Hinchada de Corazón


¿El fin del racismo en el fútbol mexicano?

Revolución 3.0

Racismo y deporte es una fórmula vieja. En 1904, George Coleman Poage se convirtió en el primer estadounidense de “raza” negra en participar en unos Juegos Olímpicos. Dos décadas después, William DeHart Hubbard sería el primer estadounidense de color en ganar una medalla de oro en estas competencias. En 1936, Jesse Owens pasaría a la historia por ganar cuatro medallas de oro en Berlín, en unos Juegos Olímpicos organizados por el régimen nazi para glorificar la “pureza racial”.

Sin embargo, Owens nunca recibió un reconocimiento público del presidente estadounidense Franklin D. Roosevelt, quien tampoco le envió una carta de felicitación ni lo invitó a la Casa Blanca, como era –y es– habitual con los triunfadores en las competiciones deportivas. Se cree que como Roosevelt se encontraba en campaña por la reelección, no quiso perder los votos de los segregacionistas estados sureños.

El primer presidente de Estados Unidos en reconocer la hazaña de Owens fue Dwight D. Eisenhower, quien le dio el nombramiento honorífico de “Embajador Deportivo” en 1955. Irónicamente, ese mismo año Rosa Parks fue enviada a la cárcel por negarse a cederle su asiento de autobús a un hombre blanco, evento que simboliza el inicio de la lucha por los derechos civiles de los estadounidenses negros.

Hoy, las personas de origen africano tienen igualdad de derechos en Estados Unidos y también en México, donde de hecho la esclavitud se abolió décadas antes que en nuestro vecino del norte. Pero esta igualdad jurídica no parece bastar para que algunos ciudadanos comprendan que el color de la piel no dice nada acerca de una persona.

Quizá por eso, en nuestro país no han dejado de presentarse los incidentes de racismo en las canchas de fútbol, volviéndose particularmente notorios en estos tiempos en que los equipos contratan a buena parte de sus jugadores en otras naciones, con lo que al racismo se le une la xenofobia de muchos aficionados.

El fútbol es un espejo acrecentado de la sociedad. Refleja de manera dramática y hasta desmesurada lo que somos como sociedad. Es una caja de resonancia de todo lo que sucede. No es casual que haya habido brotes de insurrección en los estadios, que se expresen conflictos sociales o se manifiestan atrocidades como la xenofobia, el racismo, el machismo. Es inevitable, pero no es positivo. (Juan Villoro, entrevista publicada en El Diario de España).

En febrero pasado, durante las jornadas sexta y séptima del torneo Clausura 2014, se produjeron insultos racistas a jugadores extranjeros. En el primer evento, los colombianos Eisner Loboa y Franco Arizala, quienes juegan para el León, fueron insultados por algunos miembros de la afición de los Pumas. Cada que uno de ellos tocaba el balón, un grupo de hinchas imitaba los sonidos de un simio.

El incidente se repitió la semana siguiente, en un encuentro entre el Pachuca y el Atlante en el Estadio Hidalgo. Los agredidos fueron los jugadores ecuatorianos Enner Valencia y Walter Ayorví. En ambos casos, los equipos respaldaron a sus jugadores, deploraron la actitud antideportiva de quienes realizaron manifestaciones racistas e incluso prohibieron la entrada a sus estadios de aquellos agresores que fueron identificados gracias a videos.

En respuesta a estos incidentes, la Comisión Disciplinaria de la Federación Mexicana de Fútbol Asociación (Femexfut) decidió poner en vigor el Protocolo Contra el Racismo dictado por la Federación Internacional de Fútbol Asociación (FIFA) y la Confederación de Fútbol de Norte, Centroamérica y el Caribe (Concacaf, por sus siglas en inglés), el cual ha sido usado para encarar incidentes de racismo en Europa.

Según el Protocolo que entró en vigor el 25 de febrero, de presentarse alguna conducta racista que el árbitro considere sumamente grave e intensa, el silbante podrá parar el partido para que mediante el sonido local se les solicite a los aficionados que cesen el comportamiento racista inmediatamente. Si se reincide en esas conductas, el árbitro detendrá el partido por hasta diez minutos, exhortando de nueva cuenta a que cesen las agresiones.

En caso de que tras estas dos fases se repitan los comportamientos discriminatorios –cantos raciales, insultos, gritos, letreros, banderas–, el partido podrá suspenderse definitivamente y se procedería al desalojo del estadio.

Han transcurrido dos jornadas de la liga local desde que entró en vigor el Protocolo. Hasta ahora, ningún encuentro ha sido parado por incidentes racistas.

11 marzo, 2014
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