Paul Alcántar/ @paulalcantar
Fausto Vallejo fue un hombre privilegiado a comparación de otros políticos. Ha sido un personaje que en su momento logró capitalizarse entre quienes muchas veces le dieron votos no sólo electorales sino de confianza para administrar tres veces el gobierno municipal de Morelia, con una aceptación por parte de la ciudadanía y que le garantizó gobernar a la capital michoacana sin mayores problemas.
Se podría decir que conoce a su municipio como ningún otro alcalde, y que contaba con una gran simpatía de los morelianos y con los habitantes que lo veían caminar por ciudades cercanas. Seguido se le veía por Pátzcuaro o Tzintzuntzan y los vecinos lo reconocían y saludaban sin problema alguno.
Don Fausto –como le nombran- era un político respetado también por sus adversarios y con una carrera que podría marcarse de impecable, de no ser por la decisión que tomó para contender por la gubernatura de Michoacán a pesar del problema serio de salud conocido por todos. Fue en ese momento cuando comenzó el declive de su credibilidad.
Desde la campaña se especulaba sobre su terrible estado de salud y del trabajo que Los Caballeros Templarios hacían a favor de su campaña. Su apariencia física en decadencia era evidente y demostraba que no estaba apto para tomar una responsabilidad del nivel que se espera de un gobernador.
Pero él lo negaba y más cuando sus rivales políticos aprovechaban sus circunstancias para sacar la raja mediática; pero desde el CEN del PRI y del primer círculo de Peña Nieto no dejarían pasar una oportunidad de centralizar el poder con miras a desplazar a un gobernador enfermo que sólo representaría simbólicamente al ejecutivo, sin la autoridad para tomar decisiones.
Fausto aceptó su papel de gobernador de aparador ventajosamente, sabiendo desde campaña lo que ya era un secreto a voces: que el problema en su hígado era de gravedad y que Michoacán sería controlado por la federación y por el crimen organizado. Jamás por él.
Con esas constantes negaciones colocó a Vallejo como un personaje poco creíble. Llegó a la Casa de Gobierno con un Michoacán en profunda crisis social que inmiscuía a la podredumbre de su clase política y empresarial con los liderazgos de la entonces ya decadente Familia Michoacana y del naciente grupo de Los Caballeros Templarios en 2012; alianzas consideradas naturales no sólo entre políticos sino por la sociedad amedrentada y castigada.
Ante esos escenarios construidos, no en la administración del priísta sino desde las de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy, es difícil que Vallejo no supiese de las operaciones políticas que entablaba Jesús Reyna con los liderazgos criminales y de los negocios que sus hijos, sobre todo Rodrigo Vallejo “El Gerber”, realizarían aprovechando la convalecencia y el cargo de su padre.
Las investigaciones de la SEIDO resulta con la aprehensión de Reyna por sus pactos electorales con el narcotráfico, con un tibio deslinde del gobernador aludiendo que él “no sabía” en lo que su entonces coordinador de campaña estaba realizando.
De su hijo ha metido las manos al fuego afirmando que éste fue secuestrado y a la vez grabado por “La Tuta” como una forma de chantaje para colocar la legitimidad del gobernador sobre la mesa y garantizar a la vez la operatividad de Los Caballeros Templarios ante el avance de las Autodefensas en la Tierra Caliente.
En una entrevista para CB Televisión la semana pasada, al gobernador no le quedó de otra mas que reconocer los encuentros que su hijo tuvo con el grupo criminal con un argumento que levanta cejas y suspicacias, sobre todo cuando el supuesto secuestro se llevó a cabo hace un año, según lo dicho por el mandatario, sin un aparente conocimiento por parte de la PGR. Increíble.
Lo que sí es un hecho es que ‘El Gerber’ ha sido señalado como un personaje que hace negocios usando al Gobierno de Michoacán con los convenios comerciales y licitaciones que las distintas dependencias mantienen, cobrando porcentajes y estableciendo condiciones para aquellos proveedores a los que se les sigue debiendo desde la administración de Leonel Godoy.
Lleva una vida lujosa y gustoso de frecuentar fiestas glamurosas en Morelia y otras ciudades que le permiten controlar sus negocios. Hasta del uso de la residencia oficial del gobernador como sede de las suntuosas francachelas que organizaba para sus amigos y conocidos personajes de la elite michoacana son sólo algunos de los señalamientos que al hijo menor de Vallejo se le atribuyen con un silencio profundo del padre y que hasta estos días tuvo que romper.