Erick Ampersand / @AmpersandLitera
(13 de marzo, 2014).- El pasado 10 de febrero acudí a las instalaciones de Penguin Random House en la Ciudad de México para conversar vía telefónica con Moisés Naím, director del Banco Mundial durante el periodo 1992-1994. Al llegar ahí, me dijeron que la cita se había cancelado. Tres días después, el jueves 13 por la mañana, recibí un segundo mensaje: esta vez sí sería posible, pero tendría que estar en menos de dos horas en la editorial.
Moisés Naím nació en Libia en 1952, proveniente de una familia judía que emigró a Venezuela. En éste país formó parte del gabinete económico del presidente Carlos Andrés Pérez, fungiendo como Ministro de Fomento durante el periodo ’89-’90. Tiene un doctorado por el Massachusetts Institute of Technology (MIT) y actualmente es columnista del periódico español El País, entre otros. La razón principal para realizar el enlace vía Washington, D.C., en donde se encuentra el exfuncionario, era la de hablar sobre la traducción y publicación en castellano de su libro: “The End of Power: From Boardrooms to Battlefields and Churches to States, Why Being in Charge Isn’t What It Used to Be”, publicado por el sello editorial Debate.
¿Por qué entrevistar a un personaje como Moisés Naím? La pregunta es pertinente si atendemos al objetivo central del autor en esta obra: él asegura que se trata de “delinear las repercusiones de la degradación del poder” mediante un análisis de “ese proceso de degradación —sus causas, manifestaciones y consecuencias— desde el punto de vista de los efectos que tiene no sólo para la pequeña minoría que más tiene y más manda.” En 433 páginas Naím se propone “explicar lo que significan estas tendencias para todos nosotros y escudriñar de qué manera se está reconfigurando el mundo en el que vivimos.”
Finalmente acepté acudir a la entrevista. En primer lugar, porque discrepo seriamente de las conclusiones del autor y, en segundo, porque después de todo me interesaba contrastar opiniones al respecto. Las mejores entrevistas son como una esgrima verbal, en ellas ocurre una batalla verdadera por alcanzar los puntos estratégicos. Para algunos testigos podría ser una simulación inofensiva, el inocuo ataque de las puntas achatadas y las caretas protectoras, pero para quienes participan en ella, el contacto no resulta menos letal.
Es importante empezar por decir que el libro de Naím comete serios errores en su planteamiento esencial. Empecemos por su título en nuestro idioma: “El fin del poder. Empresas que se hunden, militares derrotados, papas que renuncian y gobiernos impotentes: cómo el poder ya no es lo que era” ¿Es posible realizar un análisis serio de fenómenos tan dispares a partir de una sola variable, aún sea la de la supuesta “degradación del poder”? Por supuesto que no. Esto es evidente ya no digamos para un PhD graduado con honores, sino incluso para cualquier estudiante de primer grado en ciencias sociales.
En segundo lugar, para hablar de “degradación de poder” tendríamos que empezar por estipular qué tomamos por “poder” y qué por “degradación”. Naím dice: “El poder es la capacidad de dirigir o impedir las acciones actuales o futuras de otros grupos e individuos”. Por lo tanto, de esto se deriva que el poder no podría llegar a su fin mientras existieran por lo menos dos entes y uno de los cuales ejecutase la persuasión, coacción o influencia sobre el otro para modificar sus actitudes presentes o futuras. Luego entonces, hablar del “fin del poder” en la forma en que el autor lo hace es, para utilizar una frase de Karl Marx, una reverenda “robinsonada”.
Podríamos, en dado caso, hablar de una modificación en los mecanismos del poder, cuestionar las nuevas modalidades en que el ejercicio del poder se desenvuelve, mas nunca hablar de su extinción. El poder no es una posesión sino una posibilidad, los actores que lo ejercen no hacen más que inocularse en su esencia pero por ningún motivo podrían equipararse al poder mismo: ese es justo el tercer gran defecto del libro, creer que el poder son los actores (megaactores-micropoderes) y no las acciones.
Elaborar un discurso sobre el poder con semejantes carencias teóricas y con tal cantidad de páginas no sólo representa un acto de incompetencia a nivel investigación teórica sino a la ética misma del trabajo, sumada a la agresión contra los recursos naturales disponibles.
