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El placer durante el acto sexual, así como el deseo, pende a veces de un hilo. De este modo, cuando una mujer sufre de vaginismo o de dispareunia, la relación sexual puede convertirse en una misión imposible.
El vaginismo es una contracción espasmódica e involuntaria del perineo (músculos que envuelven la vagina) que impide la penetración.
La dispareunia, por otro lado, es el término con el que definimos el dolor que aparece en el momento de la penetración. Al contrario del vaginismo, la dispareunia no impide la relación sino que la hace dolorosa. Con el tiempo, los encuentros entre la pareja acaban espaciándose debido a la aprehensión al dolor que ello provoca en la mujer (o en el hombre) hasta acabar en un completo rechazo del sexo.
Las causas de la dispareunia son diversas, pueden ir desde una infección local causada por un hongo a una operación quirúrgica pasando por una infección de orina o un problema de sequedad vaginal.
Aunque ambos trastornos son diferentes, a veces van de la mano. Una mujer que sufre inicialmente de vaginismo puede terminar por sufrir también dispareunia, pues asume que el dolor que impedía la penetración (vaginismo) es intrínseco a la relación sexual propiamente dicha, lo que le impide relajarse y disfrutar del momento.
En este tipo de situaciones, la mujer cae a menudo en una espiral de fracasos sufriendo un dolor que ha pasado ahora a ser de origen psicológico y no ya orgánico. Lo importante entonces es que, con ayuda de la pareja, la mujer pierda el miedo al coito aprendiendo a relajar los músculos de la vagina. Para ello, es necesario que se tome su tiempo en la lubricación y excitación previas, utilizando si necesario lubricantes. Y, sobre todo, la mujer no debe tener nunca miedo a exponer el problema a su pareja ni a respetar su ritmo personal si psicológicamente no se siente preparada para la penetración.