Don Pino traga saliva y se frota los ojos. Su figura, apenas visible entre la penumbra de una pequeña cocina, realiza movimientos tenues que acompaña con un hablar rítmico, pausado, como de quien ha repetido el mismo discurso cientos de veces mientras poco se ha reparado en la importancia de sus palabras. “Cualquier cosa se llevan y para el pueblo nada”. Las promesas de la Minera Autlán, poseedora del depósito más grande de manganeso en América Latina, rebotan en su memoria acumulándose una tras otra: becas para los niños y transporte para Molango donde estudiarían; pilas de agua para la comunidad, clínica médica, construcción de carretera, etc.
“Y no se hizo nada” ataja el anciano de 87 años quien ha sido testigo de los compromisos asumidos por la Minera Autlán, empresa con esquema de “responsabilidad social” –según su propio reporte de 2013– dedicada a la extracción de manganeso en el Tajo Naopa, hogar de Don Pino, quien en cambio ha sido testigo de la paulatina destrucción de su pueblo en la Sierra Alta de Hidalgo (1). Esta Sierra otorga el 80 por ciento nacional del mineral utilizado en la fabricación de pilas y fertilizantes y represente una parte sustancial de las ganancias de Minera Autlán, estimadas a 53.1 millones de pesos tan sólo en el primer trimestre de 2013. Aquí, la minera estableció como meta “duplicar a principios de 2014 la capacidad de producción de manganeso” sin detenerse a pensar por un segundo en la devastación resultado de su voracidad.
El anciano eleva la voz cuando menciona su total apoyo al plantón que el lunes 10 de febrero llevaron a cabo los mineros del pueblo, reportado por el portal hidalguense Criterio. Tras una asamblea, la comunidad de Naopa decidió detener todo trabajo de extracción. “La posición del pueblo es que cumplan con los acuerdos y después trabajen, menos no. ¿O creen que no está bien?” cuestiona Don Pino para inmediatamente enumerar las afectaciones: En las tierras, el agua, el ganado, las casas, la salud de sus habitantes… “La solución sería que la mina ya no trabajara” reflexiona convencido minutos más tarde pues sabe que cualquier “beneficio” que ofrezca la minera jamás mitigaría los daños irreversibles en toda la región: un medio ambiente contaminado y una sociedad destrozada.
No es la primera vez que los habitantes de Naopa detienen las actividades mineras. Ha sucedido en cuatro ocasiones pero siempre se ha reanudado la extracción de manganeso debido a la corrupción de las autoridades, quienes desde la impunidad del poder benefician siempre a las empresas mineras a costa del sufrimiento de las comunidades. El último paro de labores, iniciado con las mismas exigencias, se rompió cuando en junio de 2012 representantes de la minera junto con un grupo de choque se presentaron a una reunión entre el presidente municipal Gabriel Neri Hernández y pobladores de la zona quienes pretendían denunciar el desastre ecológico. Contra los pronósticos y ante el horror de los afectados –asegura Carlos Fernández-Vega en el periódico La Jornada– el resultado fue la firma de un acuerdo entre autoridades y la minera, donde se autorizó de nuevo la explotación y extracción del mineral, ignorando las denuncias ciudadanas y el deterioro en la calidad de vida de los habitantes de la región.
Minera Autlán, con presencia en Durango, Veracruz, Puebla e Hidalgo, convierte verdes sierras en desierto
Desde entonces Minera Autlán continúa sus actividades mediante la técnica de mina a cielo abierto, para lo cual utiliza explosivos que han ocasionado cambios en el cauce natural de los ríos, donde además vierte grandes cantidades de desechos, contaminando el agua y afectando la salud de los habitantes y la del ganado, el cual significa para muchos su único sustento. También se han denunciado los daños estructurales en por lo menos 104 viviendas de Naopa, de las cuales, las mas cercanas se encuentran a sólo 300 metros de la minera, a merced de las detonaciones que por las noches interrumpen el sueño y la tranquilidad de la comunidad entera.
