Érika Paz/ @paz3_0
México DF.- En el discurso político de nuestro país se toma como prioridad la defensa de los derechos políticos y civiles, pasando por alto la violación a los derechos humanos de las mujeres.
Entre estos derechos se encuentra también el derecho a elegir la maternidad, el cual implica el derecho a la información, a la salud, a la libertad y a la vida. Su negación desemboca en la humillación, el repudio social, la estigmatización, la penalización e incluso en algunos casos la muerte.
En el tema del aborto existe un doble discurso en el que, por un lado, se culpabiliza a las mujeres mientras que, legal y culturalmente, se les impide tomar decisiones sobre su cuerpo y su vida. Por otro lado las mujeres son despedidas a causa del embarazo o bien no se les contrata si se encuentran en edad reproductiva.
Este comportamiento hipócrita de la sociedad menoscaba los derechos de las mujeres. El embarazo, la maternidad y el cuidado de las y los hijos recae en ellas, pero si no pueden cuidarlos o deciden abortar se las considera como enemigas de la vida, se les condena, se les criminaliza y se les culpabiliza por el hecho de decidir.
El aborto es penalizado en 18 entidades de la República y en 16 de ellas se castiga con cárcel (Chiapas, Veracruz, Chihuahua, Querétaro, San Luis Potosí) con penas que van hasta los 30 años de prisión como sucede en Guanajuato.
Quienes se afanan en criminalizar los derechos de las mujeres deberían enfocar sus fuerzas a combatir la marginalidad, la pobreza, el desempleo y asegurar las condiciones materiales mínimas para una vida plena. Dado que, como señala la doctora catalana Carme Valls Llobet, “no hay ningún aborto que sea libre, porque todos están sometidos a terribles presiones y a circunstancias nefastas”.
Entre los discursos ofrecidos en contra del aborto se encuentra el de la prevención y el uso de anticonceptivos. En la década de 1970 empezó a utilizarse la píldora anticonceptiva en países desarrollados, sin embargo desde entonces a la fecha persiste la idea de que la planificación familiar corresponde exclusivamente a las mujeres “porque son ellas las que se embarazan”.
Sin considerar, por ejemplo, que durante un año las mujeres pueden tener sólo un embarazo o, en términos estrictos, 1.3 embarazos, mientras que los hombres pueden reproducirse en cada relación sexual en la que no exista protección.
Los hombres también están involucrados con los derechos sexuales y reproductivos, de tal forma que también deberían ir encaminadas hacia ellos campañas de planificación familiar y prevención de embarazos.
A lo largo de más de cuatro décadas el ensayo prueba error en el cuerpo de las mujeres llevó a disminuir las dosis de estrógenos y de progestágenos en la píldora anticonceptiva debido a los estragos que provocaban en la salud; problemas como el aumento de peso, alteraciones de la función tiroidea, cambios de humor y disminución de la libido.
Pero aún hoy no se informa adecuadamente a las mujeres de los potenciales riesgos que genera el uso prolongado de la píldora, tales como el incremento de fenómenos tromboembólicos, los cuales se agudizan si las mujeres son fumadoras o tienen antecedentes familiares con colesterol y triglicéridos altos; el desencadenamiento de cáncer de mama o la posibilidad de contraer enfermedades de transmisión sexual y el virus del sida. Si bien los avances médicos han ayudado a la mejora de la píldora, hasta ahora no existe otro método anticonceptivo para los hombres más que el uso de preservativos.
En muchos países, comunidades y pueblos, las mujeres difícilmente pueden hablar de planificación familiar o de la anticoncepción; además de que persiste el sistema patriarcal en el que los hombres son los encargados de tomar las decisiones de la familia. “El temor a la desaprobación por parte de la familia fuerza a las mujeres a la sumisión y al acatamiento y más si existen amenazas”.
Basta con oír a sacerdotes o políticos que se oponen a la despenalización del aborto para saber que el intento de controlar a las mujeres, sus derechos y decisiones no termina. La preocupación por la vida de un embrión está por encima de la vida y sufrimiento de las madres, está por encima de la pobreza o la marginación y de las condiciones de exclusión y sometimiento.
Pero estos mismos hombres que criminalizan a las mujeres tampoco ayudan en el desarrollo y mejoramiento de políticas públicas que no sean dirigidas exclusivamente a ellas.
Si bien en el Distrito Federal existe la interrupción legal del embarazo, éste es un terreno ganado susceptible de perderse, basta con echar una mirada a lo acontecido recientemente en España con la aprobación de la ley antiaborto promulgada por el gobierno conservador de Mariano Rajoy, un retroceso en materia de derecho a decidir sobre el propio cuerpo.