Raúl Linares y Antonio Jiménez
(06 de abril, 2014).- “Abusó de mi madre, de mi sobrina, de las mujeres de mi familia y, siempre cínico, contaba los hijos que tenía y ya iba en 56. Con él tuve cinco y quería llegar a 180”.
Estas fueron las palabras lapidarias con las que Martha García, de 29 años, asumió la orden de asesinar a su esposo Rafael Gutiérrez Moren, el Zar de la Basura, padre de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, quien el pasado 2 de abril, fue acusado de ser el responsable de una red de prostitución en el interior del Partido Revolucionario Institucional (PRI).
“Todos planeamos la muerte de Rafael. Las dificultades fueron muchas y constantes con los pepenadores, a quienes, bajo amenazas de muerte, de golpearlos y correrlos de los basureros, les exigía que le regalaran a sus hijas. Era un degenerado. Estaba loco y era un enfermo sexual”, detallaba la viuda.
De esta forma, sin pensarlo ni intuirlo, con el crimen iniciaba una legión política construida con retazos fantasmales, leyendas y tradición.
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Luego del asesinato, premeditado, cauteloso y finalmente efectivo de Rafael Gutiérrez, el mismo Cuauhtémoc se encontró en medio de una disputa encarnizada. Si bien Rafael no tuvo los 180 hijos que deseó cosechar, hizo pelear por una parte de su herencia, intestada, a 26 hijos que se conocieron al calor de la disputa.
Aprendido que el valor se gana con violencia, fue la familia de Cuauhtémoc la que se quedó con casi toda la herencia y, quizás, con la joya de la corona: la Unión de Pepenadores de México.
Trampolín en el escalafón político del PRI, su madre, Guillermina de la Torre, dirigió esta organización con saña y, no pocas veces, hechos de violencia. Pero la fortuna llegó a sus allegados en 1988.
Al promocionar la imagen de los candidatos a diputados federales y, por primera vez, de representantes a la Asamblea Legislativa, Cuauhtémoc Gutiérrez se hizo del Frente Juvenil Revolucionario del PRI y después del Movimiento Territorial en Iztapalapa; un año después, como milagro, llegó a los cargos importantes.
“En el 91 corrí con la fortuna de haber sido suplente de diputado federal y de haber ocupado un año un curul en la 55 legislatura, a los 22 años. A los 25 fui representante de la ALDF, en la primera legislatura del 94 al 97. En 2000 volví a ser asambleísta y en 2009 regresé a la federal”, declaró hace dos años al periódico 24 Horas.
Todos estos cargos, han estado aderezados por un estilo de ejercer el poder de manera muy personal.
Por ejemplo, él y sus simpatizantes irrumpieron en un auditorio de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTE) y aventaron sillas a consejeros que apoyaban a María de los Ángeles Moreno, vinculada al grupo de Beatriz Paredes, con quien ha mantenido una añeja rivalidad de la que apenas ha podido respirar.
En 2005, cuando debía renovarse la dirigencia del PRI-DF, envió grupos de jóvenes enardecidos a las instalaciones de su partido donde realizaron pintas y lanzaron piedras a las oficinas de la FSTSE, donde sesionaba el Consejo. Lo mismo ocurrió en 2008 en la sede capitalina, y un año más tarde, en el PRI nacional volaron macetas en contra de la fachada de dicho instituto.
Al año siguiente, en las elecciones para renovar los curules en la cámara de diputados, Gutiérrez de la Torre protagonizó un nuevo escándalo cuando usó una de las llamadas “Juanitas” (mujeres que eran elegidas para cargo de representación de género en el congreso, pero después le cedían su lugar a otros políticos) para ocupar un escaño en la LXI legislatura.
Los reflectores lo volvieron a apuntar en el 2011.
Luego de interceder para que Cristian Chávez, el también conocido Dipuhooligan, fuera representante del PRI en la ALDF, Rosario Guerra, excandidata al gobierno del Distrito Federal por el Partido Nueva Alianza y, en el pasado, también militante priista, lo acusó de haber orquestado un atentado en su contra.
Guerra declaró que ella y 16 personas más sufrieron ataques físicos que los enviaron por días al hospital, y aseguró que dicha agresión fue liderada por Vargas, quien es colaborador cercano de Gutiérrez de la Torre.
Luego de esta agresión, éste último alcanzó la dirigencia local priista.
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Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, el recién destituido líder del PRI capitalino, se ha mantenido bajo la luz de los reflectores desde el pasado 2 de abril, cuando, mediante un reportaje de Noticias MVS, se dio a conocer que mantenían una red de prostitución a su servicio.
La investigación consistió en que una periodista infiltrada se hiciera pasar por una de las “edecanes” cuya convocatoria solía divulgar Gutiérrez en anuncios clasificados, insertados en medios locales.
Una mujer, de nombre “Sandra”, era la encargada de reclutar a las jóvenes, supuestamente para trabajar como edecanes, pero cuya tarea –hasta después aclarada– es brindar servicios sexuales al priista.
“El harem del líder priista se oculta detrás de un par de cuartos siempre cerrados, las novatas entran, Adriana les instruye que tienen que ponerse guapas. El jefe les instruye que está en una reunión, las recibirá una por una; mientras tanto: las ‘niñas’, como suelen llamarles, son presentadas con Sandra, el principal enlace con Gutiérrez de la Torre (…) Es la encargada de operación entre el reclutamiento y la jóvenes, que tendrán relaciones sexuales con el jefe”, narra la voz en off del reportaje.
Luego de haberse difundido este reportaje, Gutiérrez de la Torre fue finalmente destituido de su cargo, aclaró el PRI, “en lo que avanzan las investigaciones en su contra”. Un día después, la militancia priista pidió que fuera expulsado del partido. Éstos también demandaron su expulsión por darle mala imagen al instituto político.
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Entrevistado hace tiempo por el periódico La Jornada, un reportero le preguntó de quién había aprendido sus “valores”: de las acciones y palabras de su padre, respondió, “pero más de mi madre, cómo ser sencillo y también cómo ayudar a la gente; y ese es un valor fundamental que debemos de tener todos quienes nos dedicamos al ejercicio de la política”.