Además, se utiliza maquinaria pesada que bloquea la carretera de terracería que sirve como único acceso a los poblados de la sierra; con semejantes herramientas, con capacidad de carga de hasta 2 toneladas cada una, se comprende que tan sólo de 2011 a la fecha se hayan talado indiscriminadamente 200 hectáreas de bosques para abrir paso entre los cerros, generando pérdida de flora y fauna local y provocando desgajamientos y grietas de hasta 4km, como el sucedido hace unos días en el poblado de Ixcotla donde, pese a la notificación de protección civil desde diciembre pasado, quedaron sepultadas varias casas provocando la reubicación de sus habitantes.
Venas abiertas, daños colaterales de una actividad rapaz
Por si no fuera suficiente, la Minera Autlán (con presencia en Durango, Veracruz, Puebla e Hidalgo) contrata a sus empleados de forma verbal, método para negar las prestaciones a las cuales tienen acceso por ley, como la seguridad social, vivienda, antigüedad, entre otros derechos laborales.
El colmo de esta situación es un estudio del Instituto Nacional de Salud Pública (INSP) que data del 2008, donde se encontró en la sangre de los habitantes de la región concentraciones de manganeso superiores a 2.5 microgramos/litro, cantidad que ocasiona alteraciones en el sistema nervioso central y donde los menores suelen ser los más afectados. Retomado por La Jornada, dicho informe evidencía el actuar criminal de la empresa minera: “los niños presentan alteraciones en el aprendizaje, principalmente en las áreas de atención, memoria de corto plazo y de trabajo; no tienen una curva de aprendizaje normal, efectos evidentes durante exposiciones crónicas”.
Mientras que Minera Autlán ha difundido que “en Molango se ha logrado que la generación de partículas en el aire esté muy por debajo del nivel máximo permitido por la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT)”, en 2012 investigadores del INSP informaron a través del portal noticioso Vanguardia, que el gobierno de Hidalgo incumplió con el monitoreo ambiental en la región para frenar los daños neurológicos provocados por la inhalación de manganeso, violando el derecho de las comunidades a vivir en un ambiente sano.
Minera Autlán, daños ambientales y perjuicios laborales
El viernes 14 de febrero los habitantes de Naopa amanecieron con una sorpresa. Una solitaria máquina constructora se presentó por los accesos a la mina solicitando permiso para trabajar pues se le había encomendado iniciar la construcción de la carretera Tlaxcango-Naopa, tal como la comunidad había exigido a la Minera Autlán desde hace casi 20 años.
Sin planos, sin proyecto o noción alguna, la presencia del vehículo causó malestar entre los mineros que bloqueaban los accesos al tajo pues sintieron que buscaba, inútilmente, intentar calmar los ánimos entre los paristas. Esta molestia fue en incremento cuando por medio de un periódico de circulación local, se publicó un anuncio donde “vecinos agradecidos de Naopa” reconocían a la Minera Autlán por el “total cumplimiento de los acuerdos con la comunidad” al iniciar la construcción carretera.
El anuncio con 54 firmas de las familias más humildes no se explica sin la intervención de la minera (quien presionó a los trabajadores amenazándolos con quitarles su trabajo y las “prestaciones” que reciben actualmente: despensas, vales de gas y electricidad) y más cuando se compara con el tamaño de la nota, publicada sólo una página después, donde se informaba sobre la situación en la que se encontraba el paro de labores.
El ambiente se tornó tenso ya que para la tarde de ese viernes se esperaba una reunión con representantes de la minera para llegar a un acuerdo y levantar el paro, asamblea a la cual no asistieron. “Los que quieren abrir son los ingenieros. Tenían que venir a la junta y no lo hicieron. Nomás se burlan de la gente; piensan que está fácil” reanuda sus reflexiones Don Pino, quien ha visto el conflicto social desbordarse una y otra vez, mientras que al final la mina siempre se ha salido con la suya.
