Antonio Aguilera / @gaaelico
Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie. ¿Me explico? […] ¿Y qué ocurriría entonces? ¡Bah! Negociaciones punteadas con inocuos tiros de fusil, y luego todo seguirá lo mismo, pero todo estará cambiado. (…) Una de estas batallas en las que se lucha hasta que todo queda como estuvo.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa: El gatopardo
Hay un concepto célebre en política: gatopardismo. Simplificando –aunque no mucho– quería decir “cambiar algo para que nada cambie”. De este modo, el político gatopardista era un astuto maestro de ajedrez que sabía, siempre, qué pieza entregar para no perder la partida. O un profundo conocedor de la historia y sus rumbos, alguien que deseaba conservar ciertos valores en el veloz devenir de los tiempos y no ignoraba que para conservarlos hay que entregar siempre algo a los transformadores.
El concepto surge de una novela del italiano, nacido en Palermo, Giuseppe Tomasi de Lampedusa y, en el cine, está en una gran película de Luchino Visconti, que lleva el título de la novela: El Gatopardo. Tomasi de Lampedusa fue un escritor tardío: nació en 1896 y su novela (que es su única novela) se publica en el otoño de 1958, cuando él ya ha muerto. Así, es su novela única y póstuma.
Ese patrón estratégico, expuesto de manera magistral por el escritor siciliano, se denominó gatopardismo, un término utilizado sobre todo en sociología política para referirse a una táctica empleada por las clases dominantes con el objetivo de conservar sus privilegios. En Michoacán tenemos muchos ejemplos de ello
Hay mucho de maniobra política en el gatopardismo en Jaime Darío Oseguera, el candidato del PRI y del Verde a la alcaldía de Morelia. Su historia y su trayectoria política lo convierten en un personaje natural de la mítica novela de Lampedusa.
Hijo de Jaime Oseguera, antiguo contralor general y auditor de glosa en el gobierno de Ausencio Chávez Hernández, y era un hombre cercano al círculo del oriundo de San Lucas, como también siempre lo fue Jesús Reyna García.
El junior Oseguera fue uno de los niños mimados de aquel gobierno priísta: fue un becado permanente de ese sexenio, el cual lo apoyó en sus estudios universitarios de Economía y Derecho, en donde fue un alumno destacado, de esos clásicos Cum laude.
El círculo cercano de Chávez Hernández, en especial Jesús Reyna, vio mucho futuro en su pupilo y por ello decidió subvencionarle los estudios de maestría en Estados Unidos y estudios de doctorado en el Colegio de México, los cuales no terminó ante su decisión de asegurar una incipiente carrera política acosta de su grado de favoritismo al interior del PRI.
Jaime Darío Oseguera era ya uno de los cuadros jóvenes consentidos del priísmo estatal y por ende en la administración de Víctor Manuel Tinoco Rubí se le brindó una oportunidad en un puesto de media tabla en el Centro de Desarrollo Municipal (Cedemun).
Las aspiraciones de Jaime Darío de una carrera política sin obstáculos se vieron truncadas ante la estrepitosa derrota del PRI ante Lázaro Cárdenas Batel en el 2001.
El PRI se fragmentó en varios grupos y Jaime Darío decidió plegarse a la nave de Jesús Reyna, quien ante la diáspora priísta decidió apoderarse de la dirigencia del PRI estatal, la cual era la ventanilla de trámite para quedarse con las candidaturas de dicho partido, sobre todo las plurinominales.
Al arribo de Cárdenas Batel, Reyna creo un tándem de oposición: él en la presidencia del partido y Jaime Darío en la secretaría General. A la mitad del gobierno batelista, Reyna acaparó el número 1 de la lista plurinominal al congreso michoacano y Oseguera Méndez entró al interinato de la dirigencia estatal.
Algunos testigos narran que ya con las riendas del PRI michoacano en la mano, Jaime Darío se transformó, y pasó de ser un dicharachero camarada del partido, a un dirigente con ínfulas de soberbia y prácticamente inaccesible. En su paso por la dirigencia priísta, Jaime Darío era un polemista mediático exitoso, pero jamás supo tender los puentes con el resto de las corrientes del partido, con las cuales protagonizó no pocos enfrentamientos, como su ya clásica guerra de declaraciones contra Fausto Vallejo. Asimismo, a Jaime Darío le tocó dirigir la fracasada campaña del 2006 de Roberto Madrazo, en donde el PRI, salvo algunos municipios que son bastiones priístas, perdió todas las posiciones en juego, entre ellas la candidatura de Fausto al Senado. Las guerras intestinas crecieron como la hiedra en el PRI.