Naím intenta explicar los “cambios” del poder sin modificar uno solo de los nombres canónicos y archicitados por los científicos sociales de los think thanks. Es paradigmático de una investigación como ésta en la que se asegura analizar el poder, el hecho de que se mencione en tres ocasiones a Francis Fukuyama y ni una sola a Michel Foucault. Distraer del análisis central es la mejor forma de conservar el ejercicio del poder.
En sus páginas el autor intenta explicar todo tipo de fenómenos a partir de lo que él llama “la degradación del poder”. ¿A qué se refiere con esto específicamente en el terreno político-económico? Al fenómeno en donde las “pequeñas e incipientes organizaciones”, a las que él se refiere como micropoderes, se ponen de acuerdo para establecer un contrapeso a las corporaciones más grandes que representan los intereses de la clase capitalista, a las que se refiere como megaactores.
Considero que el acto mediante el cual la sociedad aprovecha las tecnologías y la información en internet para alzarse contra los poderes hegemónicos no es ninguna “degradación” del poder sino todo lo contrario. A menudo se habla de “empoderar” a la gente, obviando un punto clave: la gente ya ejerce el poder en sí mismo, lo que hace falta es concientizarla al respecto para que no opere sobre los mecanismos que la propaganda promueve.
Un punto clave es combatir los estratagemas capitulados, las “ensaladas de conceptos” aderezadas con gráficas y aliñadas con un toque de ocurrencias chabacanas para retener al lector común. La ignorancia y su manutención son esenciales en esto. Distraer a la población de los problemas centrales, no colocar la agenda pública en los medios e ignorar la crítica a los panfletos pantagruélicos es tomar parte en la opresión.
433 páginas alcanzan y sobran para repetir clichés en torno a que “el poder es más fácil de obtener, difícil de usar y fácil de perder”, mismos que bien pueden servir como eslogan publicitario pero no explican las verdaderas dimensiones del contexto social. Apelar a las llamadas 3M de Más, Movilidad, y Mentalidad sería bien visto en los miles de libros de autoayuda pero no prepararán a los lectores para comprender mejor el mundo en que vivimos.
Éste es un resumen de las preguntas que plantee al autor en dicha ocasión:
—Nos dices que debemos repensar y redefinir el poder: ¿qué es lo que tenemos que redefinir? ¿cómo interpretas tú el poder?
— Si bien en el título del libro se anuncia “el fin del poder”, a lo largo de las páginas vemos que también hablas de una “degradación del poder”, en el sentido que cambia de los macroagentes, así los llamas, a los micropoderes.
—Esta tendencia al aumento de micropoderes es algo que, según leo en el libro, deberíamos evitar pues conduce al descontrol, a la anarquía ¿Por qué sería esto?
—Tú propugnas porque en el terreno político los ciudadanos vuelvan a poner su confianza en los llamados megaactores. A la luz de los recientes sucesos y desde tu perspectiva: ¿por qué deberían volver a tener confianza en los megaactores?
—Algunos autores hablan de un nuevo ascenso del fascismo a nivel mundial, algunos lo clasifican como “fascismo amigable” a través de organizaciones mundiales como la ONU, el FMI y el Banco Mundial. Desde tu perspectiva, tú fuiste director del Banco Mundial ¿esta tendencia sería plausible?
—Moisés, me cuesta mucho trabajo creer que una interpretación de la crisis económica griega no pase a través del Banco Mundial, del Fondo Monetario Internacional, o que pueda ser un fenómeno explicable sin remitir al neoliberalismo.
—Volvamos al libro: nos hablas de que quizás ya no es tan pertinente hacer el análisis centrado en el concepto de Estado-nación.
Fue una conversación difícil, es imposible negarlo. En todo momento procuré un ambiente de respeto mutuo. Al final expresé mi opinión sobre el libro y Naím la suya como autor de este: “es digno de bienvenida y de aplauso”. Como ser humano he de respetar su opinión. Como alguien que se dedica a analizar de manera crítica los libros y las ideas en ellos contenidas, me resulta imposible compartirla.
A continuación, la entrevista:
PRIMERA PARTE
SEGUNDA PARTE
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