores insisten en que sólo pueden resolverse sobre la cama: la cultura homofóbica parece retroceder poco a poco, lo que lleva a una apertura sexual entre las parejas jóvenes, así como a discutir sobre el placer sexual y el rol de cada uno. Según el estereotipo tradicional, el hombre en una relación heterosexual se preocupa de su desempeño (erección, duración del coito, cantidad de penetraciones, es decir, preocupaciones de índole estadística) mientras las mujeres se preocupan de su apariencia y el cómo son percibidas por su pareja. A pesar de que estos estereotipos sigan operando, los investigadores creen que la comunicación en las parejas es mayor en nuestros días que en el pasado.
Para Glickman, la exploración anal en hombres implica una transformación radical del sexo heterosexual: “Para los hombres que nunca han estado en el lado receptor de la penetración, el sexo es algo que ocurre fuera del cuerpo. Y cuando el sexo es externo a tu cuerpo es más fácil hacerlo cuando tienes jaqueca o no estás de humor. Muchos hombres descubren que cuando el sexo se trata de recibir en lugar de dar, su humor, sus emociones y su conexión con la pareja pueden tener una influencia mucho mayor sobre lo que quieren hacer y cómo se siente.” En términos prácticos, la exploración del lado receptivo en la sexualidad masculina permitiría que los hombres valoraran más los juegos previos, para experimentar en sus propios cuerpos todo el proceso que va de la relajación a la aceptación de un cuerpo externo (un pene o un dildo) dentro del propio cuerpo.
La inversión de los roles tradicionales no es extraña para culturas antiguas. Mircea Eliade afirma que “los disfraces intersexuales y la androginia simbólica” son parte de una totalización ritual, “una reintegración de los contrarios, una regresion a lo distinto primordial… de la unidad no diferenciada que precedía a la creación”, con lo cual se atraía la fertilidad agrícola, pero también la superación de la dicotomía propia de lo humano para entrar en la revelación mística. Sin intención de banalizar o descontextualizar el argumento de Eliade, la exploración de las cavidades más recónditas del cuerpo masculino podría ser no solamente una clave para el mejoramiento de las relaciones heterosexuales, sino la recuperación de una práctica ritual de la antigüedad, que primaría la unidad del cuerpo humano más allá de su compartimentación en zonas erógenas aceptadas por inercia ideológica.