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El Museo Nacional del Medio Ambiente y Centro de Educación, inaugurado en mayo de 2024 con el propósito de concientizar al público sobre la protección ambiental y la salud pública, cerró sus puertas definitivamente en marzo de 2025. Esta clausura se enmarca en una serie de acciones impulsadas por la administración del presidente Donald Trump para reformar —o eliminar— instituciones culturales que considera contrarias a sus valores.
El museo, que ocupaba un espacio de 150 metros cuadrados y seguía los estándares museográficos de la Institución Smithsonian, era una iniciativa que buscaba acercar al ciudadano común a los retos del cambio climático, la contaminación y el impacto humano sobre la naturaleza. No obstante, su vida fue breve. Su desaparición responde a una orden ejecutiva que también pretende eliminar el Instituto de Servicios de Museos y Bibliotecas (IMLS), agencia federal responsable de financiar museos y bibliotecas a lo largo del país.
Esta no ha sido la única institución cultural afectada. La administración Trump también ha puesto bajo revisión los contenidos de la Institución Smithsonian con el objetivo de suprimir exhibiciones que, según el gobierno, promueven ideologías divisivas o antiamericanas. Estas medidas han generado una fuerte polémica entre académicos, historiadores, organizaciones civiles y ciudadanos, que ven en estas decisiones un intento de reescribir la historia bajo un enfoque ideológico restrictivo.
La eliminación del museo representa un golpe no sólo al activismo ambiental, sino también a la idea de que la cultura y la educación deben ser espacios libres de censura política. Con estas acciones, la administración Trump deja claro que su visión de la cultura nacional no tiene cabida para narrativas que cuestionen la historia oficial o promuevan valores que considera progresistas o “antiestadounidenses”.
Mientras crece el debate sobre el papel de los museos y centros culturales en la construcción de la memoria colectiva, el cierre del Museo Nacional del Medio Ambiente se convierte en un símbolo de los choques entre ciencia, cultura y poder político en la actualidad estadounidense.
