Lidia Monfort / Familias en Ruta
(07 de abril, 2014).- Ya hace diez meses que aterrizamos en Noruega los niños y yo. Mi pareja llegó tres meses antes. No fue una decisión fácil mudarnos aquí, pero surgió la oportunidad, y actualmente residimos en la ciudad de Trondheim.
Pese a que Noruega se halla dentro de Europa, cada día aprendemos algo nuevo. Nuestra forma de vivir ha dado un giro radical, sin lugar a dudas.
Uno de los temas que más nos ha sorprendido es la educación de la franja de 0 a 6 años. En esta etapa, si bien la escolarización no es obligatoria (igual que en España), las familias utilizan bastante los jardines de infancia, conocidos con el nombre de barnehage. Las barnehage pueden ser públicas o privadas. Cuando llegamos aquí, varias personas nos aconsejaron llevar a nuestros pequeños a la escuela internacional. A reseñar que la mayoría de la gente en Trondheim es bilingüe inglés-noruego, pero la lengua vehicular para la vida diaria es el noruego. Ellos no sabían ni inglés ni noruego, por lo que nos decidimos por una barnehage local pública, para facilitar su integración en la sociedad.
Inicialmente, nos llamó mucho la atención la cantidad de personal que trabaja en las barnehage. El primer día de clase me quedé anonadada cuando vi que en el grupo del pequeño había un grupo de seis niños, la maestra y dos auxiliares. Así, uno puede encontrar todo tipo de profesionales, desde la líder pedagógica o profesora, pasando por ergoterapeutas, sin dejarnos a los numerosos asistentes y auxiliares que hacen posible la dinámica diaria. Lo único que se podría criticar, a mi parecer, es que hay mucha rotación entre los asistentes y auxiliares. A veces no conoces a uno que ya hay otro. Y hablo en masculino, porque, aunque hay también mujeres, bastantes son hombres. Algo que es atípico en España, aquí es de lo más normal. Y es que los noruegos le dan mucha importancia a la igualdad entre hombres y mujeres en todos los ámbitos.
En este sentido, mi hijo mayor tuvo durante un mes a una persona pendiente de él en todo momento. Cuando entró tenía cinco años y ni idea de noruego. Para él, que ya dominaba el catalán y el castellano, fueron muy duras las primeras semanas. No entendía nada, y no quería jugar ni comer. Pero gracias a la paciencia y sobretodo al apoyo de los profesionales de su escuela, al poco tiempo empezó a entrar confiado, relajado y seguro. Y a los dos meses, me dijo que ya tenía amigos allí.
Otro de los detalles fue que en las reuniones iniciales con el centro nos asistió a mi marido y a mi una traductora española para que lo pudiéramos entender todo. Yo estoy estudiando noruego, pero es obvio que estando menos de un año aquí, hay cosas que no alcanzo a entender. Pese a que los niños van felices a la escuela, la Dirección del centro sigue pensando en ellos. Dos veces por semana, acude a verlos una profesora boliviana de una barnehage asociada. Está con el mayor un día, y con el pequeño otro, durante una hora y media.
Algo que sorprende también es la libertad que les dan a los niños. De hecho, es uno de los ejes de su educación junto con la ergonomía (le dan mucha importancia a la postura de mayores y pequeños), y la autonomía personal.
Los niños no rellenan fichas. Aprenden a través del juego. Mientras algunos dibujan o hacen construcciones, otros están en el patio. Sí hay actividades comunes como por ejemplo la lectura de cuentos, cantar canciones, o el ir de excursion. Pero nada de pupitres y sillas en fila. Asimismo, se trabaja mucho en grupos de entre cinco y siete niños. Hacen talleres de cocina, pintura, o van a la biblioteca. Se rebozan en espuma en los charcos del patio, o se tiran por el hielo con los trineos. Hace pocos días hicieron la fiesta de la playa, y los llevaron a remojarse a varias bañeras que tienen en el piso de arriba. Les pusieron música, y para comer salchichas, zumo, y helado.
Además, cada semana van de excursión, ya sea por el barrio o más lejos. A eso se le conoce como gå på tur. Y es algo muy típico aquí. Familias y amigos suelen ir los fines de semana a explorar la naturaleza.
Por otro lado, en una barnehage pública no encontraréis a niños más pequeños de diez meses. Ello se debe a que las madres noruegas disponen de un permiso de maternidad largo, y los padres también disponen de varios meses para ellos. Por lo general, los niños más pequeños que se suelen ver son de un año de edad.
Cambiando de tercio, si clicáis aquí podéis encontrar todos los detalles administrativos, pero que sepáis que por los dos niños pagamos menos que en Barcelona. La comida se abona aparte, pero en nuestro caso son cuarenta euros por niño al mes. No obstante, no es como en España. No existe la tradición de dos platos y postre. Comen dos días a la semana caliente (pescado o pasta por lo general), y el resto frío (generalmente tostadas con algo para untar). De bebida, agua y leche. Luego hacia las dos de la tarde todos salen al patio con su fiambrera de casa o matpakke (dentro suele haber un bocadillo pequeño, queso, o galletas). A continuación les sirven fruta en bandejas (banana o naranja son las más comunes)
El horario de las barnehage es de siete a cuatro y media de la tarde, pero nadie suele hacer uso de todas las horas. Pero hay que tener en cuenta que si no quieres tener limitaciones debes pagar la plaza completa. Si eliges plazas parciales, la barnehage te indica qué días y a qué horas llevar al pequeño. Obviamente, depende de las necesidades de cada familia.
Como veis, si algo caracteriza a Noruega es su inversión en educación. De otro modo todo lo que os comento no seria posible. No obstante, ello no es óbice para la autocrítica, y ya hay quién comenta si los niños deberían tener un aprendizaje más reglado, porque aprenden a leer o a enumerar a una edad mayor en comparación con otros países de Europa.
Por último, comentar que existe la posibilidad de quedarse en casa con los pequeños y el gobierno paga una cantidad a la familia. Desconozco los requisitos concretos y las cantidades, por lo que os informaré más adelante. Eso sí, la gran mayoría de las ayudas en Noruega tienen como requisito que al menos un miembro de la unidad convivencial trabaje. Otras modalidades para los más pequeños de la casa son las familiebarnehage, y las åpenbarnehage. Pero eso ya da para otra crónica.
Foto: Pau Estalella