Pero llegó el 2007, Jaime Darío se subió a la campaña de su sensei Jesús Reyna, pero puso condiciones: un buen puesto en la lista de cantidados plurinominales al congreso estatal. Reyna no pudo equilibrar las fuerzas y optó por romper lanzas con su hijo desobediente. Por ello, en plena campaña para la gubernatura, Jaime Darío abandonó el grupo político que lo vio nacer, y abrió sus brazos al proyecto de Fausto Vallejo, quien a la postre ganaría por tercera vez la alcaldía de Morelia.
En la administración municipal vallejista, Oseguera Méndez se desempeña como asesor del alcalde y prepara terreno para la candidatura de Vallejo a la gubernatura por su partido. En este interín, Jaime Darío protagoniza enfrentamientos estridentes con su antigua logia política y exhibe una ruptura personal muy marcada con Jesús Reyna: se forja su semblanza de hijo desobediente.
Una vez asegurada la candidatura de Fausto Vallejo en el 2011, con la venia del dirigente nacional del PRI de esa época, Humberto Moreira y con el evidente malestar de Reyna y del propio Vallejo, Jaime Darío asume una de las cuatro candidaturas a diputados por el PRI, la cual gana.
Envestido ya como diputado local, Oseguera Méndez vuelve a demostrar sus dotes de saltimbanqui, y vuelve a cambar de grupo político, abrazando con fuerza a la familia Orihuela.
En el Congreso michoacano, Jaime Darío se transforma en el operador político de Ascensión Orihuela Bárcenas, y juega al contrapeso con el resto de los grupos representados en la bancada del PRI: el de Jesús Reyna y el de Fausto Vallejo.
Cuando los achaques del gobernador Vallejo lo obligan a retirarse de la gubernatura, Orihuela utiliza a Jaime Darío como el ariete para frenar lo más posible la designación de Jesús Reyna como interino.
En la sesión de comisiones unidas en donde se votó el arribo del entonces secretario de Gobierno a la gubernatura, Oseguera Méndez decide abstenerse de votar. Al fin lograba cobrar venganza.
Durante la efímera gestión de Reyna en el gobierno, la célula orihuelista capitaneada por Jaime Darío y por el hijo y sobrino de Ascensión Orihuela, urdieron un complot para tratar de despojar al ex rector Salvador Galván – juramentado en el grupo de Ausencio Chávez y Jesús Reyna- de la coordinación de la bancada del PRI porque no ajustarse a los intereses personales del grupo de diputados del PRI que era manejada desde el Senado de la República. Jaime Darío preparaba ya el camino para el arribo de Ascensión a la candidatura del PRI para el 2015.
Oseguera se ve obligado a votar en favor de Reyna en su segunda ratificación como gobernador, al plegarse a la instrucción de Miguel Ángel Osorio Chong, pero dicen sus cercanos que ese sería el último favor al grupo que lo vio nacer en la política.
Mientras la disputa por el control del PRI michoacano se tornaba álgida, derivado de la incertidumbre respecto al retorno de Vallejo y la permanencia de Reyna, la crisis social y política en Michoacán se desbordaba por la guerra entre las autodefensas y el crimen organizado. Era la época de los bloqueos en Apatzingán, de los atentados contra las subestaciones de la Comisión Federal y cuando Rodrigo Vallejo tenía derecho de picaporte en la guaria de La Tuta.
Esto derivó en la intervención directa de la Federación en 2014 en Michoacán y las consecuencias que ello tuvo: el arribo de Alfredo Castillo, el combate al crimen organizado, la detención de Jesús Reyna y la caída de Fausto Vallejo. Orihuela tenía el camino despejado.
Para apodarse de la estructura gubernamental. Ascensión impuso en la gubernatura a uno de sus comensales frecuentes en su mesa: Salvador Jara. Concretó un acuerdo con Alfredo Castillo, e impuso a su terrateniente Oseguera Méndez en la secretaría de Gobierno, a Jaime Rodríguez López en Sedagro y a varios alfiles más en las posiciones que controlaban el entramado gubernamental. Jara sólo pudo colocar a su vocera.
Desde Goobierno se confeccionaron las candidaturas de Ascensión a la gubernatura y de Oseguera a la alcaldía de Morelia. El partido les pertenecía y las candidaturas también. En el PRI se impuso la era de los Orihuela y conversos.
Oseguera es un candidato típico de una época gatopardista: en una era como en la que vivimos en un estado de autoengaño y desconocemos el sentido real de las cosas hasta el punto de ignorar que el mundo es perecedero y circunstancial. En el gatopardo, de Lampedusa escribió una sentencia clara y precisa que no necesita comentario y que puede reflejar bastante bien lo que uno puede esperar de actores como Jaime Darío, ya que cuando se espera que las cosas cambien: “E dopo sarà diverso, ma peggiore”, es decir, “y después será diferente, pero peor”.