Durante la asamblea del pueblo se despliegan algunas estrategias de la minera. Sobre todo la que ha surtido mayor efecto a través de los años: la división dentro de la comunidad. Minutos después de iniciada la reunión, algunos habitantes pretenden justificar la necesidad de la existencia de la minera: “Si les dijera sobre todos los beneficios que nos ha dado la minera no terminaría” argumenta un señor de mediana edad quien sujeta un grueso cuaderno entre sus manos; según él, el primero de 20 tomos informativos sobre todo lo obtenido gracias a la empresa. Las opiniones en contra no se hacen esperar. Tras solicitar revisar el grueso de las hojas, algunos habitantes refieren que “en esas páginas solo se documentan beneficios personales” y si acaso pocos para la comunidad. Los ánimos se exaltan. Gritos y denostaciones no se hacen esperar; no obstante el delegado comunal consigue restablecer el orden a regañadientes. “Que quede claro; no estamos contra el trabajo pero la mina afecta más de lo que ofrece” continúan los argumentos de la comunidad para frenar la actividad minera que por tantos años ha destruido el ambiente sin otorgar beneficios.
Al final de la asamblea por fin se llegó a un acuerdo. Por unanimidad se consideró necesario mantener el plantón en la mina hasta que la empresa comenzara a dar resultados para la comunidad y para los trabajadores, quienes recibieron el respaldo de la comunidad entera para solicitar el pago por los días que se habían mantenido en paro de labores. Sin embargo, la frágil unidad se desvaneció apenas tres días después.
La huella de Autlán: siembra de discordia y cosecha de minerales
Producto de la reunión del lunes 17 de febrero, donde asistieron el presidente municipal Gabriel Hernández y funcionarios del ayuntamiento local, de la secretaría de comunicación y el representante de la minera Autlán, Alfredo Martínez, los habitantes de Naopa cedieron ante las presiones de la empresa al aceptar levantar el paro de labores a cambio de la pavimentación de sólo un kilómetro de carretera.
La empresa argumentó no poder construir una mayor longitud debido a que “no se cuenta con los permisos necesarios de las autoridades correspondientes […] esperamos que la gente viera lo difícil que es gestionar ante el gobierno un proyecto de esa magnitud”(sic). Una muestra más del contubernio entre los empresarios y los gobernantes en aras de bloquear el avance del proyecto carretero.
Sobre los otros dos puntos, la escasez de agua y la reparación de los daños en casas derivados de las detonaciones en la mina, apenas se discutió; sólo se conformaron comités ciudadanos para dar seguimiento a los casos, mismos que no cuentan con recursos ni con apoyo de ninguna instancia para darle seguimiento, pues están conformados por personas sin recursos siquiera para viajar a la cabecera municipal en Molango, menos hacia Pachuca, la capital del estado.
El actuar de Minera Autlán consiguió doblegar a una comunidad entera a través de estrategias de presión y división; otras menos sutiles, se han echado a andar desde hace años para despojar a los comuneros de la propiedad de sus tierras. Tal es el caso de Jesús Silva o Don Chucho como es conocido en el pueblo y a quien la minera presionó hasta el punto de obligarlo a vender sus tierras debido a los daños que sufrían como consecuencia de la extracción minera.
Don Pino reflexiona acerca de las maniobras que ha seguido la minera para apropiarse enteramente de Naopa.
—¿Usted vendería su tierra? le preguntamos al anciano.
—No, no la vendo. No tiene precio ¿Pues a dónde me voy? ni al camino me puedo ir porque no hay ni sombra, pura tierra —menciona en referencia al paisaje desértico donde alguna vez desbordó un paisaje verde. Un terreno donde la destrucción abruma la vista, sin asomarse ni por descuido el mentado progreso.
De ellos es la noche, el amanecer es nuestro. Respuesta artística frente a la devastación ambiental
Nota
(1) Es una falacia la denominación “minería sustentable” y “socialmente responsable” pues, según Zorrilla, Sacher y Acosta, “la minería a cielo abierto (como la de Noapa, Hidalgo) implica una desfiguración violenta del paisaje” y las sustancias utilizadas para procesar el mineral como el cianuro “es uno de los venenos más peligrosos […] En ninguna parte del planeta hay una minería sustentable”. Ver 21 preguntas para entender la minería del siglo 21, Rebelión, en línea.